CAPÍTULO 23

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La gaviota.

"El mar es la encarnación de una existencia supernatural y maravillosa."

Eran las 7 de la mañana, y la puerta de la entrada de la familia de León sonaba con algo de sutileza. Saul estaba siendo custodiado por 2 policías de la región que lo mantenían en casa sin dejarlo salir. La búsqueda se había extendido ya 3 días, el señor Paúl había organizado una campaña gigantesca de búsqueda, junto con el comité que se había formado para el arte de Aurora.

El pueblo había vuelto a estar en silencio, solo se murmuraban rumores sobre Aurora. Hablaban de un supuesto pacto satánico que la niña había hecho, nadie se explicaba que había pasado.

El gran mural que había en la pared de la panaderia se había vuelto opaco, casi no se podía notar, era como si el dibujo había sido realizado muchos años atrás.

Las uñas de los dedos de Saul casi habían desaparecido, la angustia que este pobre hombre sentía en ese momento no se comparaba con ninguna angustia sentida tiempo atrás, ni si quiera como aquel horrendo día que recibió la noticia de su esposa fallecida. Ahí estaba estático, con ganas de salir corriendo a buscar mejor que cualquiera que estaba en eso, pero sin poder salir, las ordenes eran mantenerlo en casa.

--hemos encontrado algo-- exclamó el oficial que se dedicó a tocar la puerta de la casa.

El padre de Aurora se levantó de manera inmediata al escuchar eso. De lejos notaba cómo los policías murmuraban entre sí, mirándolo fijamente.

--¡DÍGANME QUE SUCEDE!-- gritó Saul con desespero.
--YA DEJEN DE MURMURAR-- seguía gritando.

El oficial encargado de su vigilancia se acercó con con lentitud hasta donde estaba el, con la mano extendida tratando de calmarlo un poco.

--es necesario que permanezca calmado-- exclamó el oficial.
--necesito que nos acompañe a un lugar específico-- continuó diciendo el oficial.

Saul solo lo miraba con ira en sus ojos. El miraba a cada uno de los oficiales presentes en su hogar.

Saul se levantó con gran locura e ira.
--¿QUE ESTA PASANDO?-- gritó empujando al oficial.

Todos los policías se alertaron al ver la acción del padre de Aurora, pero el oficial a cargo mantuvo la calma y sólo tomó su hombro.

--señor Saul solo necesito que nos acompañe-- lo miró a los ojos.

La respiración de Saul era intensa y un poco apresurada, miraba al oficial directamente a los ojos, con ganas de golpearlo incesantemente.

En la patrulla iban los oficiales junto con el padre de Aurora, en caravana 3 patrullas se dirigían a las afueras del pueblo, Saul no entendía por que razón salieron del pueblo. Impaciente por respuesta sólo gritaba barbaridades dentro del vehículo, pero nadie se atrevía a darle una sola palabra.

Llegaron a una pequeña costa un poco alejada del poblado de San Jacinto, habían algunos vehículos del destacamento policial. Saul, al bajarse del auto en el que iba, notó al panadero sentado en una roca mirando al mar.

--¡PAÚL!-- gritó mientras lo veía de espalda.

El panadero hizo caso omiso al llamado del padre de Aurora, solo miraba al mar y el horizonte.

En ese momento Saul supuso lo peor y se tendió de rodillas mirando al panadero. Los oficiales intentaron ponerlo de pie, pues era necesario que los acompañará hasta las orillas de esa playa.

Casi tan morado como una uva, así lucía el cadáver de la pequeña Aurora. El cual yacía boca arriba en la orilla de esa playa, sus ojos habían desaparecido, sus labios parecían mordisquiados por peces, estaba casi desnuda, parte de su vestimenta había sido rota, tal vez por rocas o quizás peces que mordieron su cuerpo, en su cuello no había señales del collar de su madre, ni siquiera se notaba alguna marca de tal vez un robo a fuerzas. Su cuerpo estaba totalmente tieso, su boca abierta sin poder cerrarse, era una imagen sumamente horrenda.

Saul sólo miraba el cadáver de su hija, estático, con una expresión de horror en su rostro, de manera repentina el padre de Aurora vomitó. Casi al lado del cadáver de su hija.

Una gaviota con el pico negro posaba muerta justo al lado del cadáver, de igual manera  que el cuerpo de la pequeña niña, le faltaban los ojos y parte de su plumaje, parecía tener síntomas de ahogamiento. Fue extraño para Saul observar el animal muerto al lado de su hija.

A pocos metros de la niña, se lograba observar un lienzo, que estaba siendo arrastrado por las olas del mar. Saul solo seguía estático mirando el cadáver de su hija. Al observar llegar el lienzo a la orilla de la playa se dirigió caminando hacia el objeto, sin decir ni una palabra.

Saul logró observar un dibujo perfectamente realizado, de inmediato se percató que se trataba de un retrato de la costa del silencio, retrato firmado por su hija. Realmente observó un maravilloso paisaje dibujado a mano alzada por su amada hija Aurora.

El viento soplaba con tanta fuerza que Saul no lograba escuchar el murmullo de la policía forence, solo se escuchaban las olas del mar. El observababa el lienzo con el dibujo de la costa, imaginando que todo pudo haber sido diferente de él haber actuado de manera distinta para su hija. Saul comenzó a apretar sus puños con tanta fuerza que la circulación de la sangre en sus manos se detuvo, y de manera repentina comenzó a gritar, gritó tan desesperadamente que el ruido pudo haberse escuchado al otro lado del mar, las lágrimas de Saul comenzaron a desbordarse por su mentón. Saul cayó de rodillas y comenzó a golpear la arena con tanta fuerza que sus nudiños comenzaron a romperse. --¡AMANDA...!-- gritaba con desespero mientras continuaba golpeando la arena de la playa. --Amanda todo lo hice mal-- se dijo así mismo, empapado en llanto y fuerte dolor por la muerte de su pequeña hija Aurora. --me he quedado sin vida-- se dijo a sí mismo.

Los oficiales intentaron ayudarlo deteniendo el daño que el se estaba haciendo a si mismo, pero este comenzó a resistirse propinado golpes a los oficiales. Con movimientos profesionales lograron inmovilizarlo en el suelo. Saul yacía Boca abajo en la arena, con la mirada hacia donde estaba el cuerpo de Aurora, este lloraba y gritaba con locura. --¡AURORA!-- mientras la arena de la playa se mojaba con sus lágrimas.

El cuerpo de Aurora había comenzado a descomponerse, se notaba en el color de su piel, los forense habían comenzado a hacer su trabajo, y se dedicaban a mover el cadáver, para trasladarlo a la morgue.

Aquel hermoso rostro de la pequeña niña, aquella luz que se estaba creando en su alma, aquella esperanza que el pueblo comenzaba a recuperar, todo se disipó en tan sólo un día.

El señor Paúl permanecía sentado en la roca, mirando el mar, culpandose a si mismo por haberse quedado dormido esa tarde, el cansancio de la panaderia lo había vencido, de esa manera Aurorita había podido escapar para escabullirse en la costa del silencio. El panadero lloraba en silencio, observando el mar. En sus manos tenía aquel mantel que Aurorita solía usar cuando trabaja en su panadería. Todo había vuelto a estar negro.

Ahogamiento. Fue lo que decretaron los médicos forenses tras el minucioso análisis del cadáver de la niña, no parecía haber ningún tipo de golpes o forcejeo sexual, simplemente pulmones estallados y síntomas de asfixia, el oxígeno había dejado de llegar a su cerebro, lo que ocasionó que se desmallara en medio del mar, y de esta manera sus pulonones se llenarán de agua hasta reventar. La pequeña Aurora se había ahogado en el inmenso mar salado que tanto anhelaba. No logró imaginarse que aquel viaje que creía estar haciendo simplemente fue una jugada del destino que atentaría contra su vida.

La inocencia se apodera de un ser cuando ofrecemos toda nuestra confianza a quienes tal vez no lo merezca. El brillo que la costa de silencio le había ortogado a Aurora, había sido arrebatado de igual manera, sin saber que estaba siendo parte de una especie de pacto con ella, pues la misteriosa playa le ofreció felicidad a cambio de su negatividad , y esta luego reclamaría toda la vibra positiva que Aurora había acumulado, junto con las vibras positivas que había logrado acumular en las personas del pueblo que habían creído en ella. Realmente una jugada eficaz para lograr salir de esa maldición en la que se mantenía.

Aurora Emilia de León, una niña blanca pelirroja, con rostro pecoso de tal vez 1.59cm de altura, de manos delicadas y de sutileza dañada. Había fallecido de manera horrenda, el día que encontró la mayor alegría en su vida.

LA COSTA DEL SILENCIO. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant