INFINITY

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Leer con «Making love out of nothing at all» de Air Supply.

No eran perfectos, no eran los mismos segundos después de que se conocieron.
Sus miradas chocaron como cuan satélite se estrella sobre la tierra y un instante después, lo supieron.

Caminaban de la mano como dos enamorados que veían en cada uno lo que le complementaba. No había espacio ni pensamientos para críticas, sabían que su relación era prohibida, que el mundo colisionaría cuando supieran de ello.

Pero aquella realidad no les quitó el sueño y fue aquel acto de amor, lo que la llevó a ella a decir el «Sí».

Tomados de la mano, caminando en aquel prado bajo el atardecer de aquel verano, aquel último verano. Su mano tocaba con calidez y ternura su mejilla, ella sonreía y él pensó que era la sonrisa más brillante del universo, habida y por haber. Su cabello naranja bailaba al son del viento suave y sus pecas hacían contraste con la luz brillante que se desvanecía en el ocaso. Sus ojos, los más hermosos que desafiaban el concepto mismo de la belleza, avellana, un avellana profundo que amenazaba con sacar de órbita los latidos de su insípido corazón. Un corazón que latía por y para ella.

—Mi amada—susurró él con anhelo y devoción—La más bella de las bellas, mi sol, mi luna, esta vida nunca será suficiente para cuan amor siento yo por ti. Mi aire, mi respiración, mis latidos, tú eres todo lo que soy, moriría mil veces si eso significara volverte a encontrar en cada vida. No hay segundo en el que no piense en tí, no hay manera de revocar todo el amor, afecto y gratitud que siento, podría desfallecer en este momento y cada particula de mi ser estaría agradecido por cuanta maravillosa vida he vivido contigo. Tú lo eres todo, Evangelhy.

Sus lágrimas rodaban con fluidez como el nacimiento de un río. Él negaba con la cabeza, con una sonrisa y le extendía sus brazos. Ella no dudo ni un segundo y corrió hacia él, era un paraíso, su lugar seguro y cuando la noche cayó, él, con un traje negro como el que siempre habituaba y un pequeño sombrero, quedó deslumbrado ante aquello que vió.

Creía que no había momento en el que ella no estuviera hermosa, pero aquella noche, la vió brillar más que a cualquier estrella dentro de aquel vestido azul corte sirena, sus hombros estaban descubiertos y su cabello iba recogido en un moño redondo elegante. No podía creerlo, su corazón amenazaba con salirse y cuando aquella mujer sostuvo sus manos con una sonrisa tímida, supo inmediatamente lo que tenía que hacer.

La llevó a un museo e hizo que pinten su retrato, proclamándolo como el significado de la belleza, la bondad y honestidad. Él bailó con ella en aquel techo estrellado y cuando ella dijo esas palabras, una lágrima rodó por su mejilla izquierda.

—Te amo, Lucifer. En esta vida y mil más.

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