Capítulo 6 (parte 2)

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Antes de bajar hasta el nivel de calle de la ciudad, miró por un ventanal. Varias decenas de metros sobre la vida de las personas de a pie, el hombre convertido en deidad se sentía más humano que nunca, y una sonrisa amarga se dibujó en su rostro mientras abandonaba la senda de la venganza, sin un resultado ideal, pero con un resultado, al fin y al cabo.

Entró al ascensor que lo llevaría hasta el nivel cero y entonces se fijó en la tarjeta pegada en la puerta que se cerraba. El rectángulo negro tenía una marca grabada en verde lima brillante que creía reconocer de algún sitio. En el reverso unas letras blancas escribían la frase "¿En quién puedes confiar realmente?" Zavriil observó la tarjeta y la giró en sus dedos para volver a analizar la marca. He visto esto en algún sitio volvió a pensar el joven. ¿Cómo de posible era que aquella tarjeta pegada en una zona de paso fuera dirigida exclusivamente a él? No demasiado, por lo que la guardó sin prestarle demasiada atención y al llegar al nivel base simplemente salió del ascensor y se encaminó al exterior.

No había salido aun del edificio, cuando el estruendo sonó, resonando en la cúpula antisolar y cambiando el estatus quo de la metrópolis. Al girarse hacia el ruido el destello llegó rápidamente a la esclerótica del Zavriil, seguido de una segunda explosión. La aguja brillaba mientras cristales y vidrieras de color volaban desde el cielo a la calle atestada de gente y reflejaba el neón en su caída. La punta del edificio se encontraba en llamas como una antorcha que iluminaba otros rascacielos semejantes, trayendo la luz del día a la ciudad de la noche perpetua. Otra vez no por favor, pensó mientras recordaba su reciente encuentro con la actual diligente de Tiresia. Antes de darse cuenta estaba de rodillas sobre el suelo, mirando hacia el edificio que se deshacía sobre su cabeza, con los dedos, aún húmedos de su propia sangre, cubriendo su rostro y la voz rota de gritar sin que se le escuchase sobre la destrucción que lo rodeaba. En algún momento alguien lo sacó de allí y algún tiempo después se encontraba en un puesto de la guardia militar de la ciudad. Alguien le hablaba, pero el sonido se escuchaba acolchado e ininteligible, su mirada estaba vacía y observaba el domo que aun reflejaba el fuego de la aguja que había sufrido el ataque terrorista.

El cuerpo de Zavriil estaba cansado, hubiera deseado consumir Elixir para que no lo estuviera. Quizás por eso en otras ciudades era tan común, nadie quiere sentir cansancio cuando siente que tiene algo que hacer. Pero no solo su cuerpo estaba cansado, su mente también lo estaba y llevaba mucho tiempo pidiendo un descanso, casi años.

El fuego encendía la cúpula con su reflejo. La mente de Zavriil llevaba desde la muerte de sus padres sin descansar, buscando culpables, buscando venganzas, planeando, estudiando su entorno, a sus enemigos, buscando puntos fuertes en sí mismo. Y por fin la habían dejado descansar después de tanto trabajo, se había rendido.

No, no se había rendido, había logrado lo que se proponía y luego se había permitido descansar, ¿no? O quizás se había rendido a una mirada amable y una mentira complaciente. Una mirada...

Vio de nuevo la luz del fuego en la cúpula. Los cristales cayendo sobre la gente asustada y el fuego en la aguja... Ese símbolo, ¿lo había visto antes? Casi estaba seguro de que así era, pero ¿Dónde?

El tiempo era extraño, a veces pasaba mucho de golpe, luego los segundos eran eternos, pero a Zavriil le daba igual, necesitaba descansar y vaciar la mente de la avalancha caótica de preguntas que emergían desde lo más profundo de la misma. En especial de una, ¿Estaba Háthor con vida?

Los recuerdos de la infancia que compartieron iban y venían a ratos, enseñando a Háthor como la niña inquieta que fue y luego como la belleza adulta en la que se había convertido. Las miradas de refilón en los pasillos y las sonrisas silenciosas en la cámara de reuniones, cuando él fingía ser un político carismático. Y poco a poco se dio cuenta de la verdad que no había querido ver. La bondad de Háthor siempre había estado allí, incluso entre las actuaciones a las que obligaba la alta sociedad tiresina, incluso debajo de la apariencia de deidad y el carisma de política, Háthor le llevaba pidiendo el perdón años y su corazón aún más tiempo. Ojala lo hubiera visto antes, pensó amargamente.

Mucho tiempo después, o puede que no tanto dada la percepción del tiempo que lo afligía, el guardia se cansó de hacerlo reaccionar y se alejó para volver con alguien más. Su voz hizo que Zavriil saliera de su trance por fin.

—¡Zav! ¡Zav! ¡Vámonos! Vamos a casa por favor. — Eithan lo zarandeó con las manos secas y callosas temblando como un flan. No era un zarandeo violento, pero si uno fuerte. Realmente ha crecido y no me he dado cuenta, pensó Zav mirando al joven de pelo rizado y barba descuidada. Su voz no era la de un niño, pero tampoco era firme y cambiaba rápidamente entre el consejo amable y la súplica de un hermano asustado— Zav, en casa estarás seguro, vámonos juntos, por favor.

Zavriil aún no estaba completamente recompuesto y la cabeza le daba vueltas entre imágenes fugaces, pero afirmó con la cabeza y se levantó sobre las piernas, tembloroso y sin fuerza, solo para hacer un amago de derrumbarse y que su hermano lo sujetase por los hombros con brazos fuertes que no encajaban con su personalidad amable y su mirada de niño asustado. Firmaron un documento para poner en conocimiento su colaboración con la fuerza policial y poco a poco se alejaron del puesto de la guardia, hasta que llegaron a un coche con chófer que los llevó hasta su casa, no en una Aguja, como oficialmente se suponía que residían, si no a una casa familiar de una sola planta, donde su hermano y él habían vivido por su cuenta hasta que le concedieron la dirección de la familia a Zavriil, un lugar al que ellos dos podían llamar hogar.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraWhere stories live. Discover now