Capítulo XXVIII

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Sacrificio y Salvación

XXVIII

Clandestino

¿Pero acaso sería posible que Sesshōmaru dejase escapar a ese insolente lobo con rabia conociéndolo como mis lectores y mi persona lo conocen?

¡De seguro un milagro tendría que suceder!

O... tal vez, un muy buen incentivo, o un muy buen obstáculo que aplacara los instintos iracundos y asesinos que en aquellos momentos llenaban al gran Daiyōkai recorriéndolo hasta la medula, tal vez; como por ejemplo, un corazón mucho más piadoso que el suyo, uno humano, que se interpusiera entre sus pensamientos y sus próximas acciones.

—¿¡Ama Kagome qué hace!?... ¡El amo Sesshōmaru va a enfadarse si se entromete! —Advirtió Jaken asustado apenas la vio aproximarse a los dos contrincantes sin reparar en el peligro que representaba interponerse en la disputa de dos hombres sobrenaturales, que eran por mucho superiores a ella en altura y sobre todo en fuerza.

A oídos sordos, Kagome se aproximó hasta colocarse entre ambos, mirando fijamente a los ojos leonados que no titubearon incluso cuando la que estaba enfrente de si era la persona apreciada, ni tampoco sus manos, que sostenían firmemente la katana en la misma dirección amenazante y que al ser tocadas por los suaves dedos de la azabache no encontraron ni tan sólo un poco de sosiego.

—Perdónale la vida y déjalo ir— Pidió la joven nuevamente— Tiene personas a las que proteger, igual que tu Sesshōmaru —Y posó una de sus palmas sobre el pecho acorazado del albino— Míralo ¿No crees que ya ha tenido suficiente? —Insistió.

Con asombro, Kōga encontró la ocasión ideal para poder escapar rápidamente antes de que el canido cambiara de parecer y decidiera ir incluso en contra de la palabra de su mujer que ahora, le parecía de temer el gran valor que poseía, superior al de cualquiera a pesar de ser una simple humana.

El líder de los lobos se arrastró hasta poder levantarse y corrió, corrió con todas las fuerzas que tenía sin girarse a ver por ultima vez a la mujer, que además de haber sido el objeto de sus deseos, había sido su salvación y ahora, a quien le debía la vida y también la vida de su manada.

En su interior, sentía una profunda y primeriza vergüenza por escapar, una que no había sentido nunca y que creía lo acompañaría el resto de su vida por haber desafiado y caído tan bajo ante aquel gran señor.

«Maldición ... Que tonto fui» Fueron sus pensamientos mientras se perdía en el espesor del oscuro bosque.

—Sacrificio y Salvación—

Sesshōmaru observó como Kōga se arrastró rápidamente por detrás de la figura de Kagome y desaparecía de su rango de visión como si hubiera estado persiguiéndolo realmente.

«Cobarde...» Pensó mientras sentía la fuerte sensación del asco en la boca «Aún ha dejado su olor a peste...» Su ceño se vio fruncido ligeramente al desviar de nuevo su mirada a Kagome.

Era la primera vez que perdonaba la vida a un enemigo, y la primera vez que cedía de aquella forma ante una mujer—su mujer— y de cierta forma se sentía realmente molesto y en total desacuerdo en perdonarle la vida por un simple capricho de aquellos ojos castaños, sin embargo, Sesshōmaru hubo de guardar su espada cuando no pudo detectar el aroma a lobo en los alrededores. La deslizó de nuevo en su funda, colocándola en el costado de su Obi junto a la noble Tenseiga y le dio la espalda a Kagome y a la escena que acababan de protagonizar.

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