7.

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Cuando me hube secado, me coloqué la toalla en la cintura de la misma forma que él había hecho, sobraba decir que a mí no se me veía ni la mitad de sexy de lo que a él se le veía.

Llegué hasta su habitación con timidez, dejando las huellas de mis pies descalzos por la misma, entonces él me observó, ya tenía puesta una camiseta tan blanca como una nube virgen en el infinito cielo, me preguntaba si de casualidad sabía cuán bien se miraba con esa prenda.
Llevaba, también, un short y sus piernas fuertes destilaban sensualidad, esa sensualidad que otro tipo de hombre apreciaría en un par de piernas finas y femeninas. Las miré tentativamente.
Por un instante el olor de su colonia (o quizá desodorante) llegó a mí, inhalé, creía que ese olor lo identificaba tan bien, tan varonil tan él, no sabía cómo pero sabía que lo hacía.

—¿Quieres algo de ropa?

—Por favor. — quizá no quería tener ropa puesta.

Me miró otra vez pero en está ocasión me inspeccionó, como pensando ¿Qué rayos podría quedarle a este cabezón?

Entonces, quizá por instinto, llevó su mano hasta su cabeza pensativo. Me atreví, una vez más, a verlo, noté por el minúsculo agujero de su manga la mata de vellos que su axila poseía, no lo había notado en la ducha. Me preguntaba si el olor que previamente había podido aspirar era el mismo que ahora yacía en sus axilas.
Esperaba que hiciera ese gesto al menos una vez más, me pareció sensual y solamente quería pensar en cuanta sensualidad irradiaba cada parte de él.

Me obsequió una camisa gris que me quedó bastante bien, además de ropa interior que, probablemente, él antes había usado, y unos pantalones vaqueros.

—Acuéstate — me dijo.

Lo miré yo, como diciéndole pero ven, no me dejes solo, duerme conmigo. Ya que no tendría el suficiente valor para pedírselo otra vez.

Con la misma timidez entré a su cama, esa en la cual él dormía todas las noches, esa en dónde su hermoso cuerpo solía yacer como un barco en el turbulento mar.
Si en algún momento se iba de la habitación olfatearía su almohada y su sábana.

Volteó a verme y notó que estaba algo incómodo, se sonrió burlándose de mí y yo me reí con él también, burlándome de mí mismo.

En cuánto coloqué mi cuerpo en la cama, el sueño como un ladrón apareció recordándome que no había dormido del todo bien, aunque había dormido en el pecho del hombre el cual no estaba tan lejos de mí, ese hombre que provocaba muchas cosas en mí como nadie más.

No iba a preguntarme por qué tenía ese poder en mí, cuando yo, en una ceremonia especial, se la había entregado junto con una parte de mi corazón.

Entonces cuándo estaba por cerrar los ojos sentí como alguien más entró a la cama, era él.
Estaba justo detrás mía y mientras fingía que estaba dormido me giré a su lado y me acerqué más para poder olerlo y revivir esa fragancia. Él tomó mi mano la besó y dijo:

—Duerme, Pete.

[...]

—¿Tiene una motocicleta?

—Sí, ¿Qué no es obvio?

Me reí, porque tenía razón, si la estaba viendo era obvio que la tenía.

—¿Por qué no la usa? — pregunté.

—Hace muy poco que vivo aquí y no quisiera dar una mala impresión, ya sabes es mejor dar la impresión de un chico… — pensó, quizá lo mismo que yo — bueno, un tipo bueno.

Si supiera que me gustaba más de lo que alguna vez algún chico llegó a gustarme, si supiera que su madurez lo hacía ver malditamente sensual.

—¿Es un tipo bueno? — quería saberlo, aunque también sabía que si la respuesta era un no, habían muchas probabilidades de que no lo dijera, pero un sí falso me calmaría considerablemente.

Falling. (STARKER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora