𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧

868 90 75
                                    

—¿Tienes el dinero?

Lucas palmeó la mejilla de Rodrigo con agresividad, desesperado. Hacía semanas no recibía su paga mensual de parte de su hermano menor, el cual estaba dispuesto a aguantar todo ese embrollo. Tan ingenuo. Lucas pensaba que Rodrigo era alguien fácil de manipular, pues su buena forma de ser era bastante manejable en muchos aspectos. Rodrigo nunca se había negado a nada que él le hubiera dicho hacer, y eso era más que satisfactorio. Lucas no sentía nada en especial hacia Rodrigo. Ni una pizca de comprensión o empatía.

—No, todavía no. —dijo asustado por el comportamiento del contrario— Sabes que últimamente no me están pagando lo suficiente en la cafetería.

—¿No podrías conseguir un trabajo mejor? —Lucas le dirigió una mirada detestable— Además, tu compañero no me agrada, escuché que es un marica.

Rodrigo sintió una punzada en el pecho. Lucas era un insensible, y él sabía cuánto llegaban a afectar ese tipo de comentarios a Tomás. Eran amigos, Tomás le ayudó en muchas situaciones críticas.

Se quedó callado.

—Dos días. Te doy dos días para que me entregues el dinero.

。。。

Esos recuerdos le comían la cabeza. Rodrigo se removió un poco en la barra, esperando a comprar una bebida. El encuentro con Iván le había sorprendido, no veía capaz a Martin de planear una cosa como esa, dado el hecho de que no parecía muy interesado en el problema.
Todavía tenía ese deseo de dejarle marcas con sus propios labios por todo el cuerpo, Iván aunque no lo quisiera era irresistible. Como bien sabía, debía saciar ese pensamiento.

¿Pero cómo?

Iván no era ningún juguete, y eso estaba más que claro, pero Rodrigo admitía que le gustaría joderle el trasero.

Bebió de su granizado de limón y miró hacia la pista. Estaba algo lejos, así que achinó los ojos. Había un círculo de gente. Rodrigo no entendía el por qué, pero tuvo una mala corazonada. Se dirigió hacia el lugar con la bebida en manos. Un repentino nerviosismo le afectó en la caminata. ¿Qué era ese sentimiento?

—Puto ciego de mierda, me das asco.

Angelica pateaba el cuerpo de Iván como si fuera un saco de patatas. Iván se retorcía y lloraba en silencio, sin verse capaz de poder hacer algo por sí mismo. Las personas alrededor no hacían absolutamente nada. Algunas susurraban cosas acerca del aspecto del pelinegro, otras se paraban y luego seguían con lo suyo, pero nadie ayudaba. Nadie estaba presente para ayudar a Iván. Rodrigo frunció el ceño y tiró la bebida al suelo, importándole poco el resto.

Agarró a Angelica de los pelos y la empujó lejos. Rodrigo se resbaló unos instantes, no llevaba patines e iba a ser regañado por el dueño, lo más seguro. Tampoco le importaron esos detalles. Iván estaba llorando, él lloraba.

Podrían estar peleados, pero Iván seguía siendo su amigo.

—¿Qué miran? —preguntó a todo el cúmulo de personas.

Se dispersaron sin decir nada más. Iván estaba hecho bolita en el suelo, soltando murmullos. Nunca lo había visto así, y desearía no tener que presenciarlo otra vez. Era doloroso.

—¿Qué crees que haces? —habló Angelica recuperándose del empujón.

—¿Qué crees que haces tú, puta desquiciada? —escupió Rodrigo.

—¿Por qué lo proteges tanto? ¿Eres su dueño?

Angelica rió y le dio un vistazo a Iván. Estaba satisfecha. No había tenido un buen día, y para su suerte el chico ciego estaba a su libre disposición.

Ella lo odiaba.

—Soy su pareja.

Rodrigo agarró a Iván y le ayudó a que se mantuviera en pie. Iván no dijo nada, Angelica tampoco.

—¿Qué? —dijo Angelica, incrédula.

—Como vuelva a verte meterte con él, tú y yo tendremos problemas.

—¿Además de ciego es un marica?

Rodrigo paró sus movimientos y sentó a Iván en un banquillo cercano. Caminó hacia Angelica con humo saliendo por sus orejas. Esa había sido la gota que colmó el vaso. Las mismas palabras que su hermano. Las mismas palabras de la persona que menos quería dejar, aunque le dañó profundamente. Estaba furioso. Le dio un puñetazo a Angelica en la cara, escuchando su llanto poco después.

—Ahora llora. —verbalizó Rodrigo con un tono jocoso.

Se alejó, contento de sus acciones. Nicolás hubiera hecho lo mismo. ¿Quién no? Angelica era una insoportable que disfrutaba haciendo menos a los demás, específicamente a los que sufrían alguna discapacidad o lograban superarla en algún ámbito.
Iván seguía llorando, pero esta vez sus manos tapaban sus ojos. Sus bellos ojos grisáceos. Esos ojos que Rodrigo tanto amaba admirar.

—Ya está, Ivi, no llores. —intentó calmar Rodrigo, dándole caricias en la espalda.

—Eres un idiota. —la voz de Iván sonaba entrecortada— ¿Qué vas a hacer después de haberle dicho esa descarada mentira a Angelica? ¿Alejarme de ti otra vez?

—Lo hice para protegerte.

—Había otras maneras.

Eso era cierto. Rodrigo solo dijo lo primero que se le vino a la mente, confió en su propio instinto. Fue un momento de adrenalina donde sus emociones se vieron afectadas, no podía pararse a pensar con coherencia. Rodrigo nunca sería capaz de hacerle daño a Iván a propósito, nunca. Y si algún día lo hacía, sería bajo el efecto de alguna droga insignificante.

—Lo siento, no soy bueno resolviendo problemas.

Rodrigo agarró su móvil y marcó el número de Alejandro. Iván tenía heridas, y necesitaba la ayuda de alguien más. Las lágrimas de Iván cesaron y Rodrigo pareció tranquilizarse.

—¿Alejandro, podrías venir?

—¿Eh? ¿Por qué? Estoy ocupado.

—¿Con Nicolás? —dijo Rodrigo por los ruidos de fondo. Había una música muy alta y los gritos de Nicolás se oían bastante bien.

—Acertaste. ¿Por qué quieres que vaya? ¿No te agrada estar con Iván?

—No es eso, es... otra cosa. Te lo explicaré si vienes.

—Estaré en media hora.

Alejandro colgó e Iván se quitó los patines, dejándolos en su sitio con la ayuda de Rodrigo. Volvieron a sentarse, estando sumidos una vez más en un silencio incómodo. Iván peleaba algo en su interior, mientras que Rodrigo estaba totalmente perdido.

—Tú ya no me gustas.

Rodrigo salió de su trance y escuchó esas palabras. Iván bajó la cabeza, negándose a dar explicaciones de por qué tan repentino ese tema.

El estómago de Rodrigo se removió.

—¿Y estás mejor? —preguntó sin darle importancia a ese extraño malestar.

—Sí. Me empezó a interesar una chica.

Mentiras.

Iván solo soltaba mentiras.

—¿Quién?

—¿Por qué tanto interés?

—No lo sé.

Iván se acercó como pudo al cuerpo de Rodrigo y olió la reconocida fragancia.

—¿Celoso?— Soltó Iván, juguetón.

—¿Por qué debería?

Silencio. Diablos, ese silencio era tan molesto.

Rodrigo sintió una respiración cerca de su cuello.

¿Iván?

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Where stories live. Discover now