Capítulo 2: Lo imposible

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Tan solo hay una cosa que puedes hacer cuando ves a un despojado:

Correr.

Los músculos de tus piernas son la única arma que puede, con suerte, salvarte de un encontronazo con una de esas criaturas malditas.

Tienen forma humana, pues una vez fueron dámaros, pero su piel ha sido arrancada y lo que queda en su lugar es músculo sangriento, que nunca cicatriza, pero que tampoco los mata del todo. Están demasiado cargados de energía como para morir, repletos de la fuerza vital de cada una de sus víctimas.

—¡Tori! —el grito de Cas en mi oído me provoca un pitido, pero me recuerda que me he quedado paralizada, viendo cómo avanzan vigorosos hacia nosotros. Son tan horrendos con sus rostros en carne viva y su velocidad inhumana que me he quedado petrificada.

Cas me agarra del brazo y tira de mí hacia el edificio. Nos chocamos con otros estudiantes en las puertas demasiado estrechas para que quepamos todos a la vez. Me propinan un codazo en las costillas que me hace ver las estrellas, pero al menos no estoy a merced de una despojada. Eso debe doler mucho más.

Cierran las puertas tras nosotros y escucho gritos y golpes al otro lado de esta, y no puedo creer que François, el profesor que nos ha empujado hacia el interior, titubee sobre si abrir o no.

Queda gente ahí fuera.

Escuchamos unos rugidos inhumanos y tan profundos que se me meten en el tímpano hasta ponerme la piel de gallina.

—¡Subid!

Nos grita François, ignorando los alaridos de los que le piden que abra la puerta. Activa los cierres de seguridad de esta y varias barras de acero cruzan la superficie de un lado a otro.

Corremos hacia la planta de arriba y nos apretujamoscontra uno de los ventanales que tiene vistas al jardín de la entrada.

Los despojados tienen a una chica tirada en el suelo cerca de la valla que circunda la escuela. Le han arrancado la camiseta y entre los dos le lamen la piel del estómago arrancándosela con su lengua de lija mientras la joven aúlla de dolor y se retuerce. Setrata de Sofie Tucker. Va a nuestra clase.

El tercer despojado ha llegado a la puerta y coge al muchacho que la golpeaba desde fuera rogando que le abriéramos. Lo empuja contra la superficie y le levantan la camisa para lamerle la espalda, arrancándole la piel lamida a lamida.

Se me revuelve el estómago y noto un sabor a bilis en la boca...voy a vomitar. Las puertas están más blindadas que la cámara de un banco, pero los despojados parecen fuertes y en cuanto terminen con los dos estudiantes van a venir a por nosotros.

—Vamos a morir —susurra Cas a mi lado.

—Tenemos que llegar al búnker —dice Harold a nuestro lado, pero petrificada no puedo apartarme de la ventana.

—Han cerrado la escotilla del búnker con nosotros fuera —nos informa Drake López, a nuestra espalda. Está sin resuello porque acaba de llegar corriendo del sótano donde está situada la habitación de pánico de la que nos han dejado fuera.

—Esperad aquí. Voy a invisibilizaros a todos —anuncia, y salta los escalones de dos en dos hacia el grupito que gimotea junto al profesor tras la puerta.

—Drake —lo llama, Cas. Debe estar preocupada por su hermano. Drake es el único élite entre los presentes y su poder le da ciertas responsabilidades, que pueden incluir sacrificar su vida para enfrentarse a los monstruos.

En ese momento,registromovimiento por el rabillo del ojo y vuelvo la vista al exterior. Evans aparece justo en el centro del jardín. Lleva una camisa azul de cuadros con rayas negras que explica el destello que vimos en video de la cafetería.

Mi Piel DámaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora