Capítulo 25

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.:: The Sweetest Thing ::.

#25

—Creo haber visto una pintura similar en casa de mi abuelo en Greenwich.

—¿Estás seguro?

—No —duda.

—¿No?

—Bueno, sí.

Ruedo los ojos.

—Qué estúpido.

—¡Hey! Conmigo cambias ese humor. No tengo la culpa de que seas tan baboso.

Lo voy a matar.

—A ver, señor sabelotodo —corrijo con sorna—. ¿Tiene la amabilidad de explicarme el significado de sus putos monosílabos?

El me mira enojado, todo engreído; yo furioso. Me da igual, mi humor no ha mejorado en todo el fin de semana. Ayer sábado ya no regresé a la oficina, pues estaba seguro que si veía a Kyo lo mandaba a la mismísima mierda. El lunes tendré que tomar el autobús ya que mi carro se quedó en el estacionamiento.

Eriol me examina un rato y luego deja su celular al costado. Se la ha pasado texteando todo el fin de semana. No sé qué diablos estará planeando, pero eso no es normal en él, al menos no desde que nos establecimos aquí en la capital.

—Mira, en la sala de té, tenemos un lienzo de similar tamaño, incluso tiene los trazos muy parecidos, ¿ves el fuerte contraste de la ropa con el fondo oscuro de la composición? —Muevo la cabeza afirmativamente—. La pintura en casa del abuelo es igual.

—Son pinceladas románticas —me apresuro en contestar—. Están muy bien trabajadas y le dan un bello volumen y movimiento a la tela del vestido; sobre todo resalta sus formas con la superposición de ellas, tal como lo hacía Rubens —explico admirando nuevamente la pintura, quien me viera, creería que soy un niño pequeño tirado en la alfombra de la sala con su juguete nuevo—. Es una de mis técnicas favoritas que aún no logro perfeccionar.

—No lo dudo, señor perfeccionista, no lo dudo —sonríe burlón—. La única diferencia que encuentro es en la imagen de los protagonistas. Este se parece a ti —apunta hacia el hombre de cabello chocolate—. El otro, según mi abuelo, es un tátara tárara abuelo, o algo así, pues tiene los ojos zafiro de los Reed. Es de la época victoriana.

—¿No te contó nada más? Es obvio que hablamos del mismo pintor, por tanto, de la misma época.

—Mmmm... —duda—. No, no dijo nada más. —Presiento que me oculta algo—. Pero lo peculiar aquí es esa boina a cuadros... ¿no te parece algo raro para aquellos tiempos?

—Sí y eso es lo que me tiene enganchado. Creo que este dibujo esconde una historia. Es como la Primavera de Botticelli o la Venus de Velásquez. Todas guardan un mensaje subliminal, algo tan obvio que se puede apreciar a simple vista, pero que sólo los conocedores de aquel secreto pueden descifrar.

—¿Una pintoresca historia de amor?

—Quizá —suspiro suavemente y vuelvo a mirar los ojos verdes y brillantes de la mujer del retrato y por enésima vez en el día me hace recordar a las esmeraldas vivaces de Sakura. Son muy similares salvo que ahora, ya no brillan como antes, al menos no para mí—. Sí... creo que sí.

—Oh... ¿Romántico, señorito Li? —Eriol mueve las cejas.

—¡No! Calla.

—Podría hacer algunas llamadas para averiguar un poco más. —Se incorpora y vuelve al sillón—, pero mañana. Ahora tengo otros asuntos que resolver —me guiña el ojo para luego lanzarse sobre el mueble con los pies descalzos y coger el celular. Mira la pantalla como un idiota y se ríe como un idiota. ¿Le gustará alguna chica? ¡No, qué va! Ya me hubiera dado cuenta, además no tendría por qué mirar y reírse así con un celular. ¡Es solo un aparato!

The Sweetest Thing | Sakura y Shaoran |Where stories live. Discover now