La copia barata de la santa original

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La santa anciana de Untersberg, Priusa, estaba recibiendo a la sacerdotisa encargada de cuidarla y hacerle compañía en su soledad.

La sacerdotisa llamada Bernardette, no era como sus congéneres. Ella era un caso especial como los muchos que se hallaban en el templo.

La muchacha fue traída como otros huérfanos, para servir como sirvientes a los altos mandos encargados de la fe del país

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La muchacha fue traída como otros huérfanos, para servir como sirvientes a los altos mandos encargados de la fe del país.

Por más que quisiese postularse para ser candidata a santa, jamás sería considerada pues ella tenía cicatrices por el ataque de una bestia de hielo en todo su cuerpo y mitad del rostro que cubría con su túnica. La belleza física como sinónimo de santidad, predominaba el templo y las cualidades de bondad o empatía por el prójimo que antiguamente eran condiciones para ser nominado, fueron perdiéndose con el tiempo.

Nadie se atrevía a mirarla a la cara y era discriminada por sus pares a cada paso por lo que hallaban placer en tratarla como esclava para arruinar su autoestima. Solo la vieja santa la trataba como si fuese su propia sangre y desde que la asignaron a su cuidado, en vez de verlo como un castigo, Bernadette disfrutaba alejarse de los demás para permanecer a su lado.

-Quiere que encienda más velas?-

-No mi niña, así está bien. Ven aquí, vamos a leer un libro- Priusa le había enseñado en secreto a leer y escribir para defenderse de los demás

Sus lecturas eran un regalo que permanecían presentes cada noche antes de dormir. Le ayudaban a imaginar un mundo fuera de las paredes del templo y más allá dónde podía ser feliz por la eternidad pero la visita de hoy, le daría algo más en que pensar.

Al finalizar la clase, Priusa le pidió a Bernardette hacer algo para su salvación.

-Bernie, hoy tuve una visión. Pero es una que no puede ser rebelada a nadie. Es acerca del portador de la llama del invierno- Priusa se levantó como pudo de la cama ayudada por la sacerdotisa

-Eso debe ser informado, hay órdenes estrictas de que si usted...-

-Escúchame Bernardette, eso no puede hacerse. El portador vendrá solo, no mañana ni pasado sino dentro de muchos años. Vendrá para destruir Untersberg de una vez por todas- sentada en el sillón, respiraba con dificultad

-Abuela...- arrodillada junto a Priusa, Bernardette temblaba

-Bernie, tienes que irte de aquí antes que eso ocurra. Hay alguien en este lugar que busca matarme y lo hará pronto. Cuando eso ocurra, espero ya estés muy lejos y puedas entregárselo a su verdadero dueño- pisando dos mosaicos distantes en el suelo al mismo tiempo, este se abrió en el medio

-Oh dios, cómo llegó aquí? Estaba en el altar mayor!- abriendo la caja, Bernardette se topó con la corona negra

-La anterior santa me lo encargó para que nadie lo robara. La que yace en el altar es una burda copia de otra copia que mi futuro asesino osó robar. Se me ordenó entregar el original cuando la verdadera santa diera señales de despertar y anoche, se me confirmó quien sería esa persona- con una sonrisa, Priusa le entregó la caja

Ellas me quieren muerto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora