Capítulo Séptimo.

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(Rutina diaria)

Una luz cegadora rodeó el ambientes era blanca y aturdidora que estalló brutalmente, de la nada su cuerpo se sentía más ligero, diferente en medio de todo tenía un kimono idéntico al del Shinigami era color negro además que en la mano derecha había una espada delgada que no era nada parecida a la de Ichigo porque esa era de un tamaño excéntrico.

Pero se sentía fuerte, lo suficiente como para acabar invadiendo una confianza en sus manos qué con firmeza sujetó para correr hacia él está vez sabía con exactitud lo que haría porque quería hacerle picadillo en menos de diez segundos.

Pronto era más rápida que antes como si su cuerpo fuera papel y cortando una de sus piernas el monstruo cayó.

Ichigo atónito mirando la escena se fijó que ahora tenía un kimono blanco aún estando débil las heridas desaparecieron y no sentía rastro de ningún rieatsu ni el de la actual Shinigami sustituta ni la de el hueco... Ni la de él, solo mirando sus manos con sangre se percata de algo que le preocupó.

Esa chica se llevó la mitad de sus poderes, además lucha como una Shinigami experimentada con un mejor esgrima que el de él, lo cual era de esperarse un poco porque él se enfoca más en fuerza bruta, pero era sorprendente. Parecía ser rápida, se llevó sus poderes y sentía que algo no estaba bien.

¿Qué era esa niña que veía espíritus? ¿Qué era esa niña como para bloquear sus poderes?

Rukia le cortó las piernas y le dió el golpe final al hollow completamente agotada al verlo desaparecer, sus manos temblaban e intentó voltear para decirle al Shinigami que todo había acabado pero pronto se volvió todo oscuro y cayó inconsciente mientras poco a poco su estado de Shinigami desaparecía.

Pero os poderes de Ichigo no volvieron, este abrumado intentó levantarse pero ahora más débil solo escuchó los pasos a sus espaldas de sandalias altas de una figura que se acercó hasta tras de él, giró la cabeza mirando con atención aquél sujeto con un abanico y sombrero extraño quien sonreía ampliamente.

- ¡Cuánto tiempo! ¿Has venido a visitarme al mundo humano? -, preguntó divertido - parece que necesitas ayuda como siempre.

- ¿Tú qué haces aquí? -, preguntó bastante molesto porqué lo veía en ese estado después de tantos años que no lo veía, nunca pensó que estuviera escondido en la misma ciudad donde le correspondía cuidar los humanos -, un criminal no debería estar paseando por aquí frentes otro Shinigami.

- ¿Así tratas a tu querido amigo? -, preguntó fingiendo un insulto pero luego su animado carisma volvió -, además... No eres un Shinigami y lo sabés, en éstos momentos no tienes más que una pizca de tus poderes ¿Seguro que no necesitas mi ayuda?

El sol salió con intensidad al día siguiente para cuando Rukia despertó estaba en la cama blanca de lo que era aparentemente un hospital con los recuerdos claros de lo que había pasado ayer de lo que claramente no era un sueño por las heridas vendadas y bien tratadas, después de la lucha todo negro se volvió y había despertado allí en pijama.

Aturdida miró el ambiente todo blanco, paredes pulcras como el suelo y olía a medicamentos, cloro, tristeza y un poco de lavanda. En el lado izquierdo de la cama había un chico de cabellos largos y negros completamente dormido sobre una mesa pequeña, tenía una camisa celeste que contrasta con la piel pálida que tiene.

Su hermano estaba aquí dormido y eso solo significaba dos cosas: estaba castigada y fue trasladada en la noche.

De tanto mirarlo el chico abrió los ojos brillantes y gélidos enderezando su cuerpo, no sabía si estaba molesto o no porque esa era su expresión.

- ¿Estás bien? -, preguntó pero no dejó qué respondiera - al parecer hubo una fuga de gas que destruyó parte de la casa de Inoe, es una fortuna que tenga heridas menores.

Recuerda haber estado fuera cuando terminó inconsciente.

- Pero el Shinigami...-, se le salió aquello recordando lo idiota que sonaba en su lugar no concluyó de decir cuando su hermano arqueó una ceja confundido.

- ¿Cómo? -, preguntó-, has el favor de salir del país de las maravillas y ir a tu escuela, te traje tus cosas, debo irme.

Y se fue como vino lejos del hospital sin si quiera voltear un segundo. Rukia convencida de que no era un sueño por lo extraña que se sentía decidió continuar su rutina diaria.

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