31| Piel.

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Clay

—¿Duermen juntos?

Le entrego la botella a Loren, una de las azafatas a cargo del vuelo para después enfocar mi atención en la pelirroja curiosa que mantiene los ojos clavados en la puerta de la habitación de Bryce.

—¿Quiénes?

—Tu hermano y Mimi. La vi entrar y encerrarse juntos.

Apoyo una mano contra la pared para mantener el equilibrio cuando el jet se sacude. Malditas cajas mortales de mierda. ¿A qué demonio debo venderle mi alma con tal de salir vivo de esta?

—No duermen juntos, solo hablan—respondo con aspereza.— A Bryce le funciona, lo tranquiliza y lo ayuda a desahogarse.

—¿Pero hay algo entre ellos?

Enarco una ceja con un cosquilleo de posesividad asentándose en mi estómago.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que alguien más lo robe del mercado para ti?—me siento un imbécil apenas lo digo, pero no puedo evitarlo.

Niza solo se ríe, amplio y suave.

—Su relación me genera curiosidad, es extraña.

Evito su mirada cuando intenta enlazarla con la mía, me siento avergonzado por mi reacción todavía, pero ella no desiste.

— Y para tu información, tengo una inclinación hacia las frutas ácidas, no las dulces—añade con un tono sugerente que forma un nudo en mi estómago.

—Claro—me yergo de nuevo y hago una seña con la cabeza hacia las escaleras.— Es tarde, deberíamos dormir.

—Son apenas las nueve—señala el reloj sobre la barra del bar en medio del jet.— Que yo sepa, no eres de los que duermen temprano.

Profiero una maldición baja cuando la jodida caja voladora se sacude tras otra turbulencia.

—Eso es porque prefiero pasar las otras ocho horas de vuelo que nos restan inconsciente.

—Qué aburrido.

—No soy aburrido, soy pragmático.

—Lo que tú digas, abuelo—se burla y resuello pasándola de largo para tomar de la nevera empotrada en la pared un bote de helado.

—Graciosa como siempre, Daisy.

—No me llames así.

Levanto un poco la cabeza para verla sobre la puerta del frigorífico que sostengo abierta y sonrío de lado.

—Ese es tu nombre, ¿por qué no debería llamarte así?

Arruga la nariz con desagrado y el gesto resulta tierno.

—Porque no me gusta.

Extraigo lo que necesito, cierro la puerta y me vuelvo a ella con la perversidad picándome las costillas.

—¿Prefieres que te llame muñeca, muñeca?

Su rostro flamea de inmediato.

—O puedes llamarme Niza, como cualquier otra persona.

—¿Soy como cualquier otra persona?—cuestiono y el silencio que prosigue nos engulle a ambos. Sus ojos están saturados de una emoción que no logro identificar. Quiero que conteste con la misma intensidad con la que deseo que no lo haga, porque temo la respuesta.

Parte sus labios para replicar y yo sostengo en alto el bote de Ben & Jerry's como si fuera mi bandera de amnistía.

—¿Nos vamos?

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now