En una casa al este de Nacailuc, en la zona tranquila de la ciudad, se encuentra escribiendo una joven:

Escuché de un hombre que saltó voluntariamente a la locura: fue feliz.

Fui a visitarlo porque quería conocerle; aquello se convertiría en una rutina.

Me contó que saltar es una cuestión de voluntad: la voluntad de aceptar lo absurdo dentro de lo que también aceptas como lógico. Me dijo que hay personas que nunca van a saltar, y que eso está bien, porque por lo menos están firmes en su postura; también me dijo que hay dos tipos de personas: felices y miserables. Las felices son aquellas que son de una idea o de otra. Las miserables son aquellas de ideas neutrales o que buscan las diferentes perspectivas de una misma cuestión.

Cuando aquel hombre me explico a los miserables me observaba fijo; su mirada era de preocupación pero también de orgullo. Meses después me di cuenta que, el que fungía como mi mentor, fue, es y seguirá siendo un miserable. En ese momento comprendí al "salto" del que tanto hablaba: yo pensaba que los felices eran los que habían dado el salto, al ser lo suficientemente toscos como para no ver voluntariamente diferentes puntos de vista. Pero estaba equivocado: las personas miserables si tienen una ideología secreta, sin embargo, tienen conocimiento y interés por las de los demás; pueden haber ideas que sean más solidas que las de ellos, más mantendrá su postura, no por tosco, sino porque esa idea lo hace, secretamente, feliz.

¡Ese es el gran salto!

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⏰ Last updated: Jun 11, 2022 ⏰

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