Capítulo 4

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Sus cabellos se movían por el viento de la ventana, la joven médico se dedicaba a limpiar las manitas del pequeño niño que no dejaba de dormir al mismo tiempo que trataba sus rasguños y cortadas mientras el príncipe lo admiraba con una mueca de tristeza. Pobre pequeño, lo acababa de conocer esa mañana, tenía pensado solo darle agua, quizá invitarlo a él y a su madre a comer algo en el palacio, pero al enterarse que su madre había muerto había decidido conservarlo y no lo iban hacer cambiar de opinion. No como una mascota, era un ser humano con sentimientos, pero de alguna manera su semblante tan frágil le hacía recordar como se veía él en el pasado.

Su niño interior estaba lastimado

—¿Quieres dejar de escudriñar en mi mente? —pidió ya molesto, no le importaba para nada que la doctora lo escuchara hablar solo, tenía la excusa de que el golpe le hacía escuchar voces raras así que fácilmente podía pasar desapercibido. Volvió su atención al chiquito que dio un vuelta por la cama y volvió a hacerse bolita en su lugar.

—Lo más probable es que siga durmiendo un largo rato—meliodas miró a la doctora que se acomodó sus anteojos y dejo de colocar pomada de olores en sus llagas. En unos días iban a mejorar su es que se le seguían aplicando las medicinas correctas, lo que le preocupaba era la reacción de su padre y su madre. Sabía que su adorable progenitora iba a hacer muecas al inicio, pero que después iba aceptar su decisión de quedarse con el menor e iba a asegurarse de buscar a la gente más honorable para los estudios del niño. En cambio su padre podía reaccionar de dos formas, podía negarse y gritarle sobre qué ese niño no era más que una cucaracha que merecía estar en la calle y no importaba que le dijera iba a sacar al pequeño tristan de nuevo a las calles. O podía reaccionar molesto, pero le iba a aceptar quedarse con el niño viéndolo como a una mascota que lo iba a divertir.

Que horror de persona

—Me retiro—anuncio la doctora después de recoger sus cosas dejándole al príncipe unas cuantas pomadas y vendas que podría aplicarse solo o que algún sirviente iba a aplicarle tanto al niño como a su majestad. Hizo una reverencia en la puerta de madera y luego salió de la alcoba de meliodas quien se quedó solo con tristan mirando el atardecer rosado. El cielo empezaba a tener un tono diferente a ese azul intenso que tenía horas antes, un azul tan fuerte como los ojos de la mujer que le había dado ese golpe.

—Elizabeth—susurro para si mismo y se cruzó de brazos aún en la cama. ¿Qué podía hacer para volver a encontrarla? El odio en su mirada, sus pómulos marcados, su cabello sucio por la tierra. Ella era una mujer que nunca debió de conocer, pero que por culpa de su necedad había acabado a sus pies, literalmente. Su cabeza daba vueltas y más vueltas como un tornado que devasta un reino y parece nunca terminar. Soltó un bufido de molestia cuando terminó de escuchar la metáfora utilizada por la narradora y finalizó con levantarse de la cama sosteniendose de la pared para evitar caerse. Aun estaba mareado, con cada paso que daba sentía que iba a caer al piso incapaz de mantenerse derecho. Tomó su corona de rubíes, la coloco sobre su cabeza y luego llegó hasta la ventana inhalando una gran bocanada de aire fresco—¿Cómo puedo encontrarla? —preguntó a...

...

¿Me dices a mi?

—¿Con quién más podría estar hablando?—gruñó fijando sus ojos verdes en el suelo de la calle y viendo que todo seguía dando vueltas. Hasta apenas ese momento se dio cuenta del vértigo que le causó estar a esa altura. Había sido mala idea levantarse.

Volviendo al tema.

No puedes encontrarla solo porque si.

—Bien, quiero saber como hacerlo, no que la aparezcas mágicamente en la puerta del palacio—Es más  complicado buscarla de lo que crees, suele visitar a los mismos niños de siempre en el mismo orden, pero ella conoce el pueblo más que tu y sabe bien como escabullirse sin que nadie la vea. Como una sombra—Mierda—murmuró, en cuanto a esconderse ella era una experta, sería difícil volver a verla sabiendo eso. Parecía una misión casi imposible, pero fuera de su deseo por ver esos ojos, por poder hablar con ella o de poder remediar el dolor que su padre causó en ella...quería su ayuda.

El Camino Del Príncipe (PAUSADA)Where stories live. Discover now