Capítulo 1

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Una ciudad vacía, muerta, a plena luz del día.

Mientras todos los locales permanecen cerrados hasta la caída del sol, una figura protegida de la radiación caminaba solitaria por las aceras vacías de gente, mientras intenta frenar el hambre hasta que la ciudad se despierte. No evitaba el sol como suele hacer el resto, a ella no le hace el mismo daño.

En la red contaban como hace siglos atrás la noche era para los más atrevidos y el día era el momento para la acción del mundo, ella piensa que debe ser como aquellas personas, pero también que es como el resto, viviendo de la noche. La necesita.

Continuaba su camino por las solitarias e iluminadas calles de Pandora, mientras se escuchaba a la gente permanecer en sus casas, aunque ya despiertos, insomnes por diversos motivos, mientras ve a lo lejos su destino. Pero aún quedaba tiempo para que sus puertas se abrieran, problemas del horario de verano, supuso.

Cuando llegó hasta la caseta oxidada a la que se dirigía, se sentó en el asfalto con la espalda pegada a la superficie caliente. Debía de estar ardiendo por la influencia del sol, que pegaba de frente hasta hace poco, pero la ropa le aísla lo suficiente para que no sienta más que un leve calor subiendo por la columna hasta el cuello, era reconfortante.

Al cubrirse el sol por un nubarrón negro, aprovechó para levantar el visor que le cubría el rostro. Llevarlo puesto durante tanto tiempo le producía dolor, seguramente debido a su precio barato y calidad cuestionable, pero su función la cumplía lo bastante bien para que no se quedase ciega durante el día. Al retirarlo notaba como sus pupilas se adaptan a la luz y como se evaporaban poco a poco los restos de sudor acumulados sobre los párpados y en el puente de la nariz.

La joven era consciente cómo de a poco el mundo empieza a despertar. Los más madrugadores comenzaban a moverse en sus hogares para preparar una comida temprana que les diese ánimos y fuerzas para pasar la noche en su rutina habitual.

Con el Sol, astro rey absoluto del ritmo de vida en la ciudad de las mentiras, ya lo bastante bajo, algunos carteles empezaban a encenderse y brillar, mientras otros titilaban como si estuvieran tímidos por compartir escenario con los últimos rayos de sol.

Mientras los primeros locales abrían ya sus puertas y el silencio de las calles se veía sustituido por los pasos de los primeros valientes, para después sustituirse por el zumbido de los motores de plasma hidrogenado, ella siente algo escabullirse en el hueco de los múltiples bolsillos del amplio pantalón.

—Tranquilo Dragda, ya queda poco. Solem puede ser algo paranoico a veces, pero no le gusta perder clientes. Abrirá pronto— dijo para calmar a su acompañante.

El animalillo llamado Dragda, era un pequeño mamífero llamado misyachiur, un ser con la capacidad de usar los rayos solares que refleja la Luna para calentarse el riego sanguíneo, como un reptil diurno lo hace con el sol.

Ante la noticia que le daba su dueña hace un sonido de desaprobación, ya que debía pasar el día entre las ropas de su dueña, mayormente durmiendo, para evitar que los rayos del sol produzcan un sobrecalentamiento en el animal y que muera, pero cuando ya se ocultaba el sol la inquietud lo hacía moverse más de lo normal, expectante por salir a jugar; Supongo que, por amplios y cómodos que sean mis pantalones, pasarse todo el día durmiendo en los bolsillos lo dejan con demasiada energía que gastar, piensa la chica, justo cuando detrás de ella se puede oír un crujir metálico y como algo gira.

La puerta del edificio se abrió con un sonido poco agradable y de detrás sale un tipo achaparrado con un peto de kevlar negro sobre una camisa plateada, ya no tan brillante como fuese antaño, que debe haberse puesto todos los días desde hace décadas, lo que hizo que Dragda haga otro sonido de molestia como respuesta.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraWhere stories live. Discover now