A Jasper le gusta Freya, a Freya le gusta Levi y a Levi le gusta Jasper.
Un triángulo amoroso con una gran falla de cálculo, pues la realidad es que Jasper odia a Levi, Levi no siente nada por Freya y a Freya no le gusta Jasper.
Existe una solució...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Freya
Levi se la pasaba rondando como alma en pena. Ahora que estábamos viviendo juntos, lo veía desvelarse, sufrir insomnio y asomarse por balcón de su departamento. Una vez salí a verlo, estaba llorando en silencio. No quería que lo viera, era su momento privado, por lo que jamás volví a seguirlo.
No sabía qué hacer para consolarlo. Extrañaba al Levi de antes que reía y bromeaba, desbordante de carisma y confianza. Aunque ahora me percataba de que tal vez ese Levi nunca existió en realidad, que era solo una fachada para esconder algo quebrado, algo incompleto.
Yo sabía bien que los sentimientos que Levi tenía hacia mí no pasaban de un cariño amistoso y, aunque yo gustaba de él, no pensaba presionarlo más con el asunto; no era correcto. La realidad es que Levi quería a Jasper, demasiado, y más allá de lo mucho que le dolía el conflicto eterno con su padre, creo que le dolía más haber perdido a Jasper.
Pero ¿qué era lo que Jasper sentía por Levi? Sabía que él gustaba de mí, pero... ¿Qué hay de él y Levi?
Terminé de guardar cosas en mi bolso y miré a Levi, quien estaba echado en el sofá de la sala, viendo aquel feo candelabro que colgaba del techo. Me acerqué a él, apoyándome en el respaldo del sillón.
—¿Te sientes bien? —pregunté.
Levi negó con la cabeza.
—No quiero ir a la escuela.
—Lo siento, pero no es opcional. Ya faltamos demasiado.
—Lo sé. —Suspiró, tallándose los ojos con las manos. De nuevo no durmió.
—¿Es por Jasper? —pregunté. La respuesta ya la conocía, pero quería que él se descargara.
Levi se encogió sobre sí mismo ante la pregunta.
—No me atrevo a darle la cara —admitió y se volvió hacia mí—. Y sí, lo sé, soy un cobarde.
—No creo que lo seas. Es normal estar asustado —aseguré—. Todo esto fue algo... repentino, pero no puedes detener tu vida. Solo aumentarás tu temor.
—No suena tan malo detener mi vida.
Lo miré con incredulidad.
—Levi.
—Aunque tú sí deberías continuar con la tuya. Tienes que.
Suspiré y estiré mi mano hacia su cabeza, revolviendo su cabello que de por sí estaba alborotado.