EL FANTASMA DE LA REVOLUCION

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EL FANTASMA DE LA REVOLUCIÓN

Ya les he contado acerca de las anécdotas de mi padre, sin embargo, mi abuelo narraba una experiencia (la única en todos sus 98 años de vida) aún más impresionante.
Él contaba que, cerca de sus ya 40 años de edad, una tarde mientras volvía de recoger leña en el monte para el fogón de la casa, escuchó una voz que lo llamaba por su nombre, misma que provenía de debajo de un huizache. Débil y sofocada, resonaba en sus oídos casi cómo un ruidoso susurro.

       —Eulogio... Acércate Eulogio, no tengas miedo.

El sol ya estaba cayendo y mi abuelo no tenía intenciones de averiguar más a fondo el suceso debido a lo que ya se sabía acerca de las otras tantas leyendas, además de la ya conocida como el fantasma del toro.
Con el burro cargado de leña, ajustó el ayate que llevaba colgado al hombro y arreó al animal, mismo que comenzó a caminar detrás de él, ignorando aquel llamado que parecía más bien, un lamento proveniente del más allá.

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, mi abuelo se encontró con su compadre cuando ya salía del rancho de nuevo con rumbo al monte por leña.

       —¡Compadre...! ¡Compadre! ¿Pos pa' onde va?

       —Al monte como siempre compadre —respondió mi abuelo.

       —Le vengo hablando desde hace rato y no me oye... lo veo pensativo, compadre ¿pos en qué piensa?

       —Si le digo va a creer que estoy loco compadre —respondió mi abuelo luego de una pausa en la que anduvo cabizbajo sin detenerse.

       —¡Pos desembuche compadre! A última hora yo le creo y salemos locos los dos...

Mi abuelo se lo pensó por unos minutos sin detenerse y con la mirada fija en el monte, quiso contarle a su compadre Chema lo que había escuchado el día anterior, pero al mismo tiempo dudaba y creyó que quizá solo lo había imaginado.

       —No es nada compadre —dijo al fin —ahí  lo miro luego porque me agarra el sol...

Montó en su burro y se apresuró a buscar un buen lugar para leñar durante el día. Pasaba ya del medio día cuando escuchó de nueva cuenta la misma voz llamándolo, está vez no tenía escusa para no acudir al llamado.
Cuando llegó hasta aquel árbol de dónde provenía la voz, el llamado se detuvo, el ambiente se tornó pacífico y tranquilo, todo era quietud a su alrededor y así de repente escuchó de nuevo la voz.

       —Te he visto trabajar duro Eulogio, sé lo difícil que es llevar leña y más aún repartirla para venderla.

       —¿Quién es usted? —preguntó mi abuelo con recelo.

       —Yo ya no soy nadie —le respondió la voz con serenidad.

       —¿Y entonces qué es lo que quiere? ¿Por qué me anda molestando si yo no le hago nada?

       —Yo fuí un soldado de la revolución Eulogio —explicó la voz —a mí me mataron hace años, justo aquí donde estamos ahora.

No tengo manera de comprobar tales acontecimientos, pero mi abuelo cuenta que, entabló una conversación con aquel espíritu y que este le contó que, en sus años como soldado, saqueó y asesinó a muchos asendados, al grado de tener un gran baúl lleno de oro, centenarios, armas y joyas valiosas que había enterrado ahí mismo, alejado de la zona de conflicto y lejos también, de dónde acampaba el batallón. En su intento de huir con todo el botín, fue descubierto por sus compañeros quienes lo siguieron y lo asesinaron pero nunca encontraron el oro.

       —Yo tengo oculto ese baúl y te lo quiero regalar a cambio de un favor.

       —¿Y qué favor quiere? —preguntó mi abuelo.

Antología Del TerrorWhere stories live. Discover now