8. Coroides

573 52 62
                                    

Cada paso le costaba una eternidad, como si la puñalada en su corazón volviese a abrirse; pero Natasha no iba a dejar de moverse. Tenía una meta y la iba a cumplir, vería a Steve aquella misma noche.

Bien merecido lo tiene por intentar drogarme.

Para hacerse un poco más ligero el camino, pensaba en su hermana quien ahora reportaba sus signos vitales a F.R.I.D.A.Y. Una vez que se quedó dormida, la conectó a los monitores mientras la inyectaba con un potente anestésico.

Ya me perdonará.

Se sostuvo por un momento contra la pared; respirando profundamente. El dolor tenía que pasar en algún momento. Podía haberse quedado a ver el código que ISIS había proporcionado, pero no era capaz de dejar de pensar en Steve. Abrió cada una de las puertas con la tarjeta de Yelena, apretando los labios para no hacer ningún sonido o ser descubierta.

Oh, dios santo. ¡Steve! ¡Lo siento tanto, corazón!

Haciendo uso de todas sus fuerzas, Natasha se acercó a la cama donde el soldado yacía. El vendaje cubría una amplia parte de su pecho desnudo, así como su cabeza. No tenía idea de la extensión de sus heridas porque nadie había querido decirle.

¿Qué habrá pasado con María?

Había intentado exigir respuestas a Fury, pero Yelena se negó a que alguien tuviese contacto con ella para otra cosa que no fuese el código, así que ver a Steve de esa manera la desarmó por completo.

—Amor mío...—susurró, tratando de no llorar—No debiste haberte lastimado de esa manera.

Logró llegar a la cama, intentando sentarse junto a él pero eso solo conseguía que sus heridas le dolieran cada vez más. Aquellas camas de hospital estaban construidas por Tony para que sus compañeros tuvieran comodidad, incluyéndose a sí mismo; así que la espía no lo pensó dos veces antes de acomodarse en la cama junto a él.

—Te quiero, Steve Rogers...no importa lo que haya pasado, o lo que vaya a pasar. Yo a ti te quiero, como nunca he hecho con nadie.

Jamás había estado en esa posición, donde era ella la que tenía que cuidar a un Steve tan herido. Aunque él solía ser quien más exponía su integridad física en las batallas; Natasha tenía muchos más daños, la mayoría de las veces.

—Nos hemos confiado mucho en ese maldito suero—dijo la espía—Necesito que abras los ojos, corazón. No soporto hablar conmigo misma.

El cansancio de todos esos días comenzaba a vencerla, pero se negaba a cerrar los ojos. Tenía que mantenerse viendo a Steve, asegurarse que estuviese vivo.

—Nat...tasha—la voz del soldado la hizo alzar la cabeza, de su lugar, acurrucada junto a él—¡Natasha!

Steve estaba en un extraño estupor que hizo que la espía sintiese miedo. Con sumo cuidado, tocó su hombro para intentar despertarlo.

—¡Steve!—exclamó—Aquí estoy cariño, estamos en...—pensó decir "casa", pero ¿qué sentido tenía esa palabra ahora?—la base, nos encontramos en el hospital. Todo está bien.

No sabía si lo estaba; pero el pecho no dejaba de latirle a ambos así que esa era una buena señal, ¿no? Seguían con vida.

—¡No te vayas! ¡Natasha! ¡No te vayas!

—Pero...me quedaré aquí, corazón—le acarició el cabello con tristeza—No te abandonaré...—sus ojos se llenaron de lágrimas—No puedo hacerlo.

El soldado deliraba de fiebre. Una infección amenazaba con no despertarlo, por más que el suero trabajaba incansablemente en él. Steve no era inmortal.

Ser tus Ojos || ROMANOGERS || Lady Evans x AsterieWhere stories live. Discover now