Epílogo.

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Bitácora personal de Bruno Bedoya Agüero.

Fecha Eudamónica: aquí y ahora.

   ¿Qué? ¿Por qué me están mirando así? Yo ya había avisado desde un principio que esta historia concluía con dos corazones rotos, no me culpen a mí, saben muy bien que aunque soy muy grosso, especial, brillante, poseedor de un conocimiento superior, hay algo que no puedo hacer: no puedo intervenir. Aparte ustedes ya sabían cómo terminaban esos meses de verano en el campamento, no se vengan a hacer los sorprendidos, ¿o no leyeron mis anteriores bitácoras? Mi tía Tefi volvió a sus andanzas, más mala que nunca, y se encargó de hacerle la vida imposible a la que luego se convertiría en mi madre. Además se obsesionó con Simón, el chico del que ella había oído hablar, y viendo que él solo tenía ojos para su hermana se empecinó más en complicarle la existencia. No volvió a hablar con Rama, siquiera a mirarlo. Él estaba irreconocible. Su adicción al alcohol y a la adrenalina que este le generaba lo había llevado a cometer cosas terribles, incluso a participar de un accidente con un auto robado en el que casi muere mi madre. ¡Imaginen lo terrible que hubiese sido eso! ¡Hubiese privado al mundo de lo maravilloso de mi existencia! Por suerte eso no pasó a mayores, aunque le valió una expulsión del colegio y una gran cantidad de retos. Pero no nos metamos en datos redundantes que ustedes ya conocen, por mi parte aquí mi labor ya ha terminado, es hora de dejar descansar la pluma y... No, no voy a hacer eso que me están pidiendo. No voy a seguir metiendo mis narices en el otro plano solo por capricho de ustedes. ¡Seguidores de Inchausti tenían que ser! Aunque, bueno, pensándolo bien... Ya he infringido demasiadas leyes número uno, una más, una menos... ¡Ay, si se enteran mis superiores! Bueno, está bien, lo voy a hacer, pero solo porque además de ser un tipo con una sabiduría elevada, diferente, brillante, único y sobre todo humilde, también soy muy gamba, requete gamba. Siéntense, pónganse cómodos, voy a volver una vez más a mi papel de narrador omnisciente que tan bien me sale. Viajemos en el tiempo y veamos qué pasó ese día que los caminos de estos dos guardianes de Eudamón se volvieron a cruzar en el lugar en el que todo comenzó.

   Habían pasado ya varios meses desde que los chicos habían vuelto de sus vacaciones en la playa, y ya casi nadie hablaba de las aventuras que habían vivido ahí. El hogar había cambiado muchísimo, ahora se veía más alegre, más lleno de vida. Nuevos integrantes se habían sumado a esa especie de familia, a la hora de la comida nunca eran menos de 15 sentados en la mesa. Entre tantas personas, siendo la mayoría jóvenes, se puede imaginar cómo reinaba el caos. Pero era un caos hermoso, digno de admirar. Y es que así como no faltaban las risas tampoco lo hacían las peleas, sobre todo ahora que la competencia entre los TeenAngels y los Man!, la banda formada por Nacho y sus amigos, estaba en su punto máximo. Otra cosa que estaba a flor de piel era el asunto las hormonas adolescentes. Se habían formado nuevas parejas, desarmado otras, y algunas iban y venían constantemente.
   Además algunos de ellos habían podido resolver traumas de su pasado. Uno de esos casos era el de Lleca, o mejor dicho León, que había encontrado a sus padres luego de una larga lucha, y ese día por fin se había marchado a vivir con ellos. Se sentía mucha emoción en el Hogar Mágico, y, como era de esperarse, lo habían despedido con una gran fiesta. Pero toda fiesta lleva sus preparativos, y aunque les gustaba mucho organizarlas, luego nadie se hacía cargo a la hora de ordenar. Y ahí estaba Rama, maniático del orden y la limpieza, juntando las cajas con el cotillón que habían dejado en medio del pasillo y con las que se había tropezado al caminar. Eso ya lo puso molesto, sumado a que ya llevaba varias peleas seguidas con Vale, y encima cuando había pedido ayuda para ordenar nadie estuvo dispuesto. Enojado así como estaba levantó las cajas, y se dirigió al sótano.

—Siempre todo yo, loco, siempre soy el que se encarga de todo. "¿Rama podés hacer esto? ¿Rama podés hacer lo otro?" pero nunca un "¿Rama cómo estás? ¿Rama necesitas algo?" —bufó, quejándose en voz alta mientras bajaba las escaleras. Prendió la luz y enseguida se dio cuenta de que no estaba solo en ese lugar —. Ya me voy, no te vengo a molestar —pero Tefi, quien estaba sentada muy concentrada en la cama con un libro en la mano, ni siquiera lo miró. Rama trató de ignorarla. Dejó las cajas apiladas perfectamente en un rincón, así de obsesivo como era, pero un movimiento nervioso hizo que todo se le cayera desparramado en el piso. Se giró preocupado, seguramente ella le iba a lanzar una catarata de insultos por perturbar su paz, sin embargo tampoco levantó la vista para mirarlo. Con mucho mal humor se puso a juntar las cosas, mientras la observaba de reojo —. Che, ¿estás bien? ¿Qué estás haciendo? —se esmeró por conseguir su atención—. Sí, ya sé, me vas a decir que qué me importa a mí eso, dejá —se contestó solo.
—Estoy estudiando —le respondió, sin mucho interés.
—Ah, ¿para la prueba de mañana? Te ayudo si querés —y se mordió la lengua. ¿Por qué le ofrecía ayuda, si era justamente por lo que había estado protestando minutos atrás? Siempre tenía que estar haciendo favores por los demás, no podía evitarlo.
—Gracias, puedo sola —con evidentes aires de superioridad.
—Sí, claro, siempre podés sola, casi lo olvido —ironizó. Seguía enojado.
—¿Qué pasa, Ramita? Si estás caliente con tus amiguitos o porque tu novia no te da rockandroll no me vengas a tirar toda tu mala onda a mí —molesta.
—Ah, ¿viste lo feo que es estar al lado de una persona que está de mal humor? Eso se siente vivir con vos —dijo, y al instante se arrepintió. Había sido demasiado duro.
—¿Sabés qué? Mejor me voy, quedate hablando solo —se levantó, claramente ofendida, pero él la detuvo.
—No, no, esperá, no quise decir eso, perdón —se disculpó.
—Pero lo dijiste. Y está bien. Sé que no es fácil convivir conmigo —admitió, cruzada de brazos—. Pero para mí tampoco es lindo tener que ver cómo ustedes me refriegan su maldita felicidad todo el día en la cara.
—Vos no sos feliz porque no querés, Tefi —se lo dijo muy claro. Ella lo miró, dolida—. ¿Sabés cuándo vas a ser feliz? El día que empieces a hacer cosas buenas por otros, en vez de andar tirando tu veneno por todos lados. Ahí vas a ver cómo tu vida cambia.
—Qué asco me da toda esta filosofía barata, ustedes viven en un libro de cuentos —revoleó los ojos—. La vida real no es así como la pintan.
—¿Y cómo es, entonces? Porque al menos nosotros nos esforzamos por vivir un cachito mejor, en cambio vos... —acusó.
—Vos no tenés idea de todo con lo que yo cargo, Ramiro —ofendida.
—Sí, sí que lo sé —le dijo unos segundos después en un tono mucho más calmado. Vio en sus ojos que de nuevo la había quebrado cuando ella se dio vuelta y en un movimiento rápido se secó las lágrimas que estaban luchando por asomar. Enseguida sintió compasión, y se acercó —. No quise hacerte sentir mal, Tefi. Todo esto te lo digo por vos, porque sé que sos una buena mina. Por algo yo me e... —y no terminó la frase, porque, aunque se había esforzado mucho por evitarlo, los recuerdos vividos en ese lugar que llevaba presos en su mente fueron cayéndole uno por uno mientras le hablaba.
—No, por favor, el golpe bajo ahora no —lo detuvo, no iba a permitir que él la vea llorar, no otra vez.
—No es un golpe bajo, es la verdad —y se quedó en silencio. Se sentó en la cama, pensando. Ella se quedó parada en posición dubitativa. Miró hacia su alrededor, y recién pudo darse cuenta de dónde estaban. Ese lugar había cambiado mucho, y ellos también. Contrario al constante bullicio de la casa, en el sótano el silencio era ensordecedor. Y por alguna razón algo la hacía quedarse allí en vez de huir como hacía siempre. Trató de sacarle charla, en un intento de calmar su nerviosismo.
—Che, al final Mar tenía razón, mirá en lo que convirtieron el sótano, de repente es un bulo —hizo el comentario, medio risueña, para cortar la tensión.
—Idea de Nacho, claramente —se excusó.
—Ah, porque seguro vos estás re en contra de estas cosas —fue irónica. Se sentó en la otra punta de la cama, ya más tranquila. Tomó una bocanada de aire, y se decidió a seguir hablando. Era ahora o nunca—. ¿Sabés? Después de volver de la playa, un par de veces volví acá, al sótano me refiero —confesó—. Pero vos nunca estabas —él amagó en hablar, pero ella lo interrumpió—. Está bien Rama, me lo merecía. Me lo merezco. Te traté horrible —era la primera vez que lo admitía.
—¿Alguna vez pensaste en eso? ¿En todo lo que pasó? —le preguntó después de un rato. Ella negó con la cabeza, aún sin poder mirarlo a los ojos—. Yo sí. Quizás todo lo que vivimos sirvió para algo, quizás nos trajo hasta acá, nos hizo madurar... No sé, trato de verlo así...
—Siempre tan positivo vos... —hizo una media sonrisa.
—Trato, trato...
—¿Alguna vez le contaste a alguien de... bueno, de eso? —se quiso sacar la duda.
—Nunca —afirmó—. Bueno, obviamente con Mar, pero no es como si ella no hubiese sabido. Lo nuestro siempre va a seguir siendo solo nuestro... —dijo, con algo de nostalgia. Notó que ella se puso un poco incómoda, así que también decidió hacerle la misma pregunta—. ¿Y vos? ¿Lo hablaste con alguien?
—Tampoco. Al menos esa parte del trato la cumplí... —dijo, mientras jugaba con sus pulseras, evidentemente afectada por el tema de conversación. No era muy buena hablando de sus sentimientos. Por suerte él sí—. Rama... ¿Alguna vez me vas a perdonar por lo que te hice? —y esta vez sí lo miró. Sus ojos imploraban el perdón.
—Ay, Tefi... —la miró con todo el cariño del mundo—. Yo ya te perdoné hace rato —y le hizo una sonrisa. Ella se la devolvió, con energías renovadas.
—¿Sos feliz con ella? ¿Con Vale? ¿La amás? —se animó a preguntar.
—Muchísimo —sonrió, completamente enamorado. Tefi pudo detectar en sus ojos el brillo que antes le pertenecía solo a ella—. ¿Vos?
—¿Yo qué? —no entendía hacia dónde giraba la conversación.
—Si estás bien con Luca —indagó.
—No estoy con Luca —se apuró a decir.
—Te estás olvidando que estás hablando con alguien a quien no le podés mentir —rió—. Seguís asustada de dejarte querer —no era pregunta, sino afirmación—. Tefi, no tengas miedo. No vuelvas a repetir los mismos errores. La vida no tiene por qué ser un loop constante de fracasos. Vos podés cambiar tu historia. Vos podés ser feliz con alguien. Pero eso depende pura y exclusivamente de vos —la señaló con el dedo.
—¿Vos estuviste hablando con Luca? —esa no era la respuesta que esperaba a semejante monólogo.
—No, ¿por?
—Porque me dijo exactamente lo mismo hace un rato... —recordó.
—Yo te lo digo porque quiero verte bien, y se ve que él también —guiñó el ojo—. En serio, Luca parece un buen tipo. Dale una oportunidad y dátela a vos también.
—Seguís siempre teniendo la palabra justa, eh... —le sonrió.
—Y, será porque algo te conozco, un poquitito no más —rió. Él no lo sabía, pero era una de las pocas personas con las que ella podía bajar la guardia y mostrar otra personalidad, una más dócil, más sincera—. En serio, haceme caso a lo que te dije. Tratá de darle una chance a Luca... Y nosotros dos... No sé, por ahí podríamos volver a llevarnos bien, ¿no? —abrió la posibilidad—. Quizás podemos ser amigos.
—Ah, no, amigos no, yo nunca sería amiga de un TeenAngel, ustedes son la competencia —se burló—. Con llevarnos bien me alcanza —le chocó la mano en señal de acuerdo. Un nuevo silencio se instaló en el ambiente. Ella se mordió las uñas, nerviosa. Tenía que aprovechar ese momento de debilidad, sino no lo diría jamás—. Rama, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Sí, decime.
—Bueno, primero quiero que sepas que esto no significa nada, que no te voy a decir que te quiero ni que gracias por todo, y mucho menos que ahora voy a cambiar porque no es así, entonces no te emociones y no empieces con tus pavadas cursis porque me levanto y me voy —dijo todo de golpe, sin darse tiempo a meditarlo—, pero necesito pedirte algo...
—¿Qué necesitás? —dijo él, con una sonrisa. Todo lo que había dicho le bastaba.
—¿Me das un abrazo, por favor?

   Y él se arrojó a sus brazos, estrechándola fuertemente. No eran necesarias más explicaciones, ni pedidos de disculpa, ni siquiera una palabra más. Con un solo abrazo se dijeron todo, sanaron de sus viejas heridas y volvieron a empezar. Había algo entre ellos dos que nunca se iba a extinguir, y aunque en ese momento no era precisamente amor, no podían negar que el cariño nunca había dejado de existir ni lo haría jamás.

—Bueno, bueno, vamos soltando eh, que vos tenés novia y no quiero meterte en problemas —se separó, antes de que los sentimientos la conmovieran más. Ella siempre tenía que mostrarse impasible.
—Quedate tranquila que ahora me gustan las rubias que explotan autos, no las morochas histéricas.
—Y a mí me gustan los morochos que rapean, no los rubios sensibles —le siguió el juego.
—Ah, viste que al final te gusta Luca, eh —la cargoseó. Ella sonrió —. Bueno, me voy a la clase de Tina, ¿venís?
—Dame unos minutos que termino con esto y voy —miró a su libro, cierto que había bajado ahí para estudiar, pero no había leído ni una página.
—Te espero eh —subió las escaleras, pero a medio camino se detuvo—. Tefi... Tengo una duda.
—Sí, decime.
—Es sobre lo de la otra noche, ¿te acordas? —nervioso—. Cuando nosotros salimos a bailar y volvimos, que hacía calor... Y ustedes estaban como... raras...
—¿Vos estuviste tomando otra vez? —se burló.
—¿En serio no te acordas nada? ¿Lo del...? —y se llevó la mano a la boca, haciendo referencia al beso que ella le había dado en un estado de supuesta inconsciencia.
—No tengo idea de qué me hablas... —dijo, y unos segundos después le guiñó el ojo. Él se quedó confundido. ¿Había entendido bien? —Dale, andá, nos vemos arriba Ramita —lo despidió.

   Tefi se tiró en la cama, encima de todos sus apuntes. Le sería imposible volver a concentrarse ahora. Sabía que todavía le quedaba mucho camino por recorrer hasta llegar a permitir que un hombre la ame de verdad, a aceptar ese amor. Sobre todo, tenía que aprender a amarse a ella misma para poder querer bien a alguien más. Rama le había abierto la puerta a un amor sano, y aunque él parecía no haber sido el indicado, tenía mucho que agradecerle. ¿Sería Luca entonces la persona correcta para ella? Lo sabría solo si, por una vez, se animaba a dejarse querer, volverse visible frente a los ojos de un hombre, y por primera vez, permitirse amar sin reservas.

   Rama subió a la sala de ensayos. Todavía estaba solo. La quietud lo hizo ponerse a pensar, e inconscientemente sonrió. Quería mucho a Tefi, y aunque los sentimientos habían cambiado de forma, siempre le guardaría un afecto especial. Y es que Rama nunca dejaba de querer a las personas que un día habían sido importantes para él, a ese cariño no lo mataba ni el tiempo ni los errores cometidos.

—Ey, ¿en qué pensas mi amor? —Vale apareció, sentándose junto a él.
—En nada —mintió—. ¿Sabías que te amo? —se lo dijo sinceramente, abrazándola.
—¿Qué moco te mandaste ahora, gato? —sospechó.
—Nada, ¿no puedo decirte que te amo? —le dio un beso, y ella le correspondió la muestra de afecto.
—Permiso, tortolitos —tosió Luca, entrando a la sala con a Tefi, que ya estaba otra vez de mal humor. Se quedaron parados apoyados en la pared, conservando distancia. Él le habló en el oído—. Miralos flaqui, mirá lo bien que están, ¿no te gustaría que estemos así de bien nosotros también?
—Quiero que me dejes de perseguir, eso quiero —se corrió, a pesar de tener ganas de abrazarlo y nunca dejarlo ir.
—Ok, está bien, yo dejo de ser un pesado, ¿pero vos me vas a dar una oportunidad entonces?
—Vemos —contestó, asquerosamente. Luca sonrió, al menos esta vez no lo había rechazado de plano.

   A lo lejos, Rama, que había estado escuchando la conversación disimuladamente, le guiñó el ojo. Ella hizo una media sonrisa discreta. Quizás él tenía razón. Quizás todo lo vivido los había hecho crecer. Quizás una fuerza superior los había reunido y llevado hasta ese lugar, todos juntos. Quizás, a partir de ese momento, ella nunca más sería invisible. Solo quedaba esperar a que el tiempo pusiera las cosas en su lugar...

¿Fin?

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«Y que lo nuestro se quede nuestro
Que yo de amarte no me arrepiento

Lo que vivimos fue tan sincero
Cuánto te quise, cuánto te quiero»

🔊 Que lo nuestro se quede nuestro — Carlos Rivera.

INVISIBLEWhere stories live. Discover now