Capítulo 6. | Cría cuervos y te sacarán los ojos.

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15:30 de la tarde.

13.

Los rayos del sol entraban por los ventanales de la prisión haciendo que éstos calentaran tu piel más de lo normal. Lo primera cosa que noté al entrar al comedor fue el olor rancio y penetrante que se concentraba en el aire. La sala era bastante grande, con varias mesas y sillas dispuestas en filas, todas ellas hechas de un material metálico resistente y desprovistas de cualquier tipo de ornamentación. La mayoría de la gente estaba en silencio, evitando cualquier tipo de contacto visual, como si eso evitara alguna pelea o discusión.

Mientras esperaba a que me sirvieran la comida me permití unos minutos para observar, de nuevo, los grupos de gente que se movían por aquí. Justo al principio de la puerta principal se encontraban los que no querían tener nada que ver con el mundo, los marginados y los que probablemente solo tenían algún que otro cargo de fraude, no había problema en controlarlos. A continuación, en el medio, estaban los que por mi instinto querían llamar más la atención, los fuertes físicamente, pero débiles mentalmente, los míticos chicos malos que solo hacían llorar a sus madres. Esos probablemente fuesen los más fáciles de manipular. Y finalmente los misteriosos, los que no se fiaban de nadie ni intercambiaban ninguna palabra, a esos era a los que había que tener más controlados, tenían todo el poder en la mente y si te descuidas un momento ya estabas bajo sus hilos.

Me encantaría saber en qué grupo me pondrían. Debería hacer uno de esos test de revistas de los que Louis hace para saber qué clase de persona eres.

Cogí la bandeja después de casi media hora y observé que hoy era día de carne, el día no podía ponerse mejor, o quizá sí, según por donde lo mirases.

Observé las mesas decidiendo sentarme solo en una que estaba vacía, no me gustaba el contacto físico, solo lo necesario y dependía de cierta manera. Corté el filete de carne con delicadeza, disfrutando como la ternera se partía al pasar el cuchillo. Hacía mucho tiempo que no me daban carne para comer, pues no me dejaban tener cubiertos de metal con frecuencia. ¿Acaso no sabían que con el plástico también se podían hacer diferentes cosas?

El olor a carne quemada inundó mis fosas nasales y ciertos recuerdos invadieron mi mente, recuerdos que hacían que mi cara se estirara en una malévola sonrisa.

Retiré el cuchillo del filete después de cortarlo y le di la vuelta observando con tranquilidad. La carne estaba poco hecha, con un tono rosado en el interior que indicaba su jugosidad. Al menos sabían cocinar un trozo de carne. Noté una presencia sentándose a mi lado y no me hizo falta girar la cabeza para saber de quién se trataba. Louis Dubois, un francés muy devoto mejor conocido como mi compañero de celda. Louis tuvo un comienzo extraño, entró después de mí y prácticamente se hizo otra personalidad para, según él, "sobrevivir en este infierno".

Yo era el único que sabía su devoción hacia la religión y porque él lo quiso así. Jamás le pregunté, aun así, él decidió que yo era lo suficientemente confiable como para conocer su verdadero ser.

— ¡Mon dieu! ¿Cómo puedes comer eso? — Murmuró señalando el trozo de filete que había en mi plato —. Le está saliendo sangre.

Bajé la mirada hacia mi plato viendo el líquido rojizo que desprendía la ternera, siempre se había creído que era sangre, pero en realidad solo se trataba de una proteína llamada mioglobina, la cual ayudaba a los músculos a oxigenarse para poder obtener la energía necesaria para moverse.

— Está al punto — Aclaré—. ¿No es bonito el color?

Observé el líquido rojizo como si estuviera viendo un collar de diamantes, nunca me cansaba de verlo y más en una superficie blanca. Era por así decirlo, algo sumamente artístico.

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