14

260 62 4
                                    

Pero llegó la mañana... nos despertamos tarde; aún me invitaste a desayunar contigo. Tomamos juntos el té, que una mano invisible había servido discretamente en el comedor, y estuvimos conversando. Una vez más supiste hablarme con toda la confianza propia de tu temperamento abierto y cordial, y,como siempre, sin hacer ninguna pregunta indiscreta, sin mostrar ningún interés por mi persona. No me preguntaste mi nombre ni dónde vivía; para ti volvía a ser una aventura, alguien anónimo, el momento apasionado que se apaga sin dejar rastro en el humo del olvido.

Y entonces me explicaste que te disponías a hacer un viaje muy lejos, al norte de Europa, durante dos o tres meses; me puse atemblar en medio de mi felicidad porque en mis oídos ya retumbaba:

¡Se ha terminado, se ha terminado y olvidado!

Me hubiese arrodillado ante ti y te hubiese gritado:

«¡Llévame contigo para conocerme al fin, después de tantos años!»

Pero era tan tímido, tan cobarde, tan servicial y débil delante de ti, quesólo pude decir:

ㅡ¡Qué lástima!ㅡMe miraste sonriente y me preguntaste.

ㅡ¿Realmente te parece mal?

De repente se apoderó de mí una especie de ferocidad, que me hizo ponerme de pie y mirarte durante un largo rato. Entonces te dije.

ㅡEl hombre al que yo quería también se iba siempre de viaje

Miraba fijamente, directamente a las estrellas de tus ojos:

«¡Ahora, ahorame reconocerás!» , imploraba, temblorosa, con todas mis fuerzas. Pero me sonreiste y quisiste consolarme diciéndome.

ㅡPero uno siempre vuelve

ㅡSí ㅡrespondí yoㅡ uno siempre vuelve, pero entonces ya ha olvidado.

Debiste ver algo extraordinario, algo apasionado en la forma en que te hablé,porque te pusiste de pie y me miraste a los ojos desconcertado y muy cariñoso.Me cogiste por los hombros y me dijiste.

ㅡLo bueno no se olvida. A ti no te olvidaría jamás ㅡ y tu mirada se adentró completamente en mí, como si quisieras grabar mi imagen.

Al sentir que aquella mirada me penetraba, que me buscaba en el fondo del alma, que atraía y absorbía mi ser, creí, al fin, que se había roto el hechizo de la ceguera.

¡Me reconocerá, me reconocerá!

Temblaba sólo de pensarlo.Pero no, no fue así; no me reconociste ni me conociste, y nunca fui más extraño para ti que en aquel segundo, porque, de otro modo... De otro modo nunca en tu vida hubieras podido hacer lo que hiciste unos minutos después.

Me habías besado otra vez, apasionadamente y volvimos a hacerlo, volvi a ser tuyo una vez más. Tuve que arreglarme el pelo despeinado cuando termine de vestirme, y mientras estaba delante del espejo, te vi detrás de míㅡcreía que me moría de horror y de vergüenzaㅡ a través del espejo vi cómo,discretamente, introducías unos billetes de los grandes en mi bolsillo.

¿Cómo fui capaz de no gritar en aquel momento, de no golpearte? ¡A mí, al que te quería desde pequeño, al padre de tu hijo, me pagabas por aquella noche! Un cualquiera encontrado en el Tabarin, eso es lo que yo era para ti, nada más. ¡Me habías pagado, me habías pagado a mí! No tenías suficiente con olvidarte de mí, también tenías que humillarme.

Cogí mis últimas cosas rápidamente. Me quería ir, quería irme de inmediato. Me dolía demasiado todo aquello. Cogí el chal, que estaba encima del escritorio,al lado del jarrón con las rosas blancas, mis rosas. Entonces me sobrevino el deseo irresistible, muy poderoso, de intentar por última vez que te acordaras de mí.

ㅡ¿No me das una de estas rosas blancas?

Naturalmente respondiste y cogiste enseguida una de ellas.

ㅡPero, ¿estás seguro de no haberlas recibido de alguien, de un chico que te quiere? ㅡte pregunté.

ㅡQuizá sí ㅡdijisteㅡ no lo sé. Las he recibido, pero no sé quién las manda,por eso las quiero tanto.

Te miré a los ojos.ㅡ¡Quizá son de alguien al que has olvidado!

Me miraste con asombro. Yo te miré con todas mis fuerzas: « Reconóceme,¡reconóceme de una vez!» , gritaba mi mirada, pero tus ojos me sonrieron cordiales e inconscientes. Me volviste a besar, pero no me reconociste. Me apresuré en llegar a la puerta porque sentía que acudían las lágrimas a mis ojos y no hacía falta que lo vieses. De tan impetuosamente como salí, en el recibidor por poco me choqué con el señor Choi, tu sirviente.

Con inmediata consideración y con su timidez característica, se echó hacia atrás, me abrió la puerta de un golpe para dejarme salir y entonces ㅡen aquel segundo, ¿me oyes?ㅡ en el único segundo en que miré a aquel hombre envejecido, cuando le miré con los ojos llenos de lágrimas, de repente, se le iluminaron las pupilas.

Sólo en un segundo, ¿me oyes?,en un segundo aquel viejo me reconoció, él, que no me había visto más desde que era un jovencito. Hubiese podido arrodillarme ante él por haberme reconocido y abrazarlo, pero sólo saqué los billetes de banco que me habías adjudicado y se los di. Estaba temblando y me miró asustado. En aquel único segundo quizás él se acercó más a la verdad que tú en toda tu vida.

El novelista sujetaba aquella carta con las manos tambaleantes, analizando todo lo que el desconocido había escrito,tantos sentimientos y vivencias fueron contadas en solo unas cuantas páginas, que desconsiderado había sido con aquel joven que le habia entregado todo de si, la culpa empezaba a consumirlo.

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora