𝑪𝑯𝑨𝑷𝑻𝑬𝑹 𝑻𝑯𝑹𝑬𝑬───𝑻𝑯𝑬 𝑵𝑰𝑮𝑯𝑻

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—Gracias por traerme hasta mi casa, Eddie—agradeció Amelie mientras se desabrochaba el cinturón del vehículo—Fue una tarde muy divertida, enserio.

—Me alegro, Ángel. Fue para mi un verdadero honor poder pasar la tarde con una damisela tan bella y encantadora como usted—Eddie hizo una reverencia como si de un príncipe se tratase. Amelie reía ante su ingenio y gracia. Le pareció un chico verdaderamente divertido y encantador. Definitivamente si Eddie le proponía otra cita, aceptaría sin dudarlo. Su misión era romper la rutina, nunca se espero pasarla tan increíble.

Ambos bajaron del auto, al estar ambos abajo, Amelie, se dirigió hacia Eddie.

Al estar frente a el, tomó al muchacho de la camiseta y lo tiro hacia ella. Luego de hacer que este se agachara a su altura, la rubia le susurró al oído—Fue la mejor tarde de mi vida, Eddie. Si quieres podemos volver a repetirla. Es agradable tu compañía—al finalizar, la rubia dejo un beso en la mejilla de Eddie.

Antes de que el pudiera contestar, Amelie corrió hacia el porche de su gran casa, pues no era un secreto que además de hermosa, Amelie era bastante rica. Antes de entrar, dio media vuelta y le guiñó un ojo al guitarrista, acto seguido, la muchacha entro a su hogar.

Eddie se quedó plasmado, como si estuviera en una especie de transe. Al por fin volver a la realidad y darse cuenta de que la chica del que esta tan enamorado le dio un beso en la mejilla y dijo que le agradaba su compañía, el joven no pudo contener su emoción, dio un gran grito de felicidad mientras daba unos golpes a la puerta del auto simulando que era un tambor.

—"No te hará caso" "Mejor trata de invitarla al baile"—imitó la voz de sus compañeros del club— Pues mírenme ahora, idiotitas—dijo para si mismo.

Mientras tanto, en lo alto de la mansión, una mujer se encontraba mirando, toda, absolutamente toda la escena.

Amelie se encontraba en la cocina sirviéndose un vaso de agua, debía tomar su píldora para los dolores de cabeza, aún así no los tuviese, debía tomarlos para prevenirlos. Todo estaba en completo silencio, bastante relajante a decir verdad, hasta que ese majestuoso silencio fue interrumpido por la amarga voz de la última persona que quería ver.

—¿Quién era ese muchacho y porque te trajo a casa?—indagó la mujer mayor.

—Hola, madre. Si, tuve un lindo día, la verdad me fue muy bien. Saqué una A en Literatura y otra A en Español. Gracias por preguntar, ¿Cómo fue tú día, madre?—respondió con sarcasmo la menor.

—No me faltes el respeto, insolente. Y respóndeme la pregunta, ya.—presionó la mujer acercándose lentamente a la adolescente.

—Es un amigo, mamá. ¿Ya vas a dejarme en paz? ¿O acaso el interrogatorio continuará?—un ardor se expandió por la mejilla de Amelie, la mano de su madre había impactado fuertemente contra su rostro.

—Como te atreves...¡¿Cómo es que te atreves a hablarme así?! ¡¿Cómo es que tienes el descaro de hablarle así a la persona que te dio la vida?! Eres una malagradecida...¡Ve a tu cuarto ahora! No quiero que salgas hasta la hora del partido.

La mano de Amelie se encontraba en su mejilla tratando de alivianar un poco el dolor. Tomó su vaso con agua y se dispuso a ir a su habitación, sin embargo, la mano de su madre atrapando fuertemente su brazo se lo impidió.

—No quiero que vuelvas a ver a ese muchacho en tu vida, ¿Entendido? Parece un vagabundo, que no te vean con el.—susurró apretando los dientes. Soltó fuertemente el brazo de la adolescente empujándolo hacia atrás mientras ella se abría paso a la cocina.

Amelie caminó a paso rápido hacia su habitación. No podía esperar para irse con su mejor amiga y dejar esa casa de una vez por todas, aunque sea solo por el receso de invierno. Sus planes de abandonar ese lugar se elaboraban día tras día. No podía aguardar para ir a la universidad y ya no ver la cara de esa malvada mujer a la que tenía como madre.

Escenas de su niñez llegaron a su cabeza, su hermano, su madre...su padre, Nueva York, Francia. Todo. Los momentos en los que la vida decidía castigarla forzándola a recordar, a revivir en su mente esas imágenes tan horribles le erizaban la piel a todo momento. En algún momento de la tarde, Amelie cayó en un profundo sueño, y despertó gracias a la alarma que le indicaba que el autobús hacia el partido saldría en una hora. Aún debía bañarse y arreglarse un poco, no le tomaría tanto tiempo, pero era mejor estar lista cuanto antes.

Bajó por las grandes escaleras de la casa vistiendo su uniforme de porrista. Llevaba un bolso donde guardaba todas sus cosas que usaba para los partidos, lazos de mas, cintas, maquillaje, los icónicos pompones de porristas con los que no solo debía animar al equipo sino también al público. Antes de poder abrir la puerta, la voz de su madre la sobresaltó.

—Escúchame, tengo un viaje de negocios, el vuelo saldrá mañana a las seis de la mañana. Antes de que te vayas a esas cabañas con Chrissy quiero que te asegures bien de que todas las puertas estén cerradas. ¿Entendido?—dijo la mujer.

A Amelie realmente no le importaba la presencia de su madre, pero era mucho mejor si no estaba—Entendido, madre. Por cierto, ¿Cuánto tiempo te irás?

—Una semana. Ahora ve al partido, no quiero que llegues tarde.

—Si, madre—Amelie salió de su casa y fue lo mas rápido que pudo hacia su auto. Sin perder tiempo, se subió a este y comenzó a conducir en dirección a la secundaria.

Esta noche sería especial para algunos, e inolvidable para todos...

War of Hearts───Eddie MunsonWhere stories live. Discover now