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⊹₊ ⋆ᴏᴏᴘs!...ɪ ᴅɪᴅ ɪᴛ ᴀɢᴀɪɴꜜ


Si fueran unas circunstancias normales Marlene no estaría allí. No habría hecho las maletas corriendo, no habría sacado un billete de avión, ni sacado de un cajón aquellas llaves que no volvió a tocar desde que abandonó la casa. Pero aquellas no eran unas circunstancias normales, y por mucho que doliera, volver a esa casa era necesario.

Teniendo en cuenta que  Marc había perdido el escarabajo y que lo más probable era que lo que buscaba se encontrara en Egipto, Marlene apostaba que el primer sitio al que iría sería a su antigua casa allí mismo, en El Cairo. Aquella casa llena de recuerdos, justo donde la abandonó.

Ella tenía las llaves y ni siquiera descansó esa noche; hizo las maletas y sacó el primer vuelo hacia el lugar. Había llegado antes que Marc. Lo sabía porque las llaves de repuesto seguían en el mismo sitio de siempre —en la caja que manejaba las corrientes de agua, pegadas en un lado difícil de ver. 

Instaló sus maletas en el cuarto de invitados, pasando rápidamente por la puerta del cuarto principal, no queriendo mirar dentro. No tenía buenos recuerdos en esa habitación, los últimos días de su estancia allí los había pasado en el cuarto en el que se estaba instalando, odiando el olor a Marc que tenían las sábanas tras su marcha. Limpió el lugar, lleno de polvo después de haber estado inhabitado por tres años.

La casa no era grande, el salón y la cocina se encontraban abajo, arriba había dos cuartos y un baño, y afuera un pequeño jardín —que estaba totalmente seco, por el clima y la falta de cuidado. Cuando se fue dejó todo como estaba, y ahora le dolía el recuerdo. Quizás debería haber hecho reformas. Comenzó a hacer la comida, calculando que Marc llegaría en poco tiempo más.


Efectivamente, una hora más tarde se escucharon las llaves en la puerta. Alerta, Marc entró atento al haber notado que no estaba echada la cerradura. Se sorprendió al ver las ventanas subidas y percibir un olor a comida —quizás espaguetis— que inundaba la sala. Entró silenciosamente a la cocina, sólo para ver la mesa puesta y dos platos de pasta a la carbonara humeantes, recién hechos. Escuchó unos pasos atrás, por lo que se giró rápidamente. Su cuerpo se tensó aún más, sin esperarse a quien vio.

—Bienvenido a casa de nuevo, Marc—sonrió la rubia con sarcasmo—. Tenemos mucho que hablar, siéntate.

—¿Qué haces aquí?—demandó el hombre mirándola fijamente, el ceño fruncido—. Deberías haberte quedado, sólo estorbarás.

—Me iré, cuando obtenga respuestas—se mantuvo firme—. La verdad.

Marc suspiró cansado, pero se sentó en la mesa, ansioso— ¿Quieres respuestas? Adelante, ¿qué quieres saber?

Marlene quedó paralizada por unos momentos. No creía que se las daría así de fácil, casi se había quedado en blanco. Casi, porque tenía tantas preguntas que no sabía por dónde empezar. Caminó lentamente hacia la otra silla, temiendo que cualquier movimiento brusco le hiciera cambiar de parecer. Le miró fijamente,así como él lo hacía.

—¿Qué ha pasado estos días? No, mejor, estos años—disparó la rubia— ¿Quién es Steven? ¿Y Layla? ¿Y ese loco del bastón? ¿A dónde te fuiste? ¿Por qué me dejaste sola, sin avisar?

A pesar de que ya se imaginaba sus preguntas, escuchar la última se sintió como una patada en el estómago. Marc suspiró, se restregó la mano por la cara y se inclinó hacia delante.

—Cuando me encontrasteis moribundo en el desierto, algo se apiadó de mí, Khonshu, y desde entonces soy su espada de la justicia. Steven es mi otra personalidad, sufro lo que se llama trastorno de la personalidad múltiple—comenzó. Se lamió los labios y prosiguió—: Layla es...era mi mujer—a pesar de que ya lo sabía le dolió igualmente—. Es la hija de Abdallah El-Faouly—eso si la sorprendió.

ᴜɴᴘʀᴇᴅɪᴄᴛᴀʙʟᴇᵐᵃʳᶜ ˢᵖᵉᶜᵗᵒʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora