17. Cómo perderlo todo y no morir en el intento.

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—No entiendo de qué te ríes

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—No entiendo de qué te ríes...

Me reí más fuerte al escuchar a Marcus indignado mientras negaba con la cabeza y se miraba al espejo que tenía en frente. ¿En mis sueños más húmedos había imaginado algo así? No, para nada. Mi bello jefe y actual novio estaba arreglándose para trabajar en mi casa mientras yo trataba de meter mis piernotas en unas medias negras bellísimas que me había comprado. Se veía tan guapo por las mañanas, era ese tipo de personas que se levantaba de buen humor y lucía perfecto incluso cuando no lo intentaba.

—Me rio porque vi como te levantabas para salir a correr a la mañana y no podías ni ponerte de pie —comenté atrevida, porque Marcus seguía intentando hacer actividad física cuando por la noche habíamos hecho la suficiente. Él decidió ignorar mis comentarios sugerentes (seguramente porque nos iba a llevar a volver a lo mismo y llegar tarde), pero me regaló una sonrisa a través del espejo.

Me habían dicho que una vez que todo comenzara no iba a parar y en ese momento me reí un poco, porque no me veía capaz de tener relaciones tan seguido. Sin embargo, ahí estaba comportando como un conejo fornicador. Seguramente me iba a ir al infierno, pero tampoco me importaba si era de ese modo. Habíamos comenzado una rutina que me gustaba llevar y me encantaba creer que era parte de nosotros.

Ibamos a trabajar, yo ponía todo de mi para sacar mi libro lo más pronto posible con varias personas trabajando en él y al salir del trabajo volvíamos a vernos. A veces teníamos salidas simples, como ir al cine, tomar café o pasear por la ciudad, luego comida siempre en casa de alguno y siempre terminabamos durmiendo juntos. Nunca me había pasado nada así con nadie, nunca había querido pasar tantas horas con una persona que no era yo misma.

Hablabamos de todo tipo de cosas. Escuchabamos música y mirabamos mil películas. Descubrí que a Marcus le gustaban los documentos y yo le mostré todas las películas romanticas que me gustaban, aunque según él las disfrutaba. Miramos series hasta tarde y nos quedamos hablando sobre ellas en la cama. Descubrí también que es posible dormir con alguien sin tener nada antes y lo encontré bastante bello. Siempre creí que había que tener sexo en una relación y que era imposible para el otro dormir o hablar por las noches. Pero muchas veces Marcus y yo quedabamos cansados del día y solamente nos recostabamos abrazados hasta quedarnos dormidos.

Marcus roncaba y eso se me hacía muy gracioso porque se pegaba a mi por las noches. Roncaba bajito, seguramente cansado por el largo día que había tenido y en el medio de la noche me soltaba para desparrarse por la cama. Ahí era cuando yo iba en su encuentro para abrazarlo, aunque por la mañana despertabamos desparramados. Nos golpeabamos mucho al dormir, lo cual era gracioso. Se notaba que ninguno estaba acostumbrado a dormir con otra persona y era algo que teníamos que aprender. Algo más.

Pero no voy a negarles que el sexo estaba muy bien. Un excelente servicio, 5 estrellas sin quejas. Descubrir con Marcus fue algo que me incentivó a crecer un poco más, a sentirme más bella, a sentirme más persona. Con él todo era aprender y entender al otro, comunicarse ante cualquier cosa. Hasta de un calambre o una posición incomoda. Marcus era de esos que siempre estaban atentos al otro, preguntando si estaba todo bien, si estaba comoda y si quería continuar. Con el tiempo, las preguntas se fueron y no porque no le interesara, sino porque ya me conocía y me entendía.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now