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El día de su primera boda la naturaleza había brillado en todo su esplendor. Hacía un calor insólito para ser enero, el ambiente era muy agradable y la suave brisa hacía ondear el pelo de la novia. Era como si el mundo entero se hubiese detenido para presenciar la unión de dos almas.

Hinata Hyuga resopló, ganándose con ello que su futuro marido la mirase con una ceja enarcada.

¿Qué tiempo hacía el día de su segunda boda? Malo. El cielo estaba nuboso y soplaban vientos de tormenta provenientes del norte. Hacía frío y el aire congelado se colaba en el salón con ráfagas insistentes. Era como si el mundo entero supiera la incertidumbre que le causaba el hombre que tenía al lado y al que quedaría unida para siempre tras pronunciar los votos.

Un escalofrío le recorrió la espalda a pesar de que ambos estaban de pie frente a la enorme chimenea del castillo.

Sasuke frunció el cejo y dio un paso hacia ella como si intentase protegerla del viento que levantaba las pieles que cubrían las ventanas. Hinata no pudo evitar dar a su vez un paso hacia atrás y alejarse de nuevo de él. La ponía nerviosa y a ella eran muy pocas las personas que conseguían intimidarla.

El guerrero frunció todavía más el cejo y después centró toda su atención en el sacerdote. Hinata miró a su alrededor con la esperanza de que ninguno de los presentes hubiese presenciado el intercambio. A su pueblo no le gustaría ver que tenía miedo de su marido. Aunque se lo tuviera.

Shisui Uchiha, el mayor de los hermanos Uchiha y el primer hombre con el que se suponía que iba a casarse, estaba de pie al lado de su hermano, con los brazos cruzados. Parecía ansioso porque la ceremonia terminase cuanto antes.

Itachi Uchiha, el hombre con el que casi se casó después de que Shisui contrajese matrimonio con Hana Inuzuka, también parecía impaciente y miraba constantemente la escalera como si fuera a echar a correr en cualquier momento. Era comprensible, porque la esposa de Itachi, Izumi, estaba en el dormitorio de ambos, en el piso de arriba, recuperándose de una herida que había estado a punto de acabar con su vida.

A la tercera va la vencida, ¿no?

El rey David no se había puesto en pie para la ocasión. Seguía sentado junto al fuego, mirando con aprobación cómo el sacerdote seguía adelante con los trámites necesarios. A su alrededor, y también sentados, estaban los Lairds de los clanes vecinos. Todos habían acudido allí para presenciar la unión entre los Uchiha y los Hyuga, una alianza que se sellaría con el matrimonio de Hinata con Sasuke, el hermano más joven -y el último que quedaba soltero- de los Uchiha.

Era importante señalar que Sasuke era el último candidato, porque si algo salía mal y también se estropeaba esa boda, ya no quedarían más Uchiha con los que poder casar a Hinata, y a esas alturas el orgullo de la joven ya no podía soportar otro rechazo.

Desvió la vista del monarca al grupo de Lairds y después hacia su padre y su cara de pocos amigos. El hasta entonces Laird de los Hyuga estaba sentado unos metros separado del resto de los guerreros y en su rostro había una perenne mueca de amargura.

Por un instante, las miradas de padre e hija se encontraron y él le enseñó los dientes. Hinata no lo había apoyado para que siguiera siendo Laird. Probablemente había sido desleal de su parte, pero aunque no estaba segura de sí Sasuke Uchiha sería un buen Laird, sí sabía que su futuro esposo era un buen hombre.

Se percató de que era el centro de todas las miradas y, nerviosa, devolvió la suya al sacerdote al darse cuenta de que se había olvidado de repetir sus votos. Como si no fuera suficiente con eso, además no tenía ni idea de lo que el religioso acababa de decir.

-Ahora es cuando dices que me obedecerás y que me juras lealtad sólo a mí y que me serás fiel hasta el fin de tus días -le susurró Sasuke con voz ronca.

Princesa GuerreraWhere stories live. Discover now