Capítulo único

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"El amor florece como las cálidas flores del campo y se embellece como un boceto que pasó a ser pintura."

– Sai, cariño, ¿ya has terminado? – preguntó una rubia, cansada de posar para su pareja.

– Ya casi, espera un poco más – contestó el pálido mientras movía el pincel como si de una extensión de su mano se tratara.

La chica posaba utilizando un bello vestido blanco, aparentemente inspirado en las túnicas que las mujeres griegas utilizaban, que su pareja había hecho solo para ella, inspeccionando todas sus medidas para que se ajuste perfectamente a su cuerpo.

El dibujante no podía evitar distraerse de vez en cuando con la belleza de su esposa, su rubio cabello lo atrapaba hasta perderlo en sus azules ojos.

Tan azules como el hielo de un estanque congelado.

En ella encontraba el arte que tanto amaba, su completo ser era la obra más perfecta que hubiese visto.

Sai no había podido evitar inspirarse en el cuadro del nacimiento de Venus para su nueva creación, además que la Diosa grecorromana le recordaba mucho a su pareja.

– ¡Sai! – exclamó la chica, llamando la atención del pintor – Tocan la puerta – el chico se levantó de su asiento, indicándole a la rubia que no se mueva de ahí.

Caminó hasta la puerta, donde lo esperaba un repartidor pizzas al cual había llamado anteriormente.

El joven pálido agradeció al repartidor y, tras entregarle su paga y propina, volvió con su amada.

Ino esperaba, ya cansada de estar parada, a su novio, deseando que termine de pintarla de una vez.

Ella se sentía halagada por aquel gesto del azabache, pero estar tanto tiempo en una sola posición le era agotador.

– Ya puedes moverte – la voz de su chico interrumpió sus pensamientos, aliviandola bastante.

El olor de la comida irrumpió en su nariz, haciendo que voltee y vea a Sai con una cálida caja de pizza en sus manos.

– Leí en un libro que era romántico hacerle presentes a tu pareja, así que pensé en comprarte algo de comer – comentó mientras dejaba la caja en una mesa ratona y apartaba el lienzo con la pintura ya terminada.

Ino sonrió y rió internamente, la comida rápida iba en contra de todo lo fino que habían hecho antes. Su delicado vestido, la buena ropa de su pareja, las pinturas de calidad, etc.

Pero era un lindo gesto y lo apreciaba más que cualquier ser humano en este mundo.

Sai se esforzaba para hacerla sentir amada, y lo lograba.

– Muchas gracias cariño – dijo la rubia mientras tomaba la caja y la abría.

La muzzarella no era su favorita, pero si era Sai quien se la ofrecía, la aceptaría sin dudar un milisegundo.

Ino sabía que ella era como una musa para Sai, y con solo eso se sentía la mujer más afortunada del mundo.

Los dibujos que su pareja le regalaba se le hacían extremadamente tiernos y había reservado un cajón solo para ellos. Algunos incluso los pegaba en la puerta de su armario para apreciarlos cada que lo abría.

– ¿Y, no vendrás a abrazarme? – preguntó la yamanaka al ver cómo Sai se había quedado parado observándola.

El chico reaccionó y la tomó entre sus brazos con algo de timidez.

La rubia devolvió el abrazo, dejando un beso en la mejilla del artista en el proceso.

– La verdad no se que está más hermoso, si las obras de arte o el artista – comentó la chica, observando la hermosa pintura con la cabeza apoyada en el hombro de su chico.

Sai no sabía que responder, estaba igual de rojo que el sol naciente.

– ¿Por qué tan tímido guapo? ¿Acaso le temes a esta joven belleza? – habló la chica, para después darle un pequeño beso en los labios al artista, su artista.

– Me atemoriza tu belleza – habló el pálido pintor, tomando delicadamente las caderas de su pareja.

– Entonces haré como los ángeles y te diré que no temas – dijo antes de besar apasionadamente a su chico.

Las mariposas renacieron cuál ave fénix en el estómago de Sai, no paraba de amarla. Ella le generaba sensaciones que nunca en su vida había sentido, cosas que nisiquiera sabía que existían.

La felicidad más pura que había experimentado jamás.

Era como si la misma Afrodita, diosa de la belleza y el amor, lo hubiese elegido entre el montón y ahora lo estuviera besando.

La necesidad de aire los forzó a separarse, cosa que el corazón de Ino aceptó, pero el de Sai no, el corazón de Sai anhelaba más. Aunque con el solo estar con ella ya se satisfacía.

– Comamos, no queremos que la pizza se enfríe – interrumpió la chica, tomando la mano de su pareja y guiadolo hasta el pequeño sillón que había junto a la mesa ratona.

– ¿Podemos ver los simuladores? Está en Netflix – preguntó curioso el pintor mientras tomaba una rebanada de pizza.

– ¡Claro, amo esa serie! – exclamó la rubia alegre tras acabarse su primer pedazo de comida.

El azabache prendió alegre el pequeño televisor que tenían y se preparó para ver el programa junto a su chica.

Ino se acurrucó en el pecho de su pareja cuando está terminó de preparar y volvió a sentarse, siendo tiernamente abrazada por el brazo derecho de Sai.

La pintura reposaba en un costado de la habitación, mostrando el amor que Sai había plasmado en un lienzo y convertido en una angelical pintura de su amada.

Mostrando a aquel sol que iluminaba sus días y le brindaba su calor en las peores heladas.

Aquel sol que ahora estaba recostado junto a él, disfrutando de la cotidianidad de la vida y la calidez de su pequeña casa.

Amo este shipp aa 💔💔💔💔

Primer escrito InoSai que hago, se que no es lo mejor que pude hacer pero bueno, es lo que hay.

Espero sea de su agrado, tengan una linda mañana/tarde/noche ♡

Título ch0t0

 𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐀 | 𝖨𝗇𝗈𝖲𝖺𝗂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora