Capitulo 84 - Las palabras correctas

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Ni mi hermana ni mi abuela habían tocado el tema de nuevo. Ronny se había quedado a dormir en el hospital durante toda la noche casi hasta el medio día, y yo estaba más que lista para ir y hacer guardia por la noche. Mi abuela parecía más terca que de costumbre; su insistencia para ir a cuidar a mi abuelo era mucha. Se la pasaba prácticamente todo el día en el hospital, y era un pleito poder sacarla por las noches. Sin embargo, confiaba en nosotros, y sabía que entre sus nietos y sus hijos lo cuidaríamos de una buena manera.

Eran las seis de la tarde cuando salí del baño. Mi cabello estaba húmedo, y llevaba una camiseta de manga larga, pero con tela delgada y ligera, unos jeans y mis tenis vans. El agua de mi cabello se transportaba hasta las puntas, las cuales hubieran empezado a mojar mi espalda de no haber sido por la toalla que me puse en la cabeza.

Cuando entré a mi habitación, descubrí que mis oídos en el baño no me habían tomado el pelo; la lluvia caía sobre la ciudad, como si el cielo de fuera a desgastar completamente después de aquel aguacero.

Miré hacia los matorrales de rosas que estaban afuera de mi ventana, y encontré una reconfortante idea de que a todos nos alimentan diferentes cosas. Un ejemplo: podía ser que a aquellas rosas, el agua les parecía un regalo de dios, y que cuando saliera el sol después de la la lluvia, se sintiera más rica y fuerte que antes. Sin embargo, las plantas de oscuridad, a las que el sol no podía regalarles su vitamina D por mucho rato, les recordara tan solo a la inminente idea de una "muerte"

Y entonces, por una de las primeras veces en la vida, pensé en la muerte.

Pensé en cómo la vida era tan frágil. En aquel mismo instante, yo podía morir de unas cien maneras diferentes; podría caerme y golpearme la cabeza, podía contraer una enfermedad desconocida, podía intoxicarme, podía darme un paro cardiaco. En ese preciso momento, la vida estaba creando un milagro. Ante las posibilidades de muerte y de supervivencia, considerando que podía morir en ese mismo minuto, la idea de estar viva resultaba un milagro.

Pero, ¿que habían de aquellos que vagabundeaban sin rumbo fijo, odiandose a sí mismos? ¿Pidiendo la muerte? ¿Suplicando por ella? Dios podía matarlos en el instante en que lo pidieran, de otras mil razones. Y sin embargo no lo hacía. Y eso me hizo pensar, en realidad, que todos estamos aquí para cumplir un cometido; quizás uno propio, o quizás para ayudar a alguien más a cumplir el suyo.

Sonreí ante esa idea.

Nunca había enfrentado a la muerte cara a cara, viendo cómo ésta se llevaba a alguien que amaba. Lo más cercano a esto, fue la muerte de mi abuela paterna cuando tenía tres años. Ni siquiera me dolió; esa abuela solo la veía una vez cada año, y era tan hostil y fría que me parecía una persona cualquiera; estaba muy pequeña para comprender lo que en realidad estaba ocurriendo, y ni siquiera me dejaron ir al funeral.

Eso sí: había perdido mucha gente, pero ninguna a causa de la muerte. Y eso era más doloroso aún: saber que están por ahí, en algún lado, lejos, aquellas personas que te habían prometido estar ahí, siempre. Y saber que las personas que más lo decían, eran las primeras en irse.

La casa estaba completamente sola. Mi abuela y Ronny no estaban, y yo había decidido quedarme solo para poder recoger un poco y poner orden al lugar. Mi abuela tenía muchas cosas en la cabeza como para que todavía tuviera tiempo para ponerse a barrer y fregar el suelo.

Con la ausencia de gente en la casa, al menos comparándolo con lo regular, no había mucho qué hacer; la cocina estaba perfectamente ordenada, y tan solo estaban en el lavavajillas un par de tenedores y un vaso de vidrio que había usado para mi desayuno. Los terminé de lavar, y fui hacia la sala solo para acomodar un par de cosas que estaban fuera de su sitio. Una vez terminado esto, barrí y trapee el piso, y cuando terminé, me encontré aburrida. No me había tardado ni siquiera cuarenta minutos en terminar todo, lo que era un récord.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora