。゚❁۪Capítulo 01 ུ °

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La luna brilló como el sol mientras extraía las almas de los desgraciados aquella noche. Hubo un silencio de penumbra, porque los gritos altos no fueron nada más que eso, altos no fuertes.

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Hoy sería el gran día, tal y como su padre le había dicho.

La primavera ya había llegado y junto con ella también una unión que él jamás pidió.

Su piel parecía arder de tan solo pensar en lo que se aproximaba. Su padre había sido certero en ese tema, él no tenía voto u opinión. Sólo debía obedecer.

¿Pero qué omega tiene opinión en algo?

Él no sería la excepción.

Louis, nombrado como la madre luna. Un bello omega de ojos zafiro hermosos como el azul del cielo antes del atardecer. Louis había sido bien dotado de todo menos melodía.

Una noche en invierno, antes de la muerte de su madre, el pequeño omega caminaba por los largos pasillos de aquel palacio que lo tenía enclaustrado. Nadie sabe qué le pasó o qué fue lo que vio, lo único que se sabe es que su voz, esa hermosa melodía había desaparecido de su interior.

Esa noche cuando la luna resplandeciente los veía desde lo alto, esa noche cuando los dioses decidieron el fin de la reina, dejando un palacio vacío en la penumbra. También un niño había sido llevado, pero no en cuerpo o espíritu. Se habían llevado su voz, nadie supo quién o qué, pero desde esa noche nadie jamás volvió a oír la voz del niño castaño de ojos azules, nadie nunca más volvió a escuchar al príncipe hablar.

Malditas sean las sombras de aquel palacio que se llevaron lo que no le pertenecía. Dejaron un palacio desolado con un rey con el corazón roto.

Un rey que con los años se volvió despiadado e injusto. Regocijándose en el poder y lastimando a su pueblo, a su gente, a aquellos que se suponía debía proteger.

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—Se ve hermoso, príncipe. No esté triste —le dijo su nana. Aquella mujer de cabellos opacos y ojos cansados por los años.

Louis se limitó a verse en el gran espejo de su habitación.

La túnica blanca que vestía no parecía para nada una de unión, parecía más una de noche, con sus tirantes delgados, sus hombreras descubiertas y tela transparente, tapando apenas su cuerpo, solo lo debido de lo adecuado.

Las joyas doradas en forma de serpientes que adornaban sus brazos, cuello y cabello, se veían hermosas, mostrando una máscara de lo que sentía ahora.

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