VI

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Esa cosa no fue fácil de quitar y se rindió en pocos minutos.

De todos modos, probablemente estaba exagerando porque nadie pareció notar las zonas brillosas.

Y si lo hicieron, no comentaron al respecto.

Pudo concentrarse lo suficiente para trabajar normalmente el resto del día, ignorando activamente cualquier cosa relacionada con Patricia y evitándose algún sentimiento raro.

No estaba funcionando del todo, la sensación desagradable todavía burbujeaba levemente en su pecho.

Al menos la jornada laboral ya estaba por terminar.

—Apúrese con ese papeleo, Sandra—. Dijo Mariana, levantándose de su puesto. —Le entregaré este informe a Doña Marcela, y nos vamos a la casa—

—Ya casi termino—. Asintió tranquila, revisando que todo estuviera en orden.

Sumergida en su trabajo, no notó la presencia en frente suyo hasta que una mano se acercó a su rostro, tomándola por sorpresa.

Naturalmente, se asustó y golpeó por reflejo antes de que pudiera alcanzarla.

—¡Ay!, no hay necesidad de tanta agresividad—. Patricia siseó, sobando su mano, dividida entre reírse o molestarse.

Decidió lo primero, sobre todo por lo rápido en que sus mejillas se sonrojaron al reconocerla.

—Entonces no se acerque así—. Bufó de vuelta, blanqueando los ojos e ignorando el calor en sus mejillas.

—Pues perdón, no quería asustarla—. Murmuró con una media sonrisa, apoyándose en el escritorio.

Había pensado tratar de tocarla nuevamente, pero no lo hizo al notar unos cuantos empleados de limpieza a sus espaldas.

Una lástima, los nervios de la contraria estaban por los cielos y cualquier acercamiento obtendría una reacción inmediata.

Con suerte sería más agradable que un golpe.

Sandra gruñó suavemente, molesta por lo complacida que sonaba. —¿Qué no tiene algo más que hacer además de molestarme?—

—Estoy esperando a Marce y Hugo—. Reclama. —Además, no la estoy molestando, solo me acerqué amistosamente y usted me golpeo—

Se contuvo de hacer un puchero, moviendo un dedo acusatorio en su lugar.  

No obtuvo más respuesta que una ceja enarcada y otro "golpe" para apartar su dedo. 

—Y sepa que no pega suave—. Refunfuñó, sobre todo por la nueva palmada que fue igual o más fuerte que la anterior.

La risa entre dientes que recibió solo la hizo resoplar poco disimuladamente, deteniendo otro reclamo cuando Sandra entrelazó sus dedos.

—Pobrecita, ¿quiere un beso para que se mejore?—. Arrulló burlona, llevando la mano a sus labios.

—No sea boba—. Pese a su tono molesto, no trató de retirarse cuando un beso se plantó en el dorso de su mano.

Podía sentir una sonrisa no reprimida presionada contra su piel, además del hormigueo cálido una vez que se retiró. Sin embargo, sus manos no se soltaron.

Si antes su sonrojo no era visible, ahora lo era.

—¿Mejor?—. La sonrisa burlona no desapareció de su rostro, contenta con haber cambiado las tornas.

Siempre era divertido ver a Patricia perder su fanfarronería y sonrojarse hasta las orejas por pequeños gestos.

—Muy graciosa—. Aún así, no trató de retirarse, limitándose a apretar ligeramente el agarre.

"Que nadie vea"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora