Prólogo

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Podía ver las nubes y el color celeste del cielo a su derecha, un grupo de Pokémon por la ventana de al lado y los sonidos del avión eran todo lo que tenía mientras llegaban a la gran región de Johto. Lo único que hizo fue cerrar los ojos y suspirar mientras veía el techo del avión.

-¿Qué sucede?- le dijo una voz femenina a su costado. El niño de tan solo 10 años abrió los ojos y vio a la figura de su hermana mayor, una competidora de concursos de belleza pokémon que le veía mientras le daba una sonrisa cálida y reconfortante-¿Te ocurre algo? volvió a preguntar, lo que le hizo poner una sonrisa melancólica.

Al darse cuenta del ánimo de su entrenador, un pequeño pokémon salió de debajo del asiento para recostarse en las piernas del joven.-Hola pequeña... susurró a su pokémon, una Cyndaquill que le había sido otorgado por su madre cuando niño.

Luego de acariciar un poco a su pokémon, el pequeño giró la mirada y vio a los ojos de su hermana, lucía su cabellera castaña cortada y hasta los hombros, además de una vestimenta deportiva y su tono de piel bronceado.

-No pasa nada Leyla, yo solo...

-La extrañas- le interrumpió la niña, que cambiaba su expresión de una calmada a una un poco más triste. El pequeño asintió con una pequeña sonrisa y regreso su concentración a su Cyndaquill

Al notar esta acción, su hermana volvió a hablar con la misma sonrisa risueña que solía poner.

-Sabes, mamá solía decir que este Cyndaquill era muy especial, aparentemente su color es distinto al de otros Cyndaquill, te darás cuenta de este detalle si te llegas a topar con uno, después de todo, esta es su región de origen.

-¿En serio?-preguntó el niño sin saber a lo que su hermana se refería-parece que no he estudiado lo suficiente, el no saber cuales son los Pokémon naturales de la región... Si voy a iniciar mi aventura debería por lo menos estudiar con qué clase de criaturas me encontraré, ¿no crees Cynda?-La pequeña en su regazo hizo caso omiso a su joven entrenador, ya que se había quedado dormida por las caricias de este.

-Oh así que ya te decidiste-le comentó Leyla a su hermanito. El joven, ahora con una actitud positiva, vio a su hermana con lo que ella llamaba decisión en los ojos.

-Me convertiré en entrenador, encontraré a papá y---Antes de que pudiera decir lo último, el joven sintió luz detrás de él, era tanta que vió a su hermana girarse para que aquel destello no dañara sus ojos... para alguien más seria estúpido, voltear cuando el sol es tan fuerte como para que una persona gire su mirada, el joven no sabía porque, pero algo ese día le dijo que volteara... algo le llamaba... y ese algo, que iluminaba sus fina cabellera escarlata, dijo su nombre.

-¡Liam!- escuchó detrás de él, se giró para ver al ser que le llamaba, y al girar no vió el sol, sino que vio algo mucho más majestuoso, algo que sin duda alguna representa la belleza y el poder de la gigantesca estrella que iluminaba el Mundo Pokémon.

Liam ese día no lo sabía, pero sin querer, tuvo un encuentro destinado con el Pokémon legendario Ho-oh, que tras él dejaba ver un arcoíris de colores, y la luz que emitía de su cuerpo le daba una tonalidad dorada con haces de luz blancos en las puntas de sus plumas.

Según cuenta la leyenda, este pokémon solo hace presencia a entrenadores con un brillante futuro por delante, dándoles la suerte y felicidad eterna, al mismo tiempo que los profetizaba como los mejores del mundo.

Su hermana sentía la necesidad de acomodar a su hermano antes que siguiera dañando su vista, pero no fue capaz por la intensidad de los rayos

-En honor a mamá, seré el entrenador más poderoso de todos, y así le demostraré que ya no necesito que me proteja, como lo hizo antes de morir-pensó Liam viendo al pokémon legendario.

La Travesía del MaestroWhere stories live. Discover now