➡️ Capítulo 7: Lo que pasaba por mi cabeza.

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Mi mente era algo que no podía controlar.

Mientras escribía las diez páginas diarias de mi libro pensaba en que necesitaba redactar párrafos pares, y que cada línea debía poseer una cantidad impar de palabras. Si no lo hacía me decía a mí mismo que no tendría éxito, aunque no es como si esta estrategia me hubiera funcionado en anteriores ocasiones.

Cuando terminaba mi tiempo libre y comenzaba mi rutina para dormir, mi mente decía que debía cepillar mis dientes dos veces, porque de otra forma no estarían perfectamente limpios.

Debía revisar las cerraduras dos veces, apagar las luces cinco, volver a las cerraduras, tomar un libro, leer veinte páginas y finalmente regresar a las luces.

Sin embargo, mi tortura no terminaba allí.

Al cerrar los ojos mi mente recordaba mi día y me preguntaba si sería beneficioso hacer las cosas una vez más.

Nunca descansaba realmente.

Durante el día de navidad las cosas eran incluso peores, y tal era mi odio hacia ella que, si me hubieran dado a elegir entre usar mi uniforme color naranja toda la vida o celebrar la navidad, habría elegido el uniforme.

Ese día, de repente, todo perdía su orden. Había un Papá Noel en cada calle, los clientes preferían pasar el día con su familia, debía usar un estúpido gorro rojo y Borja alteraba el menú del lugar.

Todo se volvía un caos dentro de mi cabeza y ya no importaba cuantas veces cepillara mis dientes, o cerrara mi puerta, o apagara mis luces, no era suficiente.

—Si te sientes incómodo puedes irte, Samuel. —me recordó mi jefe luego de que lo saludara tres veces, aunque necesitaba hacerlo muchas veces más. —Sé que tienes un libro por terminar y que este día no está entre tus favoritos.

Asentí ante sus palabras, pero de ninguna forma abandonaría mi trabajo. Estar en casa solo me haría sentir peor.

— ¿Rubén vendrá hoy? —preguntó Borja con curiosidad. Estaba sonriendo, lo cual no era muy extraño en él, pero ese brillo en sus ojos lo había visto en los de Nieves cuando me había dicho que yo le gustaba a Rubén.

No había olvidado este pequeño detalle, por supuesto. En realidad, sus palabras se repetían sin control dentro de mi cabeza.

Aún así, no le creía del todo. Rubén parecía estar enamorado de sus viajes, no de mí. Y, aunque lo que Nieves decía fuera verdad, él no me gustaba.

Yo no era gay.

—Eso dijo. —contesté. —Pero es Rubén. Nunca sabes lo que hará.

Y eso, sinceramente, me aterraba.

¿Cómo podía una persona vivir así?

—No te hagas ilusiones, Samu, pero creo que a él le gustas...

En ese mismo instante quise golpear mi cabeza contra una pared veinticuatro veces debido a la frustración. Ya no era solo Nieves quien lo creía, sino Borja. También tengo que admitir que posiblemente Willy y algunos clientes pensaban lo mismo.

—Luzu, a él solo le gustan sus viajes y...

— ¡Vamos, Samuel! ¡Todos han visto la forma en la que él te mira!

Todos excepto yo, por supuesto, porque yo había estado muy ocupado mirándolo a él.

—Y tú... —no, no iba a permitir que terminara su oración.

—No soy gay, Luzuriaga.

—Como digas... —y estas fueron las dos últimas palabras que me dijo antes de que mi turno empezara.

Seguirte o Perderte | Rubegetta | AdaptaciónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant