Capítulo 2

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A las orillas de la ciudad vivían los trabajadores de fábricas y empresas de bajo calibre, eran los últimos alfas, omegas y betas en la jerarquía social.

Las casas de aquellas familias eran una especie de cajas metálicas medianas  unidas a las fábricas en grandes hileras ordenadas donde laboraban.

Los hijos siempre trabajaban lo mismo que sus padres, rara vez, por no decir que nunca, tenían una oportunidad para seguir sus sueños; los padres a base de malos tratos apagaban poco a poco la ideas  pretenciosas obligándolos a trabajar para vivir.

En una de estas casas vivía un matrimonio que buscaba tener hijos, cosa que no lograban conseguir, el alfa malhumorado perdía cada día la paciencia.

—un varón es lo que quiero, ¿acaso es tan difícil? Desde el día que fuimos a ver la noticia del príncipe a la plaza hemos intentado, no voy a trabajar hasta morir, alguien debe mantenerme en mi vejez— gritaba a su Omega quien sólo lloraba al no poder embarazarse.

Su aroma a fresas se intensificó por cómo se sentía, dejando saber que estaba triste.

Los meses pasaron convirtiéndose en años, por fin después de muchos cuidados, aquella triste Omega había dado a luz a un niño hermoso, haciendo a su infeliz padre un hombre orgulloso.

—que se llame como mi abuelo, dijo aquel hombre. —su nombre será Kim Seokjin y será un herrero talentoso como yo.

Aquel día hubo alegría en aquel triste hogar.

El niño creció sano y fuerte; los años pasaron aumentando su pobreza y sus problemas, su padre el alfa se había vuelto más que amargado.

Tan pronto como su hijo  llegó a la edad de 8 años, el alfa lo inició en el aprendizaje de herrería; su bello rostro no pasaba desapercibido a pesar de su corta edad.

Su madre luchaba constantemente por resguardarlo, cubriendo su rostro con gorros y bufandas, ella tenía miedo; muchas personas se acercaban con fines malvados y perversos atraídos por su apariencia.

La Omega al estar siempre cerca de su hijo sentía un leve aroma dulzón, eso le hacía prever que su hijo podría convertirse en un futuro en un omega, por eso siempre le cubría y protegía en el trabajo.

—¿mami, por qué yo tengo que venir aquí?— Dijo Seokjin, —no me gusta ensuciarme, mis manitas me duelen mucho cuando tomó el hierro, yo quiero quedarme en casa y dibujar tu rostro como las pinturas que tiene la casa rica donde fuimos ayer.

—¡silencio! En esta familia no se habla de pinturas ni de quedarse en casa.— Dijo su madre con pena y miedo, para que su padre no lo escuchara.

—No quiero ser herrero, quiero pintar, —dijo triste.

-—¿Acaso escuche bien?—Dijo el padre apretando los puños.

—No, el dijo que había escuchado esa historia de otro niño, dijo la madre asustada.

El padre de Seokjin dominó a su Omega como alfa que era, le arrebató al pequeño de los brazos, tomándolo del cabello llevándolo fuera.

—ni se te ocurra, ni sueñes con que un día tomaras un lienzo en tus manos, ¿me oyes? Si haces eso te romperé la mano,— dijo mientras lo golpeaba.

Seokjin lloró un buen rato en silencio, sus lágrimas recorrían su tapado rostro mientras se hallaba escondido tras los talleres.
Después de sentirse miserable regresó al trabajo acarreando cosas de un lado a otro. No entendía la razón de aquello.

Una tarde mientras el jefe de grupo les había dado descanso, Seokjin corrió a la casa del anciano alfa en jefe de aquella área de viviendas, amaba visitarlo; con el podía destapar su rostro y sentirse libre.

Aquel anciano alfa le contaba historias y le enseñaba bellos dibujos de cosas extrañas en un libro viejo.

—¿así que quieres pintar?—preguntó el anciano con interés viendo a Seokjin con ternura mientras lo escuchaba quejarse de las golpizas de su padre hacia él y hacia su madre.

—Tienes 8 años, aún puedes aprender, yo podría enseñarte—¿quieres?

Seokjin lo observó con sus ojos muy abiertos y emocionado.

—¡sí! ¡Sí quiero¡

–pero júrame que no hablarás con nadie sobre mi.—respondió el anciano.

—con el corazón— dijo Seokjin colocando su manita sucia sobre el pecho.

El anciano tomó al pequeño de su mano y lo guió hacia los talleres donde estaban sus padres.

—hey Kim— dijo el anciano al padre de Jin, —quiero a tu hijo todas las tardes aquí, lo voy a especializar en soldaduras finas de armas para los militares del palacio.

Todos los presentes empezaron a murmurar maravillados.

El padre de Jin se sintió orgulloso; aquel viejo Alfa era buscado por muchos para que enseñará a sus pequeños pero él casi nunca elegía a nadie.

Por ese motivo, que el anciano eligiera a alguien de la nada era un gran honor.

—¡será un gusto Alfa en jefe! Dijo el hombre.
—por las mañanas irá a trabajar contigo y por las tardes se quedará conmigo, esa es mi única orden.

Seokjin regresó a casa emocionado, sus padres también fueron felices ese día.

La vida de aquel niño había tomado un nuevo curso.

Serendipia (Namjin Omegaverse) Where stories live. Discover now