➡️ Capítulo 6: Nieves es real.

129 16 3
                                    

― ¿Podemos no comer aquí hoy? ―pregunté a Rubén, quien ese día llevaba un traje de Papá Noel. Era apenas el primero de diciembre, pero él ya me había deseado cinco veces feliz navidad.

―Pero este lugar es bueno, señor Luna. ―no odiaba que me llamara así. En realidad, había comenzado a gustarme.

―Lo sé, Rubén, pero comienza a aburrirme.

En realidad, el cambiar de lugar no me emocionaba. Yo era una persona de rutinas, no de situaciones inesperadas.

Odiaba viajar, mudarme de casa, cambiar de trabajo y comer en otros lugares.

Odiaba lo diferente. Para mí lo diferente era imperfecto.

Aún así, ese día la mirada de Willy me estaba quemando. Los últimos días había crecido una tensión entre nosotros que incluso Rubén, que siempre parecía estar en su propio mundo, notó.

Sabía que mi amigo estallaría en cualquier segundo, y yo solo estaba intentando proteger a Rubén.

―Podemos ir a casa si quieres. Nieves dice que le agradas.

Durante todo el tiempo en el que llevaba conociéndolo no había visto a su compañera ni una vez, lo cual me hacía pensar que era solo un invento más de su perturbada mente. No me habría impresionado que así fuera.

Acepté ir junto a él tres veces, su número favorito del día. Le dije a Luzu que regresaría a tiempo y me creyó.

Si había tiempo involucrado mis promesas siempre eran cumplidas.

Su casa estaba a tan sólo cinco minutos del café, pero yo nunca la había visto. Desde pequeño mis rutas habían sido establecidas y dar un giro erróneo no estaba permitido dentro de mi cabeza.

Esa es la razón por la que nunca noté la pequeña casa rosa en medio de aquella calle desolada cercana a un bar.

― ¡Bienvenido! ―exclamó mi amigo al abrir la puerta del lugar, la cual poseía un viejo cerrojo que no consideré seguro. ―Cortaron la luz hace dos semanas y Nieves dice que debo guardar las velas para la noche, pero no te preocupes, a los monstruos de las galletas que viven bajo las mesas sólo les gustan los helados...

Reí ante su aclaración, pues no tenía sentido alguno para mí, pero para él sí.

Nunca había amado las imperfecciones, pero las de Rubén me encantaban.

― ¿Rubén? ―escuché a alguien llamarlo desde alguna parte. Debo admitir que no se necesitaban luces en aquella casa repleta de grietas.

Rubén solo rió, tomó mi mano y me guió hacia la cocina. No me importó tropezar dos veces con las tablas ahuecadas del suelo, pues estaba demasiado ocupado pensando en la sensación que nuestro contacto me producía.

La cocina habría resultado acogedora de no ser por la suciedad que allí se extendía y el calor sofocante que la dominaba. Había una margarita marchita sobre el refrigerador, lo cual supuse había sido idea de Rubén, y me arriesgo a decir que era ese pequeño detalle lo más hermoso del lugar.

Una chica, la cual supuse era Nieves, estaba de espaldas a nosotros intentando encender la cocina. Llevaba puesta una enorme camiseta blanca, y en su piel blanca había gotas de sudor.

No tuvo éxito en su tarea.

―Pensé que estarías con Samuel, Rubén... ―aún nos daba la espalda, pero en su voz noté una tristeza ahogada.

―Estoy con Samuel. ―la corrigió con una sonrisa mientras me abrazaba fuertemente, lo cual fue una gran sorpresa.

Rubén nunca me había abrazado, pero en ese momento me encantó que lo hiciera.

Seguirte o Perderte | Rubegetta | AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora