capitulo 10

5K 324 7
                                    

Al mediodía, Valentina se marcha a comer con otros trabajadores como hacen casi siempre. Cerramos durante un par de horas y los que viven más lejos se quedan a comer en el restaurante que hay a un par de calles de aquí. Pueden decir de mí que soy una zorra, una arpía y mil cosas más, pero gracias a un acuerdo con el dueño que es cliente de la empresa, todos comen por cinco euros y el resto corre de mi cuenta.

Yo suelo irme a casa o en los últimos meses, quedaba algunas veces con Sergio y comíamos en cualquier otro restaurante de la ciudad. Con Sergio obviamente ya no voy a ir, pero tampoco me apetece irme a casa porque apenas tengo hambre, entre las dichosas facturas por revisar y Valentina revoloteando por aquí haciendo que recuerde a cada momento que le pertenezco, no logro concentrarme como debería, así que la hora de comer es perfecta. Cero distracciones.

Con más de trescientos clientes, el volumen de lo que debo revisar es enorme y desmotivador, por lo que decido centrarme primero en aquellos que tienen una cuota mensual fija porque solo necesitan cierto tipo de gestiones.

Uso varios filtros y compruebo los conceptos para asegurar que los precios son correctos, el IVA se aplica como debe y todo está en orden. Recuerdo que hace años, cuando el volumen de clientes no era ni la mitad que ahora, el programa que utilizábamos entonces tuvo una des configuración y aplicaba un impuesto que no correspondía, pero lo descubrí antes de que se emitiesen las facturas y nadie se enteró de aquello.

—¿No has salido a comer? —la voz de Valentina desde la puerta por poco me mata del susto.

Desconcertada, miro la hora en la pantalla del ordenador y veo con sorpresa que ya han pasado las dos horas.

—No tengo mucha hambre—respondo algo tensa.

—¿Te traigo un café y algo de la máquina? —se ofrece dejándome más descolocada todavía.

La miro sin saber muy bien qué decirle y Valentina se acerca a mi mesa y se sienta un momento frente a mí.

—Como tu ama—susurra haciendo que la piel de mi nuca se erice—no solo te castigo, también te recompenso y aunque no te lo creas, me preocupo por ti. No puedes pasarte el día sin comer y sin apartar los ojos de esa pantalla.

—Tengo mucho trabajo, Valentina, ¿o debería llamarte Valen? —la provoco sin saber muy bien por qué.

—Aquí y para ti, siempre soy Valentina. Valen es alguien que existe en la mazmorra, un personaje en el que me convierto para preservar mi identidad y porque a los clientes les gusta que haya un rol.

—¿No te gusta lo que haces?

—No desvíes el tema. Levántate, estira las piernas paseando por el despacho si quieres y mientras te traeré lo que me pidas.

Me hubiese gustado más que respondiese a mi pregunta, el motivo por el que tiene dos empleos es algo por lo que siento una curiosidad enorme. Hasta ahora he considerado que no tengo ningún derecho a inmiscuirme en sus cosas, de hecho, nunca he querido saber nada de su vida personal ni de la de ninguno de mis otros empleados, pero Valentina ahora me despierta algo desconcertante, una especie de sentimiento que no logro definir.

Según ella, ahora es mi ama. No tengo ni idea de lo que significa eso exactamente porque nunca me han interesado este tipo de juegos sexuales o lo que demonios sean, pero lo que me hace, por perturbador que me parezca me gusta y además lo necesito.

Sus azotes me escuecen y me excitan sexualmente de un modo inquietante, pero también me liberan. Esta mañana, al igual que el otro día, sentía como con cada uno de ellos se escapaba parte de esa presión y ese estrés que me consumen día a día. Es una sensación tan extraña que me cuesta explicarla, pero al acabar, aunque sienta ganas de llorar, me siento bien, más relajada, aunque también más vulnerable.

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEWhere stories live. Discover now