Extra #02

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Contecto: Situación romantica entre Lizzie y Marcus antes del final de la novela.



—No estoy borracha... estoy graciosa.

—Estás más graciosa que nunca, así que temo que está borracha, señorita Elizabeth.

—Puff, cállese jefecito.

Me reí cuando Lizzie hizo un gesto con su boca casi demostrando que estaba borracha con solo una mueca; sin embargo, no dije nada. Habíamos ido a una fiesta de trabajo, de manera separada, pero volvíamos juntos al departamento de ella porque lo había pedido. Lo que menos quería era dejarla sola con tanto alcohol encima y sobre todo haciendo esos morritos con la boca que me ponían más que nervioso. Nervioso de la buena manera.

Bajamos del taxi con dificultades, una de ella era Lizzie sin poder mantenerse en pie con unos zapatos pesadísimos que utilizaba. Sin embargo, como buen caballero que a veces soy, mantuve su mano en todo momento y hasta tomé un poco su codo.

—Quiero besar a ti... no al suelo —se quejó y, de la completa nada, se sacó los zapatos en plena calle. Hice una mueca y ella puso los ojos en blanco—. Me voy a limpiar los pies antes de dormir, te lo prometo.

No dije nada, pero era obvio que Lizzie había entendido de lo que me quejaba incluso sin saberlo. Me reí en voz alta, pero no dije nada, negando con la cabeza como si Lizzie fuera una caso perdido. Todos sabíamos que lo era. Era mi caso perdido.

El departamento de mi actual novia era un caos, pero me imaginaba encontrarme con algo peor. Su gato me miraba arriba de una biblioteca como si me odiara profundamente pero incapaz de lanzarse contra mí en ese momento al estar su dueña presente. Sabía que tarde o temprano iba a encontrarme con él en el baño o cocina y mordería mis pies descalzos. Lizzie se quitó la chaqueta de cuero verde y la dejó caer, como si no tuviera un pechero para colgar cosas. En silencio como buen soldado, me agaché para tomar la prenda y dejarla en su lugar asignado.

La vi andar por la casa, esquivando prendas de ropa, papeles, libros y muchos papeles sucios. Era la casa de una persona que, al parecer, lo que se caía quedaba en ese mismo lugar.


Abandonado como si nada. Iba caminando con una habilidad única, una capaz de saber por donde pisar y por donde no. En cambio, para mí era un descubrimiento y en silencio iba tratando de evitar las cosas como si fueran bombas.

La diferencia entre ella y yo era obvia, se notaba en que mundos diferentes vivíamos y aun así, Lizzie se giró para mirarme y la consideré la chica más viva con la que había estado. No me malinterpreten, Lizzie me parecía bellísima, pero era su carisma lo que iluminaba su rostro y la volvía preciosa. La volvía la persona más linda que conocí en mi vida.

Estaba un poco ebrio, pude notar eso.

—Sacate la ropa.

Me detuve en seco cuando escuché la orden, girándome lentamente hacia la pelirroja tratando de entender que había dicho. ¿Me había mandado? ¿Me estaba pidiendo que me desnude? La vi caer en la cama, de manera torpe, y la tira de su vestido verde se deslizó por su vestido de una forma que me hizo tragar lentamente.

—Me parece que te olvidas quien da las órdenes aquí...

—Puff... que sexy el jefe...

—Vamos a dormir, Lizzie, estamos muy borrachos —apunté lo obvio mientras trataba de sacarme el pantalón. Ella se incorporó demasiado rápido, estiró sus manos y tomó la prenda para empujarla hacia abajo. De la nada, ya no tenía pantalones—. Esto se está poniendo raro...

Me reía sin poder evitarlo y sobre todo al ver a Lizzie luchando por mantenerse despierta. Pero era un caos completo. Todavía tenía el mohín en sus labios cuando la mire, ojos cerrados y el cabello hecho un lío.

—Solo quiero sexo alcoholizado con mi novio... dicen que es bueno —se quejaba mientras hacia ese pequeño puchero con los labios que se me hacía muy tierno. Me reí un poco y se dio cuenta de que eso no iba a suceder, que no iba a darle lo que buscaba esa Lizzie borracha.

—¿Realmente quieres tener sexo que luego mañana no recuerdes?

Mi pregunta dio en el blanco y al instante negó, moviendo sus rizos de un lado al otro y alcé una de mis cejas. Esa que siempre buscaba tener la razón en la discusión y, como siempre, Lizzie decidió ignorarme dejándose caer una vez más.

—He soñado toda mi vida con emborracharme con mi jefe y que me quite la ropa a tirones.

—Has leído mucho Wattpad en realidad.

—La realidad es una mierda —se quejó dándome la espalda de la nada y decidí no ser tan cruel con sus intenciones. Unas que no iba a cumplir, pero podía prometer hacerlas en el futuro.

Me estiré en la cama, para envolverla con mi cuerpo y dejar un beso suave en su mejilla. Su perfume de Taylor Swift me embriagó por segundos, pero me mantuve firme en cumplir lo que buscaba.

—Mañana, mañana haremos todo lo que has leído y más.

—¿Contra el ventanal de tu oficina?

—Por Dios, Elizabeth, a veces me das miedo.

—Wattpad, he dicho que tiene la culpa.

Se rio junto a mí y se dio vuelta para enfrentarme, mostrándome lo cansada que estaba, como también lo cerca que estaba de dormirse. Me gustaban esas situaciones que vivíamos, tan de novios, tan normales que me hacían creer todo iba a estar bien. Que Lizzie era la chica con la que quería dormir y despertar todas las mañanas. Me miró unos minutos y yo acaricié su nariz con la mía en un gesto algo tonto, logrando que ría por lo bajo por eso.

—No necesito leer Wattpad cuando te tengo a ti.

Acto seguido, se quedó dormida. Fue casi instantáneo, cerró los ojos y quedó totalmente dormida. Lo noté por su respiración y luego porque empezó a roncar de esa manera característica suya. Todavía vestida, con los pies sucios.

—Yo tampoco, Lizzie, no necesito nada más si te tengo a ti —le susurré a la chica dormida en mis brazos que quería sexo en lugares y vivir escenas dignas de novelas románticas. Esa misma que me tenía loca.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now