34: mama esto se prendió

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Al final si he terminado yendo al baño a por desmaquillante y porque básicamente he preferido darme una ducha.

- Gabbi - habla Damiano aunque su voz se ve amortiguada por el agua que cae. - ¿Me pasas la toalla?

- Sal tú a cogerla - digo con tono burlón y la cabeza del italiano se asoma y conecta con mis ojos a través del espejo.

- Te recuerdo que estamos malos, no provoques - intenta parecer serio mientras me señala. - O al menos si aprecias un poco mi vida no me hagas esto, no quiero morir aún y como sigas diciéndome esas cosas me vas a provocar un infarto. Además, no me apetece que tu padre me deporte a Italia - vuelve a esconder la cabeza en el interior y saca la mano para que le dé la toalla, blanqueo los ojos y se la doy.
El italiano no tarda en aparecer con una totalla rodeando su cintura y mis pequeños e inocentes ojos se emboban viendo caer varias gotas por su pecho. Damiano me sigue hablando, lo sé por el ruido de fondo el cual no estoy entendiendo. Estoy demasiado atenta a como las gotas caen y algunas se detienen por los tatuajes que adornan su piel. Ok, me esta subiendo la fiebre.

- Madre mía - susurro y dejo el cepillo de dientes en su sitio. Salgo del baño dejando a un Damiano sonriendo burlón por saber perfectamente que me ha pasado.

Damiano tarda un poco más en salir y cuando sale veo que está utilizando el mismo pijama. Bueno, ¿qué esperaba? Estamos malos. Además, yo igual que él, estoy utilizando el mismo pijama.
Un lloriqueo en mi puerta me espabila del nuevo trance en el que había entrado, maldito italiano, y corro a ella. Pero antes de abrir la voz de mi padre me detiene.

- Ivar, sal de ahí, tienes a tu dueña confinada y tú aún no tienes las vacunas para juntarte con el italiano. ¡Cariño! ¿Con cuántos meses les ponían la de la rabia? - la voz de mi padre se escucha cada vez más lejana y me es inevitable no reír al ver la cara del italiano.

- Me tiene celos - murmura y se deja caer en la cama boca abajo.

- Eso creo que nadie lo pone en duda - rio y me tumbo a su lado.

- Oye, ¿qué te ha pasado ahí dentro? - dice señalando el baño y a su vez incorporándose un poco para medio dejar su cuerpo encima mío. Ya estamos, ya está el médico intentando que me suba aún más la fiebre.

- Me voy a chivar a mi padre de lo que estás haciendo - bufa y se deja caer encima mío. - Aprovechado - rio y él se deja caer a mi lado.

- Tú has sido la que me has violado con la mirada en el baño, permíteme aunque sea usar tus tetas de almohada - ¿qué le acabo de pegar? Pues obviamente si. - Bueno, si superamos estos quince días confinados, te puedo asegurar desde ya que eres la mujer de mi vida - vuelvo mi rostro hacia él y veo que el italiano está con los ojos tapados por un brazo.

El chico no puede decirme una cosa muy obscena con otra medio romántica.
Bueno, como poder poder puede, pero es que me desconcierta.
Pero tiene razón. Si superamos estos días de confinamiento, podríamos asegurar que estamos hechos el uno para el otro. Porque pequeño detalle, soy hiperactiva y bueno, tenerme encerrada no es una gran idea.

- Cuéntame algo - digo tras un rato en silencio y el italiano vuelve a dibujar una sonrisa.

- Pretendía dormir, ¿no puedes quedarte callada? - os juro que le mato. - Pues bueno, tengo hambre.

- Yo también - apoya su cabeza en mi hombro. - Si me pasas el móvil le pido a mi madre que nos acerque algo para comer.

- ¿Tengo que moverme? - pregunta con voz de niño pequeño mal criado.

- No, solo estirar el brazo - se queja igualmente pero termina cogiendo mi móvil y lo cotillea antes de dármelo. - Por cierto, menos mal que has encaminado tu buen gusto, porque madre mía el chico de anoche.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Where stories live. Discover now