- Capítulo veintisiete -

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Al principio papá me miró completamente sorprendido y parpadeó varias veces para asegurarse de que no estaba soñando. Le contamos la que había sucedido, bueno, en verdad Jensen le contó, con una calma que lo distinguía de cualquier otro ser humano y con una paciencia que nadie tenía. Papá nos preguntó por qué habíamos mantenido esto en secreto, ya que no había una razón justificable. No supe qué decir, pero Jensen volvió a salvarme diciendo que no estaba seguro de si funcionaría y que no quería preocupar a mi padre y mucho menos llenarlo de ilusiones si luego fracasaría. Mi padre tardó unos minutos en procesar todo, hasta que finalmente tomó su frazada y nos invitó al auto. Fuera el ambiente estaba realmente frío, era plena noche y no pude evitar buscar la luna, y cuando la encontré brillando única en el negro cielo, mi corazón comenzó a acelerarse, pero se calmó rápidamente en cuanto Jensen apoyó si mano en mi hombro y me sonrió.

Puse los brazos en jarra porque el viento frío atravesaba las roturas de mi sweater, y me pregunté por qué lo sentía tanto. Al parecer Jensen también tenía frío ya que llevaba un buzo y una bufanda. Cuando me vio, no dudó ni un segundo en quitarse el abrigo para dármelo, debajo llevaba una remera simple negra de mangas largas.

—Jensen, hace demasiado frío, no puedo aceptarla —dije mirando el buzo. Pero él no dijo nada, aunque tampoco se volvió a poner el buzo, sino que seguía ofreciéndomelo. Al final, decidí ponérmelo, y juntos caminamos hacia el auto.

Al subirnos, el silencio nos inundó. Papá encendió el motor y esperamos unos minutos antes de que el auto se pusiera en marcha. Cuando el paisaje del otro lado mi ventana fue cambiando a más y más árboles de diferentes tamaños, el sueño llegó a mí. Y me fue imposible mantener los ojos abiertos por más de cinco minutos.

Apenas sentí cuando nos detuvimos frente a mi casa, abrí los ojos y me encontré con el respaldo del asiento de adelante, me di cuenta que estaba durmiendo de costado y apoyaba mi cabeza sobre algo... Levanté la mirada para encontrarme con la pierna de Jensen y luego cuando moví la cabeza para mirar qué expresión tenía en su rostro, vi que estaba durmiendo y me pareció un pecado despertarlo en aquel momento.

—¿Qué hacemos? —susurró papá desde adelante. Me levanté y lo miré a través del retrovisor.

—¿Con Jensen? —Él asintió. Volví a mirar a mi amigo, que tenía la cabeza apoyada contra la ventana.

—No vas a dejar que duerma en el auto, ¿verdad? —volvió a preguntar. Negué con la cabeza.

Moví el hombro de Jensen y abrió los ojos lentamente. Cuando me miró, preguntó:

—¿Ya llegamos? —Asentí—. Bueno... —Un gran bostezó salió de su boca—. Probablemente debería irme... —Antes de que pudiera abrir la puerta del auto, lo detuve.

—Quédate a dormir, mira si te pierdes en el bosque o algo... —bromeé y escuché a Jensen y a mi padre, quien seguía allí, reír—. No quiero después andar pegando carteles pidiendo que te encuentren a cambio de una recompensa. —El auto se inundó de risitas de nuevo, y creo que nunca había sentido tanta paz como en aquel momento. Finalmente, Jensen terminó cediendo y los tres bajamos del auto.

—Bien, aquí tienes una colcha y una frazada, creo que estarás abrigado con esto —dije en voz baja acercándome al sillón donde estaba Jensen. Habíamos acordado que dormiría en la sala, y antes de ir a buscar algo para que se abrigara, hablamos con mi mamá y ahora todos se encontraban durmiendo. Seguramente con una sonrisa en el rostro.

—Gracias —dijo tomando todo lo que le había llevado. Las dejó sobre el sillón, a su lado—. ¿Cómo te sientes?

—Bien. Aunque aun no entiendo todo. —Jensen se encogió de hombros.

—Es solo cuestión de tiempo. —Asentí, y miré a mí alrededor sin saber qué más decir. Estaba cansada y quería dormir, pero tampoco quería moverme de donde estaba. Y al parecer Jensen tampoco sabía que hacer porque estaba mirándose las manos y jugando con ellas, algo que hacía cuando estaba nervioso.

Terminé por sentarme a su lado.

—Gracias, Jensen, por todo —le dije. Jensen dejó de mirarse las manos para clavar sus ojos en los míos, sonrió sin mostrar los dientes. Me acerqué a él y apoyé mi cabeza en su hombro—. ¿Qué crees que sucederá ahora? —pregunté, tomándole una de sus manos para que dejara de jugar con ellas, me estaba poniendo nerviosa a mí también.

—No lo sé —susurró.

—¿Crees que todo mejorará? —Jensen suspiró y tardó unos segundos en contestar.

—No. 


Al otro día cuando desperté, por un momento pensé que estaba llegando tarde al colegio y me había olvidado de prender la alarma. Pero luego recordé que era domingo, y cuando estaba por taparme de nuevo con las sábanas me di cuenta de que aún llevaba el buzo de Jensen. Entonces decidí levantarme para ir con él. 

Bajé las escaleras, no se escuchaba más que mis pasos, así que deduje que todo el mundo seguía durmiendo. Jensen seguía enredado entre les sábanas sobre el sofá. Tenía un brazo estirado hacia fuera y la boca abierta. Se veía tan inocente que debía pensar en alguna manera cruel para despertarlo.

Decidí ir a la cocina y tomar un vaso, llenarlo de agua fría. Bueno, tal vez no era tan cruel, pero mi mente estaba tan marchitada a esa hora de la mañana que no podía pensar en nada mejor. Me acerqué a él despacio y le tiré el agua en el rostro, provocando que se sobresaltara y diera un grito ahogado, miró hacia todos lados desesperado, y me fue imposible no reírme. Se dio cuenta de la broma y lo único que hizo fue mirarme de una manera despreciable. 

—¿En serio, Gabby? ¡Esa agua estaba helada! —Seguí riendo al escucharlo hablar tan ofendidamente. Cuando pude parar, mi rostro estaba empapado en lágrimas.

—Lo siento —dije mirándolo, y aunque trató de no sonreír, se rindió.

—Te odio —susurró quitándose las sábanas de encima—. No creas que esto va a quedar así. — Me señaló con el dedo, como si estuviera amenazándome. 

— Oh, Jensen, te tengo tanto miedo. — Dije sarcásticamente. Jensen no contestó, en su lugar se me quedó mirando sonriendo.

— Ya verás. — Susurró finalmente. Miró a su alrededor y puso las manos en su bolsillo —. Debo irme.

—¿Irás a la casa del bosque? —pregunté, él asintió.

—Sí. Debo contarles de que pudiste controlarte —explicó, me quedé unos minutos en silencio mientras volvía a procesar todo lo que había sucedido e instintivamente me miré las muñecas: no tenía marcas. Rápidamente me acerqué al espejo que estaba colgado en aquella sala y me miré las marcas que tenía en el cuello y rostro. Los moretones casi habían desaparecido y los cortes del labio y la frente ya no estaban.

—Las marcas, Jensen. Se han ido —dije dándome la vuelta sin poder ocultar mi felicidad—. ¿Eso quiere decir que ya soy parte de ustedes? —Él asintió.

—Lo más seguro es que sí. —No pude evitar sonreír—. Pasó muy rápido. —Sabía que tenía razón, pero no importaba. Había estado mucho tiempo pensando en cuánto tardaría en hacerme parte de su manada, y ahora estaba curándome más rápido de lo que jamás había imaginado—. Bueno, debo irme.

—Te acompaño —dije aún sin dejar de sonreír.

Caminamos juntos hasta la puerta y luego cruzamos el pequeño jardín que apenas tenía plantas hasta llegar a la vereda. Me di cuenta que aún llevaba el buzo de Jensen.

—¿Lo quieres? —pregunté ya tomándolo por el borde para quitármelo, pero Jensen negó efusivamente con la cabeza.

—No. Quédatelo. Te sienta bien. —Sonreí tímidamente, y Jensen se acercó para abrazarme y darme un beso en la frente—. Hablamos luego, ¿sí? —Asentí—. Te quiero.

—Yo también te quiero, Jensen —correspondí, me regaló una sonrisa más y se fue caminando.

Esperé a que se hubiese alejado lo suficiente para darme la vuelta y volver a mi casa, pero me quedé estupefacta al ver que Lex estaba sentado sobre las escaleras de su casa, mirándome, con cara de pocos amigos. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba ahí?

MoonlightWhere stories live. Discover now