ᒪOՏ ᒪᗩᘔOՏ ᑫᑌᗴ ᑎOՏ ᕼᑌᑎᗪᗴᑎ

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Cʜᴀʀᴀᴄᴛᴇʀ: Tᴀᴋᴀsʜɪ Mɪᴛsᴜʏᴀ II

Y ahí estábamos, nuevamente limpiando el salón, pero... no era lo mismo: pareciera que le cuesta sonreír, está más pálida, y su temperatura corporal no ha vuelto a subir.

—¿Te encuentras–te encuentras bien, Mitsy? —me preguntó preocupada, pero yo era el que debería estarlo.

—Estoy bien, no es nada —contesté con una sonrisa para tranquilizarla.

A pesar de que somos novios hace un mes, y ella me sigue amando como yo a ella, se siente distinto. Siento que estamos  haciendo todo mal, pero ella pareciera no darse cuenta... Nunca he tenido una pareja. ¿Inseguridades? Puede que sí, pero hombre precavido vale por dos, ¿cierto?

—Te he dicho que te amo, ¿verdad? —le pregunté buscando su sonrojo, pero en vez de eso se mostró confundida. A pesar de eso, sigo teniendo la misma reacción por parte  suya; me mira, me intenta sonreír, y aparta la mirada, pero su mirada esconde tristeza... lo sé.

—Sí... yo también–yo también te... te... —No termino la palabra, como de costumbre.

¿La rutina hizo esto?

—¿Quieres ir al parque de diversiones? —le pregunté tocando su mano—. Te prometo que será un día inolvidable, ¡Tanto así que no necesitarás una foto para acordarte de este día! —le prometí, luego la besé... A pesar de que su piel sea helada su boca seguía siendo húmeda, caliente y dulce—. Me fascinas.

Y era la verdad, no podía evitarlo. Sentía que, a pesar de todo, estar a su lado era lo mejor para mí. La amo; la quiero, la aprecio.
No pude ignorar ese deseo de volver a besarla, aunque esta vez en la frente. Parecía una película, pero de estas escenas en la que parece una despedida, o de que algo malo va a ocurrir. Nos separamos de a poco, y ninguno sabía cómo continuar.

—¡Vayamos, ya tengo hambre! —me agarró de la manga y salimos de la sala sin terminar de limpiar.

Pero no importa lo que pase, porque por mi mente siempre pasarás tú primero.

—¡Mitsy! —me giré a verla—, subamos a... eso.

Apuntó la atracción y se puso de puntitas. Amaba esas partes infantiles de ella.

—¿La montaña rusa?

Asintió con una sonrisa.

Esta feria y sus luces le hacían ver más resplandeciente, como la primera vez que la conocí y todas las siguientes antes de que fuéramos pareja. Las luces amarillas, naranjas y rojas le hacían verse deslumbrante, viva.

Fue un momento, al recobrar la conciencia ella ya no se encontraba al frente mío. Busqué en la fila, pero nada. Me comenzaba a alterar. ¿Dónde se metió?
Pasaron diez minutos, no contesta el celular. Corrí y la llamé por su nombre, pero no respondía. Traté de preguntar color ella en los locales, pero no la habían visto.

Sentí su presencia atrás mío luego de gritar su nombre, me vio, pero no como alguien a quien quisiera en su vida. Me hizo ver como un desconocido.

—¡Al fin te encuentro! ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

La abracé y luego la revisé. Seguía igual; helada, pálida, con unos ojos decaídos y... mucho más delgada.

—¡Suéltame!

El ruido hizo que todos los presentes se giraran a vernos, ella estaba enfadada, ni siquiera sé el porqué. Murmuraban de nosotros, y pronto un guardia de seguridad se hizo presente. Por un momento pensé escabullirme con ella, como en esas películas. Pero por su rostro de terror, y rabia no lo hice. 

Me detuvieron. Los primeros en venir a vernos fueron sus padres, no quería verlos, creerán que hice algo malo.

—Yo... yo no sé qué pasó. Estábamos bien, y pronto desapareció. Por favor —las lágrimas se acumulaban. ¿Qué pensarán ellos, y mi familia?—, yo no le hice daño. Yo la amo.

—Lo sabemos, Mitsuya. Estamos seguros.

Pronto unos policías me quitaron las esposas. La madre de la chica que amaba con todo mi ser me veía con pena. Lloraba.

—Ella... esta en el hospital.

Le detectaron alzheimer, algo inusual a tan corta edad. No había nadie en su familia que tuviera esa enfermedad como para decir que es hereditario.

Y como si él destino me odiara nuevamente estábamos en esa habitación  donde me habían hospitalizado hace ya un tiempo. Ahora era yo quien me apoyaba en el regazo de la chica que amaba. Yo quien lloraba, yo quien sufría por la incertidumbre de «¿Qué pasará con nosotros?».

Sus padres decidieron no mandarla más a la escuela, todos estaban en luto por ella. A pesar de no estar muerta, nadie merecía eso. Con el tiempo nos olvidará por completo, y yo seguiré sufriendo por su recuerdo.

Entré una vez más al taller, me quedé solo a limpiar esta vez. Encontré la tela que siempre usaba, seguía igual de mal bordada que la primera vez que vino. La di vuelta para guardarla.

«Takashi Mitsuya, te amo», eso es lo que decía al dar vuelta la tela. Una punzada en el corazón se presentó. Dolía.

—Maldita sea. —Lloraba sin control— ¡¡¡Maldita sea!!! —Caí al suelo de rodillas con la tela apretada en mi corazón—. ¡Joder, duele! ¡¿Por qué tú?!

—Y estos —apunté la foto— somos nosotros cuando te entregue la sortija.

Ella creció, su consciencia vuelve y se va con el viento. Pero no mi amor. Viente años, y sigo aquí.

Cerré uno de los álbumes de fotos que tenían. Y con una sonrisa algo triste por los recuerdos guardé el álbum.

—Fue...

Me giré a verla. Sus ojos iluminados, parecían querer llorar. Quería llorar con ella.

—Fue... una... una... buena foto, Mitsy.


Y si la vida de un buen artista siempre es... emotiva. La de uno frustrado más.

 La de uno frustrado más

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Oneshots TOKYO REVENGERSWhere stories live. Discover now