Capítulo 1

34 8 7
                                    

Año 2047

Todo lo que se conocía como mundo había cambiado. La tierra -que pronto sería llamada de otra forma- ya no era la misma, cambió mucho, o mejor dicho, los humanos la cambiaron.

La ciencia tanto como la tecnología se expandieron alrededor del mundo, creando variedades de inventos que "ayudarían" a la humanidad a -según ellos- tener una vida más preeminente. Sin embargo, años atrás el humano gracias a sus propios inventos había casi acabado con su propia especie.

Después de varios años intentando que aquellos inventos dieran resultado llegó el día en que lograron su cometido. Tuvieron mucho reconocimiento en cuanto a la elaboración de nuevos mecanismos de transporte, sistemas de programación y una limitada cantidad de cosas más, pero su invento más exitoso fue la creación de las máquinas Híbridas, Zoomórficas, Móviles, Poliarticuladas y los Androides, nombre común para todo esto, robots.

—¡Pequeña hojalata, ya no me sirves!

Los robots, las máquinas por las cuales gran parte de la humanidad había desaparecido. Pues en el transcurso de su elaboración estos perdían el control de sus actos y causaban uno que otro accidente que acababa con la vida de muchas personas.

El tiempo seguía pasando, así como las ideas iban creciendo. Los androides fueron creados, estos inspirados, o descrito en otro término, siendo la copia exacta de un humano. El trabajo se redujo en demasía, pues los puestos de trabajo habían sido ocupados por los androides. Sin tener la posibilidad de trabajar las personas no podían comprar medicinas o alimento y su destino era el que todos tenemos...morir.

—Papá, ya déjalo, no tiene caso que te pongas así por un pedazo de metal.

—Tienes razón, cariño.—Sin un ápice de suavidad tensó su mandíbula.

—Vamos al CCR, devuelves este y traemos otro.—Sugirió una peligris a su padre.

—Sí, vamos.—Dijo asintiendo al comentario propuesto.—Apaga esta hojalata, voy por el auto.

—Bueno...llegó tu hora de dormir pedazo de metal oxidado.—Y después de apretar el botón todo se tornó oscuro para la pequeña máquina.

Si de algo había que estar seguros es que al parecer algo que nunca cambió y jamás cambiaría era la maravillosa jerarquía social. Las cosas malas siempre han sido difíciles de desaparecer.

Se impuso una ley, esta aproba por las autoridades superiores, claro. Todo habitante de la ciudad al cumplir su mayoría de edad -en este caso dieciocho años- debía ser dueño de un robot, cualquiera que sea. No obstante, esto no aplicaba para los de mejor clase social, ellos debían ser dueños del mejor de todos y los mejores eran los androides.

A la semana de haber cumplido los dieciocho años, tenían que presentarse en el CCR (Centro de Creación de Robots) y eligir el que más les gustase. Si en algún caso esta ley no se cumplía, deberían pagar una gran suma de dinero, sino contaban con ella la cárcel sería su nuevo hogar. Así que, en pocas palabras era obligatorio tener un robot.

—Buenas tardes, señorita.—Saludó aquel hombre, que por lo visto hasta se podía decir que nadaba en dinero.

—Buenas tardes ¿En qué le podemos ayudar?—Preguntó amablemente.

—Vengo a devolver a este androide, no está cumpliendo mis órdenes.—Empezó a decir.—Pago una gran cantidad de dinero como para que esta cosa esté defectuosa, señorita Morgan.—Se quejó mientras leía el nombre en el gafete que colgaba del uniforme de la chica.

—Bueno, déjeme verlo.—Repondió con amabilidad aparente.

—Todo suyo.

Apretó el botón que estaba detrás de la nuca del androide una y otra vez, pero este no reaccionó.

Android With Heart Where stories live. Discover now