Capítulo 3

1.8K 188 1
                                    

Imagine que todo era parte de una locura que mi cerebro creo para salvarme pero desgraciadamente, tuve que deshacerme de esa triste historia que quería creer.

Pronto el dolor y la fiebre del cuerpo me hicieron ver que no era así, no fue hasta una semana después que por fin logré ponerme en pie.

Las mucamas nunca me veían a los ojos, aunque extrañamente me trataban bien, como si de una muñeca se tratara, la cual estaban obligadas a cuidar con sumo cuidado.

Tampoco había ningún espejo por ningún lado, aunque no sabía cuánto lo necesitaba, porque mi cabello plateado caía por los hombros pero no fue hasta que el doctor llegó a verme que puede ver reflejada en su cara una amarga línea de preocupación.

-Princesa Luna -sus palabras suaves no eran reconfortantes-, su cuerpo se encuentra estable pero me temo que de ahora en adelante tendrá que cubrir la mayor parte de su cuerpo.

¿Tan mal se veía? No pude preguntarlo a lo que solo dije.

-Quiero un espejo.

Todos en la sala se quedaron en silencio pero nadie se movió, tuve que reprimir un disgusto en mi cara.

-Creo que aún no estoy del todo curada doctor, si nadie puede escuchar mi voz y acatar una simple orden.

Nunca durante todo este tiempo había dado las gracias por nada y ciertamente tampoco quería darlas.

Dos de las mucamas se movieron con rapidez ante mis palabras y llegaron con un gran espejo de cuerpo completo.

-Todos fuera.

Eso fue lo único que todos acataron, dejaron el espejo frente a mi cama, lentamente me quite las vendas que tenía en mi pecho y brazos, me retire la bata que siempre llevaba, bajo la tenue luz de las velas contemplé mi nuevo cuerpo.

Me quedé sin palabras ante lo que vi, era una joven de mi edad, sus ojos plateados carecían de brillo y su largo cabello parecía brillar con la luna, un cuerpo delgado y suave pero lo que más me llamó la atención fue la cicatriz que parecía una enredadera.

Comenzaba en mi corazón y partía hacia mi espalda, giré la cabeza lentamente para ver mis brazos llenas de ramificaciones, aunque estaba segura que en realidad eran las venas que corrían por el cuerpo.

Era Lichtenberg, lo escuche una vez en los documentales que veía, aunque estas debían haber desaparecido a los pocos minutos del accidente, estas quedaron en mi cuerpo siendo marcadas.
Voltee para ver mi espalda mientras sostenía mi cabello suave.

El resultado fue incluso más intenso, toda mi espalda estaba llena de Lichtenberg.

No sé cuando caí al piso sin fuerza, ni siquiera sentí el impacto en mis piernas que fue fuerte, simplemente me quedé ahí, contemplando aquel cuerpo marcado.

El vestido ajustado a mi cuerpo cubría hasta mi cuello, no había comido nada y seguramente tampoco podría hacerlo a causa del corsé ajustado, unos guantes a juego con mi ridículo vestido y unos zapatos con tacón alto que pensé que caería en el primer paso que diera.

-Princesa, Su Alteza Klieb vino a verla.

El mayordomo soltó esas palabras como si fueran una orden de que atendiera con prisa al invitado.

Solté un largo suspiro que pensé que todos me habían escuchado, camine durante tres minutos controlando mis pies para no caerme hasta que por fin llegué a una gran sala de estar.

Me quedé parada frente a un sujeto de cabello cenizo y de ojos verdes que me contemplaron preocupados. Me sorprendió ver que alguien estaba realmente preocupado por este cuerpo.

-Luna... ¿Cómo te sientes?

Su voz suave lleno todo el lugar, ambos nos habíamos quedado solos pero aún así no pude responder porque, no sabía qué clase de educación tenían este mundo, aunque leyera muchas historias de edad media nunca me imaginaba la cortesía entre nobles.

Así que me incline tomando las puntas de mi vestido.

-Saludos a Su Alteza.

Mis palabras fueron frías y sin ganas, era raro ver que el príncipe tenía amor por la villana cuando en el libro nunca la miró así, aunque tampoco estaba segura pues siempre se enfocaron en Junny.

Su semblante fue serio pero no cambió su suavidad en sus ojos.

-Por favor, siéntate, debes estar cansada, apenas me dijeron que abriste los ojos vine en cuanto pude.

Me quedé en silencio pero tampoco me moví, aquel vestido era incómodo y simplemente quería irme a dormir.

-Gracias por su preocupación, pero puede ver que me encuentro en buen estado.

No me importaba si me creía o no pero yo quería que se fuera.

Klieb cerró los labios en una fina línea y negó con la cabeza.

-¿Estás bien Luna? -esta vez su voz sonó realmente preocupada-, puedo traer al doctor del palacio si lo pides.

Me parecía extraño que fuera amable, seguramente porque Luna era a su manera una buena candidata a emperatriz pero ya no era Luna.

Negué nuevamente con una fina sonrisa, su semblante no mejoro.

Hasta que alguien abrió la puerta.

-Duque Whither, me alegro verlo.

Un hombre de edad avanzada camino tan recto como pudo, su cabello cano y sus ojos azules eran lo más interesantes de él, su falsa sonrisa hizo una excelente aparición.

Mi cuerpo se tenso al instante mientras sentía como unos dedos largos y fríos tomaban mi hombro apretando en forma de advertencia.

El cuerpo recordaba las acciones de la antigua poseedora, lo único que hice fue tensarme y bajar la cabeza sin sonreír.

-Su Alteza, muchas gracias por venir, lamento que mi hija lo preocupara, seguramente está lleno de trabajo y aun así la visita.

Sus dedos se hundieron con más fuerza en mi hombro, que tipo más nefasto, leí la novela pero esto no tenía nada que ver conmigo.

-Agradecía al príncipe por sus amables palabras y sus buenos deseos para recuperarme.

Mis palabras sonaron secas pero contenían formalidad, aun así eso pareció no bastar así que los dedos se estremecieron alejándome de los dos individuos.

El duque se acercó y se sentó casualmente en el sillón para hablar con él joven.

-¿No te vas a sentar? -su voz fría fue como una orden.

-Sí, padre.

Tome asiento junto a él sin poder alzar la mirada, aun con ello sentía como el príncipe no dejaba de verme.

-Esta joven no dejaba de preocuparse por los asuntos de la casa real, le dije que necesitaba descanso después de lo que paso -mintió el duque con descaro-, al menos el sentido de responsabilidad en ella es muy alto.

-Luna deberías descansar -la amigable voz de Klieb me hizo verlo-, la próxima vez salgamos juntos, eso te relajara.

-¡Que buena idea! -ánimo el duque al príncipe aplaudiendo-, pronto será el baile real, necesitaras nueva ropa.

No entendía sus pensamientos, ser un duque significaba tener riquezas y poder pero, ¿por qué usar a su hija de una manera tan descarada?

-Seria agradable ir con Su Alteza -finalicé con una sonrisa agradable para ambos.

-De acuerdo, en dos días un carruaje pasara por ti, espero con ansias salir juntos.

No estaba segura de que mintiera pero era raro que quisiera acompañar a una dama a comprar ropa y entonces supe que una larga línea en su rostro preocupado era geniuno.

La Bailarina Del DragónOnde histórias criam vida. Descubra agora