capitulo 7

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El lunes, a pesar de que me pasé todo el domingo mentalizándome de que mi comportamiento hacia Valentina no debe cambiar en ninguna circunstancia, me siento inquieta. Tengo claro que yo voy a ser la misma, pero ¿cómo va a comportarse ella? ¿Y si decide chantajearme o contarles a sus compañeras lo que pasó?

Eso me inquieta y me pone de mal humor a pesar de que me siento relajada, algo que hacía mucho tiempo que no pasaba.

Cuando entro en el despacho la encuentro en su mesa hablando por teléfono con algún cliente, con ese desparpajo suyo recostada en la silla como si estuviese en una terraza tomándose algo.

Resoplo y pongo los ojos en blanco sin que me vea y justo cuando tomo asiento con sumo cuidado porque todavía tengo las nalgas un poco doloridas, ella cuelga y me mira.

—Buenos días, señorita Valdés—saluda clavándome la mirada.

¿Está conteniendo la risa? No sé si me estoy obsesionando o volviendo paranoica, pero creo que me mira de otro modo diferente.

—Hola, Valentina.

—Tenemos reunión en cinco minutos. Tiene el dosier sobre la mesa y la sala ya está dispuesta.

—De acuerdo.

Me pongo en pie, recojo el dosier de la mesa y le hago un gesto con la cabeza para que me acompañe a la reunión como hago siempre.

—¿Qué tal se encuentra? —pregunta de sopetón cuando caminamos por el pasillo.

Vale, esto sí que no, se supone que lo que pasó allí, se queda allí.

—Dime una cosa, Valentina. ¿Cuándo me has preguntado tú alguna vez cómo me encuentro? —respondo cortante.

—Ninguna, suele ser usted una arpía y sinceramente, lo que le pase no me importa.

Me detengo en seco en medio del pasillo provocando que, por poco, dos empleadas que también se dirigen a la reunión, me arroyen. Me saludan y yo les devuelvo un gesto de cabeza.

—Así que soy una arpía. ¿Y qué pasa? ¿Qué hoy no lo soy?

—Yo estoy convencida de que sí—suelta la muy cabrona.

—¿Y se puede saber entonces por qué me preguntas cómo estoy? — exijo de mal humor.

—Porque yo soy una persona educada y creo que después de lo que pasó el otro día es lo correcto.

Lo sabía, sabía que no iba a ser capaz de mantener la bocaza cerrada.

—Escúchame bien, Valentina —digo cogiéndola por el brazo para llevarla a un rincón—lo que pasó en aquel lugar se tiene que quedar allí, ¿te queda claro? Creía que al menos allí sí que eras un poco profesional. Como vuelvas a mencionar algo que tenga que ver con aquello, te juro que me presento en ese sitio y le digo a tu jefa lo niñata que eres. ¿Te queda claro?

—Clarísimo. Sabe, ¿qué? —pregunta acercándose tanto a mí que por primera vez en su vida consigue ponerme nerviosa de un modo que no es el típico que hace que me entren ganas de despedirla—si estuviésemos allí le pondría el culo tan rojo que no podría sentarse en una semana.

Dios santo, mis bragas se acaban de empapar. Solo con recordar su forma de masajearme y de follarme. Oh, joder, creo que no puedo respirar.

—Por cierto, ha llamado el señor Velasco de empresas Mitre, como usted no estaba le he pedido que me dejase el recado a mí.

—Menos mal, porque eso es parte de tu trabajo—escupo envenenada.

—Correcto—responde sin inmutarse.

Joder, me saca de quicio.

—¿Me vas a decir qué quería?

—Le he dejado una nota sobre su mesa, como hago siempre que no está.

Justo en ese momento llegamos a la entrada de la sala de juntas, pero me ha puesto de tan mal humor que no pienso permitir que entre ahí y me deje con la palabra en la boca, así que la cojo del brazo de nuevo y la arrastro hacia el fondo del pasillo.

—¿Esto se podría considerar acoso laboral? —pregunta mirando mi mano sobre su brazo—quizá debería preguntarlo en recursos humanos. —Mira, Valentina, no me toques el coño que hoy no estoy para gilipolleces. Vamos a dejar las cosas claras de una vez porque parece que a ti hay que explicártelo todo bien. Trabajas para mí, y eso significa que haces lo que yo te diga y lo haces con respeto, y si no eres capaz de asumir tus funciones, coges la puerta y te largas. Hay muchísimas personas en el paro que pueden hacer el mismo trabajo que tú.

—Recibido—admite por fin.

Dios, menos mal.

—Pero que sepa que esto en otro sitio le hubiese costado al menos diez azotes.

La despediría ahora mismo, en serio, lo haría sin dudarlo si no fuese porque ahora mismo la idea de que me azote hasta hacer que me corra me tiene con las piernas temblando.

—Señorita Valdés, ya estamos todos—me anuncia la responsable de facturación.

Me dirijo hacia allí y esta vez es Valeria la que me detiene a mí sujetando mi brazo.

—Tiene razón, Señorita Valdés. Me he pasado—reconoce muy seria—me metí en mi papel con usted y reconozco que me gustó tanto que cuando la veo me cuesta salir de él. Lo siento, no volverá a ocurrir—se disculpa dejándome perpleja—el señor Velasco quiere que revise usted sus últimas facturas, dice que hay algunos cargos que cree que no son correctos.

Tras eso, se adelanta y entra en la sala de juntas.

Yo me quedo paralizada en el pasillo, no solo por la sorpresa que me ha producido su disculpa, sino por la llamada del señor Velasco. Hace semanas que estoy buscando tener un par de días libres para ponerme a revisar las últimas facturas porque he visto algunos detalles que no me concuerdan, pero ese momento no lo encuentro nunca y ya no puedo demorarlo más, y menos si está afectando a uno de mis clientes.

Cuando entro en la sala de juntas trato de resolver todos los temas con la mayor celeridad posible y al salir me dirijo al despacho junto a Valeria, que va cargada de papeles que le han proporcionado los responsables de todos los departamentos para comprobarlos y archivarlos.

Lo primero que hago al encerrarnos en el despacho es llamar al señor Velasco y asegurarle que voy a revisar personalmente las facturas que le hemos emitido los últimos meses por si ha habido algún error.

—Valentina—digo al colgar.

— ¿Sí?

—No me pases ninguna llamada, por favor, coge el recado y salvo que sea urgente no quiero saber nada hasta mañana.

—De acuerdo.

Valentina clava la vista en su pantalla mientras introduce toda la documentación en el programa y por un momento fugaz, me la imagino de nuevo enfundada en su traje de cuero, convertida en Valen con la fusta en la mano dándome órdenes y ejecutando castigos.

—Jesús…—susurro para mí.

Pensarlo hace que las piernas se me vuelvan de gelatina, la adrenalina me recorra el cuerpo y mi pulso se acelere. No se trata solo de lo mucho que disfruté en el plano sexual, sino también de la liberación que sentí en ese momento, esa noche dormí plana pese a que acababa de dejar al que había sido mi novio durante dos años.

Creo que por primera vez en mi vida he encontrado algo que logra quitarme el estrés y me permite sacar la mierda, pero eso me genera una lucha interna porque no acabo de entender que algo así pueda gustarme.

Joder, si sigo así me voy a volver loca, ¿debería comentárselo a mi psicólogo en la consulta de esta tarde? Quizá él confirme mis sospechas de que ya no tengo remedio y por lo menos me ahorraré un pico al mes. Y hablando de picos, dejo de mirar de reojo a Valentina y entro en la cuenta del señor Velasco para revisar sus últimas facturas.

 
Esto de pone interesante chicas uff estas dos son puro fuego 🔥🔥ya saben déjenme saber de les va pareciendo la Historia y ⭐

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEWhere stories live. Discover now