Capítulo 29

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Mientras realizaban las tareas del día, Hipo les contó a sus amigos sobre lo que él y Astrid vieron.

—¿Cómo que se fue? —dudó Patán.

—Desapareció en el cielo.

—¿Cómo ves? —Patapez le mostró el dibujo que realizaba de La furia luminosa, el dragón que habían encontrado. Más bien, el dragón los había encontrado a ellos.

—Orejas más chiquitas y placas rosadas —corrigió Hipo.

—Okey. Entendido.

—Que noche —rió Eret, mientras cambiaba de lugar una silla de montar.

Chimuelo empujó a Hipo, causando que dejara de atender al Gronckle.

—Amigo, ¿Qué te está pasando? —preguntó Hipo— ¿Qué son todas esas babas y gemidos?

—¿Qué no es obvio? —sonrió Astrid— Está enamorado.

Kaysa soltó una pequeña risa, mientras dejaba que el pequeño dragón que tenía entre sus manos corriera con su madre, pues le había curado una patita.

—Creeme —susurró Hipo a Chimuelo—, las relaciones solo traen pena y miseria —Astrid le pegó en el hombro— ¿Qué te acabo de decir? —Chimuelo hizo un pequeño sonido y se alejó de Hipo— ¿Qué? ¿Ya no soy suficiente?

—Creo que eso es un no —comentó Brutacio.

A unos metros de ellos, se encontraban dos Naders mortíferos, haciendo una especie de danza de cortejo.

—¿Algo así? —preguntó Patapez.

—¿Sabes qué? Mejor copia el de chimuelo pero en blanco.

—Hubieras empezado por ahí.

—Ternurita. Chimuelo tiene una novia —sonrió Astrid.

—Nunca imaginé que fueras romántica. O sea, cero.

—Es que es muy tierno. Míralo.

Chimuelo estaba imitando la danza de los Naders, pero con su sombra.

—Eso mas bien es triste —aportó Kaysa.

—Y raro —siguió Brutacio.

—Debería hacer algo al respecto —dijo Brutilda.

—Prefiero recoger popó todo el día que ver eso —Patán se fue de ahí con la carreta.

—Bien —Hipo se puso de pie—. Regresemos al bosque y veamos si la encontramos.

Chimuelo saltó de alegría.

—Buena idea —Brutacio caminó junto a Hipo—. Eso nos dará privacidad.

—¿Qué?

—Plática de hombres.

—Sabe lo que puede pasar si la encuentran, ¿verdad? —dijo Kaysa a Astrid— O sea... Chimuelo...

—Ya veremos —suspiró Astrid, volviendo a lo suyo.

En los siguientes minutos, Kaysa se dedicó a afilar las hachas, armas, y todo a lo que le pudiera sacar filo. Por raro que parezca, eso le ayudaba a pensar. ¿Pensar en qué? En qué tan rápido se esparcirán las escamas por todo su cuerpo. Cuando faltará para que sea imposible ocultar lo que le pasa. Claro que Valka estaba enterada, pero no por eso va a dejar que todos los demás se enteren.

La palabra dependencia seguía en la mente de Kaysa. No entendía porqué le había afectado tanto si ni siquiera se lo decían a ella. ¿Será alguna pista de los dioses? ¡Dioses! Si los dioses le habían dado sus dones, ellos se los podrían quitar.

Entiendo a los dragonesWhere stories live. Discover now