Capítulo 07

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Cuando regresó a su casa su madre, Louis Lane, lo comenzó a interrogar de cómo y quien le había dado el golpe, con mala gana se dejó curar el golpe que su mejor amigo le había dado, claro ese detalle lo había omitido, mintió diciendo que en un par...

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Cuando regresó a su casa su madre, Louis Lane, lo comenzó a interrogar de cómo y quien le había dado el golpe, con mala gana se dejó curar el golpe que su mejor amigo le había dado, claro ese detalle lo había omitido, mintió diciendo que en un partido de fútbol se lo había ganado.

¿Qué fue lo que hizo el resto del día?

Solo se dedicó a terminar sus deberes y mirar por la ventana, tenía la mínima esperanza que luego de ignorarlo por una semana recibiera una disculpa.

Tenia una semana sin hablar con Damián, ambos o bueno solo Jon lo comenzó a ignorar. Se sentía bastante ofendido por el golpe que recibió.

Hoy era de esos días que se quedaba en casa, no tenía ganas de salir a patrullar y encontrarse con Robin ya que posiblemente comenzarán a pelear o se perdonaría.

Se tiró a su cama mientras tomaba alguna historieta que tenía tirada por ahí mientras suspiraba para comenzar a leer.

¿Porque él no podía tener una linda historia de amor?

Sabía que desde pequeño no tenía muchos amigos, más que solo a Damián, que lo había conocido en no tan buenos términos.

Lo conoció gracias a sus misiones como SuperBoy.

Desde hace tiempo dudaba de sus sentimientos hacia Damián, sabía que ya no era amistad lo que sentía por él.

Era amor.

Una palabra que se le podían dar un sin fin de pensamientos, pero él solo pensaba en un chico de ojos verdes.

Con quién se había peleado, hasta llegar a los golpes.

Del pequeño cajón de su mesita de noche, saco aquel reloj que el "sujeto anónimo" como el lo había llamado, le regaló.

Su mirada se perdió en los detalles que tenía, no se había dado cuenta de eso, ya que a simple vista no se notaba.

—Abre la maldita puerta.

Esa voz lo saco de sus pensamientos, dirigió su mirada hacia la ventana encontrándose con la silueta de un chico, lo que resaltaba eran sus ojos blancos.

Robin.

Jonathan se cubrió con la mantas que tenía, no tenía humor para lidiar con el mayor.

—¡No quiero! —. Gritó Jon mientras tiraba el reloj bajo su cama.

Otros golpes se escucharon impactar contra el vidrio.

—¡Déjame entrar, Kent!

Se colocó una almohada cubriendo sus oídos.

—¡No te escucho! —mintió, ya que gracias a su super-oido escuchaba demasiado bien.

—¡No me obligues a entrar a la fuerza! — Robin amenazó, se le comenzaba a agotar la paciencia.

Cartas Para Jonathan KentWhere stories live. Discover now