37| Allegro.

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Niza

Cuando la magia de los sedantes se acaba, el dolor golpea con el doble de fuerza.

No quiero salir de la cama. No tengo la energía, pero el reloj en el buró me recuerda segundo a segundo que el tiempo se me escapa de las manos como aire y debo llegar a mi práctica con el grupo secundario.

Secundario. Donde nadie sabrá de mi existencia, donde no podré tener mi acto de solista.

Inspiro con mucho esfuerzo, porque la ansiedad me aprieta el pecho con tanta insistencia que incluso respirar me duele. La doctora Rivers dio indicaciones claras de suspender prácticas hasta que mostrara una mejoría para evitar el desgaste y otro episodio como el que me llevó al hospital, pero no puedo perder esto también. No puedo faltar al recital, incluso si es como una bailarina más que se mezclará entre la mancha de movimiento que seremos todas en conjunto.

Me punza la cabeza de tanto pensar, así que me arrebujo más entre las sábanas de la cama de Clay, aspirando del suave aroma de su perfume que se queda impregnado en la tela y me tranquiliza. No está aquí, no lo ha estado desde que regresamos del hospital con un montón de prescripciones, vitaminas y prohibiciones. Creo que ha ido a la farmacia, pero no estoy segura.

La mitad del día la he pasado durmiendo y la otra mitad llorando. Es miserable y patético, pero a esto te reduce la depresión.

Clay quiere que renuncie al ballet. Diane y Orena quieren que renuncie al ballet. Incluso mis padres lo desean; mi madre porque cree que no seré lo suficientemente buena para destacar en el medio y vivir de esto, y mi padre por razones más benevolentes, a pesar de mostrar siempre su apoyo incondicional a mi carrera.

Creen que el ballet me matará, cuando lo que acabará conmigo será ya no practicarlo más.

La danza es mi vida. Trabajé tanto para llegar a esta academia, para obtener una beca, para tener un papel en el recital. Trabajé sin descansar y sin darle cabida a nada más. Entrené, practiqué, bailé y transformé mi cuerpo hasta adaptarlo a este arte. Dejé de comer para entrar en esos vestuarios diminutos y me volví versátil para soportarlo todo.

Endurecí mi cuerpo, pero no mi corazón para lidiar con la decepción. Ahora no tengo nada: ni beca, ni papel y apenas tengo un lugar.

He partido mi alma y quebrado mi cuerpo para la grandeza, una y otra vez, tengo el mejor récord en la academia, incluso superé a mi tía, quien sostenía el título de mejor bailarina antes que yo, ¿y quieren que dé la espalda a todo lo que he conseguido cuando estoy tan cerca?

Cierro los párpados, los aprieto y trago el nudo en la garganta, sofoco el ardor de las lágrimas tras mis ojos. «Solo unos meses más» me repito con el estrés lacerándome las sienes, cubriéndome más con las sábanas.

Otro latigazo de dolor me azora la cabeza, reviso el reloj que marca las tres y media de la tarde y creo que es tiempo de prepararme para mi práctica con el grupo secundario. Mi cabeza se siente ligera cuando me incorporo, mi cuerpo pesado. Ignorando las indicaciones de mi médico, me interno en el baño de Clay para darme una ducha y desaparecer el olor a hospital.

Cuando salgo, llevo puesta mi ropa de entrenamiento. El leotardo se pega a mis costillas marcadas a través de la tela y repudio el color enfermizo de mi piel, pero es el precio que se paga para alcanzar la perfección. No perderé esta oportunidad también, no cuando el recital es en dos días.

Ignoro el saco de huesos y piel muerta que soy en el espejo, tomo mi maleta de entrenamiento y me encamino hacia la puerta justo en el momento en que Clay entra. Me detengo para no impactarme contra él, que me mira desde su altura con la perplejidad asaltándolo.

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now