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⊹₊ ⋆ᴡʜᴏ ᴀʀᴇ ʏᴏᴜꜜ

Desde la última vez que había pisado Egipto no había vuelto a saber nada relacionado con el país, ignorando cualquier trabajo que tuviera que ver con él. En su mente, nada bueno había quedado de su estancia allí, y si alguna vez lo hubo, lo dejó justo cuando cerró la puerta de su antiguo apartamento, arrastrando una maleta que nunca pensó que haría.

Volver a su casa no era una opción. Había desaparecido por años y no tenía el valor de volver a mirar a su hermano a la cara sabiendo que ella había vuelto y su padre no. Decidió instalarse en Londres, donde para su suerte se reencontró con dos compañeros de la universidad: Donna Kraft y Eric Jules Fontaine. Fueron unos buenos años, consiguió un nuevo trabajo como asistenta, se casó con Eric, adoptaron un gato, se mudaron a una casa... Pero todo acabó.

Marlene y Eric se divorciaron después de 3 años de matrimonio, y cada uno comenzó una nueva vida por su cuenta. Ambos lo habían dejado en buenos términos, pero la herida era reciente y necesitaban tiempo para sanar. Donna le aconsejó un cambio de aires y, escuchando sus palabras, dejó su trabajo y siguió a su amiga. La pelirroja trabajaba en el Museo Británico de Londres, en el departamento de Marketing, y le había prometido conseguirle una vacante como guía; no por nada había estudiado Historia del Arte.Sabía que había una sección dedicada especialmente a Egipto, pero tras meditarlo con la psicóloga que Donna le había obligado visitar, sería un gran paso para superar sus traumas. 

Así pues, se encontró subiendo las escaleras que daban entrada al museo, sintiendo un pequeño temblor en sus manos. Apreció las grandes columnas jónicas que adornaban la portada, y el tímpano repleto de estatuas. 

Decidió ir poco a poco, visitando primero su parte favorita: la zona de la Antigua Grecia y Roma. Allí pudo ver los mármoles de Elgin —llamados así porque fue quien los trajo del Partenón de Atenas—, donde se podía apreciar parte de la procesión de las Panateneas; y también el monumento de las Nereidas, que había sido restaurado. Vio la armadura de Samurai y los jarrones de David en la zona de Asia, y el moai Hoa Hakananai'a en la de América. Daba gracias de haber venido temprano, porque si no no le hubiera dado tiempo.

Al cabo de unas horas, por fin se encontró en la zona de Egipto. Caminó lentamente entre las exposiciones, parándose a ver la piedra de Rosetta o la momia de Katebet. Al mismo tiempo, podía recordar fragmentos que había enterrado en su memoria: su primera expedición, la ilusión de su padre, la llegada a King's Valley, Abdallah hablando de su hija con orgullo...

Decidió que ya había tenido bastante y caminó hacia la salida dándose cuenta de que el Museo estaba a punto de cerrar. Donna le había pedido esperarla para salir juntas, así que sacó el permiso que le había conseguido y se lo colgó al cuello —era para que no la echaran cuando cerraran en unos momentos, ya que Donna solía salir tarde. 

Marlene sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones, como si le hubieran dado un fuerte golpe en el estómago, mientras veía al moreno que protagonizaba todos sus recuerdos más odiados. Estaba allí, igual a como le recordaba, y al mismo tiempo distinto. Los mimos ojos y la misma boca, pero distinta mirada y sonrisa. Mientras el Marc que conoció era reticente a sonreír con cualquiera y su mirada era profunda, analítica y la mayoría del tiempo apagada, el sujeto que atendía en la caja sonreía tontamente y miraba con unos ojos tiernos a cualquiera que pasaba.

Cuánto cambia una persona, pensó acercándose inconscientemente. Cuando estuvo frente a él ya era tarde para dar marcha atrás. No sabía qué decirle o cómo reaccionar, ¿debía darle un abrazo porque no había muerto como muchas veces había pensado? ¿o quizás gritarle y pegarle por haberla mentido y abandonado?

ᴜɴᴘʀᴇᴅɪᴄᴛᴀʙʟᴇᵐᵃʳᶜ ˢᵖᵉᶜᵗᵒʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora