3 Shot- Sólo de vez en cuando

6K 38 0
                                    

Tengo bajo control mis fantasías sexuales, y en general, no soy partidaria de llevarlas todas a la práctica. Las fantasías sexuales son el combustible necesario del sexo, pero hay que cuidarlas porque a veces, si se utilizan con profusión, se agotan.

A mí, al menos, me ocurre. Si las pongo en práctica muy a menudo, tengo comprobado que el umbral de mi excitación sube y cada vez me cuesta más llegar a un umbral sexual aceptable a partir del cual dejarme llevar. En el sexo hay cosas con las que una puede areglarselas con la imaginación pero cuesta, —o no le gusta—, manejarlas en la realidad.

Además, si todo lo que sueñas lo conviertes en realidad, ¿qué usas después como lubricante masturbatorio?

Lo asegura una, que se masturba muy a menudo. No, hay cosas que deben quedar para la imaginación.

Dicho todo esto a modo de introducción, sí hay una cosa que exijo a mis amantes: que se afeiten el coño. Si no lo tienen afeitado, se lo afeito yo. Es lo único que pido, es lo único que necesito para excitarme a gusto, y creo que no es mucho.

Lo demás ya lo improviso, o lo improvisamos y, después de eso, naturalmente hay algunas que se entregan más y otras menos, hay algunas que me gustan más y otras menos, con algunas la cosa va bien y con otras no, como le ocurre a todo el mundo.

Pero, en todo caso, si quieren repetir conmigo y ponerse en mis manos y, desde luego, en mi lengua. Quiero ver, sentir y comer un coño que sea tan suave y liso como si nunca hubiera sido usado. Y mientras follen conmigo lo llevarán afeitado, aunque sean amantes ocasionales...

En la vida lo mejor es tener una amante semifija con la que no se conviva y, si es posible, amantes ocasionales. Ambas situaciones no son incompatibles con enamoramientos puntuales que conviertan en fija, por un tiempo, al objeto de ese amor.

Pero no hay deseo, ni amor, que pueda durar siempre y ni siquiera un tiempo.
Pasado un tiempo, el sexo se convierte en una obligación mecánica y el amor se convierte en amistad en el mejor de los casos. Esto es inevitable y lo mejor es tratar de adecuar la propia vida a esa inevitabilidad.

Yo estoy soltera por épocas pero, esté como esté, hace años que Mara es mi amante semifija. Una amante para la fantasía.

Hay veces que me da por llamarla cada día, hay épocas en las que me enamoro y ella se me olvida, hay momentos en los que tengo otras ocupaciones y el sexo pasa a un segundo o tercer plano, pero lo cierto es que Mara siempre vuelve. Vuelve a mi cama y, aunque no se lo digo, Mara siempre termina por ocupar también mi cabeza.

No comparto mi vida con ella, ni tampoco mis sentimientos. No comparto la cotidianidad, ni las penas o alegrías; con ella comparto una parte de mis fantasías sexuales.

Ella tendrá su vida, de la que yo no conozco mucho pero, sea la que sea la que tenga, siempre consigue hacerla compatible conmigo. Cuando la llamo, a cualquier hora, en cualquier época del año, tenga lo que tenga que hacer, jamás dice que no puede, ni intenta tampoco dejarlo para otro día y otra hora; siempre está ahí para mí y supongo que eso es lo que la convierte en imprescindible en mi vida, y supongo también que eso lo sabe; y, finalmente, tengo que suponer que le gusta.

Nunca tengo que preguntar «¿Puedes?» o «¿Te viene bien?». Nada de eso, después del «Hola, ¿cómo andas?, ¿algo nuevo?» o cualquier otra pregunta insustancial, le digo «El martes a las ocho», y ella responde: «okey, ahí estare».

El martes a las ocho llamará a mi puerta, estoy segura de que perfectamente, porque sigue siendo mía. Después de eso, depende. Depende de mis ganas, que varían mucho de un día a otro; depende de muchas cosas.

A veces, si le dijera de qué depende que yo prefiera una cosa u otra es posible que ella misma se quedara asombrada. Mis ganas están en función de algo tan tonto como que aparezca en mi puerta con falda o pantalón.

Relatos Lesbicos ~ ShotsWhere stories live. Discover now