Capítulo 2: Deducciones de una mestiza.

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Al siguiente día, cuando Basil entró al comedor, las personas empezaron a susurrar.

Se corría el rumor de que una chica había encontrado un nuevo campista y al sátiro Grover en medio del bosque, por lo que, era obvio que todos sabían que era ella, porque ¿quién más correría el riesgo de ser descubierto por las arpías a horarios tan altos?

Mientras se encaminaba a su mesa, en donde se sentaría completamente sola y sería señalada por los demás campistas como había sido costumbre desde que cumplió los nueve años; un campista se separó de la fila hacia su ofrenda y se acercó a paso veloz.

—¿Cansada de paseos nocturnos, Green?

Era Luke Castellan, el consejero principal del campamento. Un chico rubio como el cobre, de grandes ojos azules. Pero al igual que todos sus hermanos, había cierto brillo de travesura que siempre solía observar en los hijos de Hermes.

A sus dieciocho años era muy alto y atlético, llevaba la típica camiseta naranja del campamento, junto con un pantalón corto color caqui y sus sandalias negras. Parecía el típico chico surfero que habitaba en las costas californianas.

Basil lo observó mientras invocaba su comida: Un platillo de barbacoa, queso, pan y verduras, además de un enorme bazo de jugo de uva.

—¿Qué quieres, Castellan? —preguntó con una mueca de fastidio. Verlo no le daba nada de gracia, siempre estaba intentando acercarse y solía evitarlo como la peste. Su sonrisa brillante y su aura que se volvía cada vez más oscura no le daban buena espina.

Los ojos de Luke brillaron mientras la miraban con fijeza. Nunca había logrado entender ese extraño brillo que algunos tenían, era como una llama llena de fuego. Muy rara.

Luke volteó hacia la mesa grande, donde solo había unas cuantas ninfas y sátiros. Observó que aún no habían llegado el director y el encargado de actividades; tal vez era eso lo que el hijo de Hermes había estado buscando.

Sin importarle nada, Luke se sentó en su mesa. Algunos campistas los señalaron, pero nadie dijo nada. No contra los dos semidioses más poderosos de todo el campamento.

—Escuché que una campista encontró un chico y sátiro en las afueras del campamento —murmuró solo para que ambos escucharan.

No se inmutó.

—¿Por qué me importarían los rumores? —preguntó con expresión molesta, su ceño estaba fruncido y su mandíbula tensa. Detestaba que estuvieran tan cerca de su anatomía, más cuando eran desconocidos.

Sus ojos, que habían estado vagando por el pabellón del comedor, se centraron en la chica de cabello negro.

—¿Sabes quién fue?

—¿Debería saberlo?

Luke sonrió, era ese tipo de sonrisa que dejaría a las hijas de Afrodita delirando.

—Fuiste tú, Basil —No era una pregunta.

—Entonces, si sabes que fui yo, ¿para qué preguntas? —lo miró con indiferencia, casi con asco— ¿No podías simplemente decirlo?

La sonrisa de Luke no vaciló, era como si estuviera acostumbrado a los malos tratos de Basil.

Basil vio de reojo como el señor D iba llegando con paso perezoso. Ni siquiera los miró cuando se sentó, parecía demasiado entretenido en su comida como para molestar un par de críos tan temprano. De hecho, era novedoso ver al dios del vino fuera de la cama a un horario tan vespertino.

¹El secreto FairchildWhere stories live. Discover now