COLMENA 10

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Algunos pocos rayos de sol aun navegaban en el cielo de la tarde, en pocos minutos pasaría hacer la noche y el cura que corría apresuradamente por los caminos empedrados de las casas situadas en los molinos, intentaba deliberadamente escapar a toda costa de aquel ser extraño que le seguía y que de algún modo lo había hecho llegar hasta allí con engaños.

Aunque gritó pidiendo ayuda nadie lo escucho, las únicas personas que habitaban aquella zona eran los científicos y un joven cura de los nuevos y desgraciadamente estaban del otro lado de los molinos, era un enorme camino por recorrer para un anciano como el, apenas si pudo llegar hasta allí completo.

Metiéndose a una de las casas por la ventana se apresuró a encontrar un lugar donde esconderse mejor. Unas escaleras al fondo llevaban a la planta de arriba, sin pensarlo demasiado subió con cuidado por los dolores que ahora sentía en todo su cuerpo regando en el trascurso con una botellita agua bendita. Tuvo que sostenerse de la baranda respirando con dificultad.

Ya no tenía la edad para andar corriendo de un lado a otro, había sido un error suyo haber despachado a las escoltas luego de recibir aquella nota de urgencia la cual requería que fuese solo, obviamente hasta ahora se daba cuenta que era falsa.

Mientras ascendía iba dejando un rastro de sus huellas en aquel polvoso suelo de madera, aquel sitio por lo visto se encontraba abandonado desde años. El cura caminó hacia un estante del rincón y lo abrió produciendo un terrible chirrido, se llevó la mano al corazón creyendo que aquel sonido delataría su posición.

Sin dudarlo un poco se metió en un segundo cerrando con cuidado. Se apretó a su cruz rezando a Dios para que pudiera librarse de su perseguidor el cual no reconoció. No tenía ni idea de quién o qué se trataba, solo vio una sombra que lo seguía y lo hizo alejarse lo más que pudo del centro principal de los científicos.

En pocas palabras había sido arriado hacia aquel rincón de los molinos como ganado y él, solo le hizo más fácil el trabajo. Su respiración se tranquilizó un poco al comenzar a orar, debía mantener su fe y estar dispuesto aceptar el destino que su señor tenía para él.

Cerró los ojos y pensó en aquel sujeto que lo estaba siguiendo. No podría estar seguro de si era o no humano, de igual modo se encargó de regar un poco de agua bendita a la entrada y dentro de la habitación, de ser un hombre sería difícil que diera con el tan pronto dentro de todas esas casas que habían en aquel lugar apartado, entonces amanecería y sus escoltas al no encontrarlo en su hogar lo buscarían, eran buenas rastreadoras tenía esa leve esperanza pero, de no serlo, el olor del cura lo atraería directamente hasta allí.

Pero no lograría entrar de ningún modo.

Teniendo esto en mente, tranquilizo su alma y se encomendó a Dios.

Mientras el pobre anciano permanecía en su trance dentro del armario, el agresor que ya había dado con el escondite de su presa se sonrió al saber que lo tenía arrinconado y sin vía de escape.

Se acercó a la puerta percatando que había sido roseada con aquel líquido asesino que de ningún modo podía tocar, sin embargo coloco la mano sobre la puerta y la destrozo de un golpe, puso un pie adelante y entro triunfante.

Nada lo detendría, nada. Subió las escaleras en un parpadear, olfateo el aire y movió la cabeza en dirección del estante del rincón, camino despacio saboreando cada gota de gloria que se derramaba ante sí.

Abrió las puertecillas de este y encontró a su presa.

—Dios bendito—exclamó el cura—no puede ser...


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Apenas eran las nueve y treinta de la mañana y el coro de la iglesia daba su primera interpretación de la mejor manera. Era un día de bodas y como tal los integrantes de la coreada siempre daban su mejor esfuerzo y cantaban como ángeles.

Profecía Final#PGP2023Where stories live. Discover now