Capítulo 4

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Ambos caminaban por las calles de París, con sus manos entrelazadas. Ese tipo de momentos son los que anhelaban. Querían congelar el tiempo y quedarse allí. Juntos. Lejos de las preocupaciones, de los problemas...
Finn estaba muy agradecido de haber encontrado a su compañera. Estaba agradecido por estar con ella en ese maravilloso lugar, pero las circunstancias le impedían ver lo positivo de ciertas cosas. Él también lo estaba pasando mal, lo estaba sintiendo por los dos. Odiaba lo que habían hecho y mucho más lo que la habían hecho. Todavía no podía llegar a entender cómo pudieron ser capaces de ello. Por más que lo pensase, no encontraba respuesta. Aunque en el fondo, muy fondo, ambos los seguían amando. Eran su familia. Y sería algo de lo que no se podrían deshacer tan fácilmente. Necesitaban tiempo, mucho.

—¿Crees que habrá llegado ya?— Finn preguntó, a la vez que se encontraban más cerca de la casa del de pelo rizado.

—Supongo que sí. Apolo dijo que llegaría por la mañana.— Se encogió de hombros, colocándole sus gafas de sol a él. —Te quedan bien, estás muy guapo.

El pecoso no pudo evitar sonreír, provocando que los hoyuelos de sus mejillas se hiciesen presentes. Era una de las cosas que más le gustaba de él, esa sonrisa sincera. Tan bonita que dolía. Al final, terminó contagiándosela y ambos se encontraban sonriendo. El pecoso rodeó sus hombros con su brazo y la atrajo hacia él, depositando un beso en su cabeza, a la vez que continuaban caminando.
Pocos minutos después, llegaron a su destino. La pecosa golpeó suavemente la puerta con sus nudillos y esperó impaciente una respuesta.

Bonjour.— saludó, animadamente, el de pelo rizado, a la vez que abría la puerta.

Bonjour, y todo eso, pero quítate.— Vicki lo ignoró, entrando, con cierto entusiasmo, a la casa.

Apolo miró a Finn, pero éste estaba demasiado ocupado en intentar disimular la ganas que tenía de reírse. Ante esto, el de pelo rizado rodó los ojos y se hizo a un lado, para que pudiese entrar también.

—¡Gina!

—¡Vicki!— La rubia posó bruscamente la taza de té sobre la mesa y se levantó rápidamente para abrazarla.

Mientras ambas amigas se fundían en un cálido abrazo, los dos chicos las miraban con el ceño fruncido. Hasta que el de pelo rizado volvió a hablar.

—Sois conscientes de que solo lleváis sin veros una semana, ¿no?

—Ha sido demasiado.— dijo Gina, con su brazo alrededor de los hombros de la pecosa.

—He estado a esto...— Juntó sus dedos índice y pulgar. —de ir a buscarte.

—Pero si no te has acordado de ella en toda la semana.— susurró Apolo. —Mentirosa.

—Polito, que te den mucho por el culito.— Vicki le mostró el dedo corazón.

—Oh, qué poética.— contestó, sarcásticamente, llevándose una mano a la cabeza. —Qué tiemble Oscar Wilde.

—Cada día estás más gracioso.— forzó sarcásticamente una sonrisa sin mostrar los dientes. —No irás a clases de comedia, ¿no?

—Voy a ignorar tu ataque repentino e iré a prepararme para salir.— Se dirigió hacia las escaleras.

—Ah, ¿qué no estabas listo ya?— Señaló su colorido pijama.

El de pelo rizado no pudo evitar, de nuevo, mostrarle el dedo corazón y, acto seguido, comenzar a subir las escaleras. Dejándolos completamente solos en el salón.

—¿Eso ha sido un sí o un no?— Los miró con el ceño fruncido, y agachó levemente la vista, ya que era unos centímetros más baja, para mirar a Gina; la cual tenía el brazo alrededor de su cintura.

𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn ShelbyWhere stories live. Discover now