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NIAM

Nueve días.

Nueve días sin ella.

Nueve días sin mirarla.

Nueve días sin escucharla.

Y ya llegué a mi punto límite.

—Niam, cariño, tranquilízate. —me pide mamá mientras meto todo en la mochila como si los cuadernos tuvieran la culpa de este problema.

Mi habitación es un puto desastre, y en mi mente ya digo palabrotas, así que...

Creo que voy a enloquecer si no veo a Kela pronto.

No solo verla, necesito saber si está bien, porque la última imagen que tengo de ella en mi cabeza es sus ojos oscuros y aterrados, y el cuerpo tenso de pies a cabeza.

—Mamá, esto es... —busco las palabras correctas, no quiero pagar mis frustraciones con ella—, no sabes lo mucho que adoras la voz de alguien hasta que dejas de escucharla y el silencio es insoportable.

—Lo sé, sé cómo te sientes, pero necesitas respirar hondo, y pensar antes de actuar.

Pensar, claro, como si pudiera hacerlo.

—Justo ahora no puedo pensar, no creo tener la capacidad de pensar. —Volteo a mirarla, ella luce tan serena que me da envidia—. Imagina que la persona que quieres de un momento a otro se encierre sin dar una explicación. La incertidumbre aumenta la impotencia, la frustración, la preocupación, lo que empeora todo. ¿Y sabes cuál es el problema? Ella es tan testaruda, terca, siempre quiere hacer todo sola, y... me tiene loco. Loco, mamá. ¿Cómo voy a ayudarla si...?

—Esa es la cuestión, cariño, no siempre se trata de ayudarla o empujarla hacia el frente cada vez que su semblante decaiga. —dice con suavidad.

—¿No? ¿Entonces qué hago? ¿Quedarme esperando a que «se le pase» y ya? No creo que eso sea muy sano, si me lo preguntas.

Se deja caer sobre el colchón, palmea el lugar a su lado y suspirando me siento junto a ella.

—Mamá, no creo poder escuchar charlas psicológicas justo ahora.

—No te pregunté si podías o querías, cierra el pico y escúchame.

—Es que...

—¿Quieres que te meta la cara en la ropa que no has lavado? Porque créeme que estoy tentada a hacerlo desde la semana pasada.

La miro mal.

—De acuerdo, tienes toda mi atención, madrecita querida.

—Voy a ignorar tu sarcasmo solo porque no quiero perder el hilo de lo que voy a decir. —rueda los ojos.

La vuelvo a mirar mal, pero ella finge no notarlo.

—Niam, querer a una persona significa estar con ella aun cuando todo esté oscuro. En ocasiones las personas no necesitan ser salvadas o ayudadas, sino acompañadas. —Explica poniéndome la mano en la mejilla.

—¿Cómo sabré qué le sucede si no...?

—Incluso cuando su rostro demuestre que no están bien, es mejor abstenernos las preguntas y solo estar allí.

Trago grueso, y bajo la mirada.

—Pero ¿qué pasa si no me gusta verla en la oscuridad?

—Niam, el mundo no es solo luz, y eso no tiene por qué ser algo malo. Piénsalo, sin oscuridad no se pueden ver los cometas, y sin luz no se puede admirar bien el paisaje. Ambas son necesarias, nuestra vida es...

BICOLOR [En proceso]Where stories live. Discover now