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Adrien se miró las manos y comprobó que estas le temblaban sin apenas preocuparse por ello. Aún estaba aturdido y confuso. Trató de pensar en lo poco que sabía; Félix se había hecho pasar por él para lograr que Ladybug le diera un prodigio, él era quien se ocultaba tras la máscara del perro (¡Me dio mala espina nada más verlo!), le había engañado a él, a Ladybug y se había hecho con el yo-yo mágico de su compañera, todo apuntaba, que para robar el resto de los prodigios.

¿Por qué había hecho algo así?

¿Para qué quería él los otros prodigios?

Era inútil preguntarse nada al respecto pues nunca había sido capaz de entender la forma de pensar de su primo, qué le impulsaba a ser cómo era. En alguna ocasión había achacado su comportamiento a la pérdida de su padre pero, como bien le había dicho Plagg, eso no lo justificaba todo.

Y mucho menos lo que acababa de hacer.

Quizás no sea tarde pensó, pegando la oreja a la puerta del baño y conteniendo el aliento, para poder captar algún sonido del otro lado. Quizás Félix no supiera cómo usar el yo-yo o...

No se oía nada.

Ladybug...

Plagg asomó sus ojillos por el pliegue de su camisa. Parecía preocupado y eso no auguraba nada bueno. Le hizo un gesto pero el espíritu, adivinando sus intenciones, negó con la cabeza.

No, por supuesto que no. ¡Era una idea absurda! No podía transformarse en Chat Noir para atravesar esa puerta y ayudar a la heroína, porque ninguna excusa sería suficiente como para convencerla de que pasaba por allí por casualidad. Pero es que como Adrien podía hacer aún menos por ella.

¡Solo estar allí! ¡Solo esperar!

Esperar en silencio y escuchar...

Puntos fuera —Creyó oír. Se pegó más a la puerta y captó la respiración acelerada de su compañera seguida de un susurro que no entendió.

Era la primera vez que veía a Ladybug en ese estado, sabía que había estado a punto de darle un ataque. Los ojos se le abrieron hasta el límite de sus cuencas, parecía ahogarse en cada respiración y que su cuerpo iba a estallar entre sus manos cuando él intentó contenerla. Todo ocurrió tan deprisa; en el mismo instante en que el yo-yo desapareció de su cintura fue como si ella se hubiera roto. No quería pensarlo, pero le recordó a un sentimonstruo cuando era alcanzado por su Cataclism, totalmente fuera de control.

Totalmente perdido en el miedo.

Y él había tratado de ayudarla, como siempre; no le importó que aún estuviera enfadado porque durante la batalla había vuelto a dejarle de lado, no importaba que Risk hubiese exacerbado los sentimientos de frustración y rencor que se habían estado acumulando en un rincón oscuro de sí mismo durante aquellos meses tan difíciles, ni siquiera importó el azote cruel de los celos que sintió cuando vio a su lady tan emocionada por la llegada del nuevo portador.

No lo olvidó, pero en el instante en que la vio tan aterrorizada, tan angustiada... dejó de tener la misma importancia. Apenas si llegó a registrar la falta de confianza de la chica cuando la indicó que entrara en el baño y se transformara, aunque ahora que lo recordaba, quizás la había gritado más fuerte de lo que pretendía.

¡Confía en mí por una vez!

Esas palabras habrían sido arriesgadas si Ladybug las hubiese relacionado con Chat Noir.

Entonces, Adrien volvió a oír su voz al otro lado de la madera.

—Tiene que quedar alguno... por favor, que quede alguno... —Esa no parecía su voz, tan desquebrajada por el dolor, el estómago se le retorció hasta que los calambres le obligaron a doblarse un poco, sin separar la cabeza de la madera. No se permitió pensar nada, temía que eso le impidiera escuchar—. Faltan todos...

Adrien dio un respingo.

He debido oír mal, seguro que no...

—He perdido... todo.

El chico apartó la cabeza con incredulidad. Su mano se movió sola hacia el pomo, sabía que no debía mirar pero...

—¿Ladybug?

No fue una llamada, sino una pregunta. Quiso preguntar: ¿eres tú? Mientras las puntas de sus dedos acariciaban el metal del asidero. No se quitaba de la cabeza esa voz rota, tan frágil y endeble que no tenía ningún punto de semejanza con la de su compañera.

Ella nunca le había hablado así, ni en los peores momentos. Cierto era que Ladybug trataba por todos los medios de no mostrarse vulnerable ante nadie, y menos ante él, sin embargo, la había visto asustada y pesimista otras veces. Pero esa voz, esa voz era tan... Ni siquiera pudo pensar en el significado de las palabras, solo el tono acabado con que fueron dichas era lo bastante terrible para él. Le oprimieron el pecho con una emoción intensa.

Debo hacer algo. Aunque no llevara su traje negro, no podía quedarse de brazos cruzados, fingiendo que aquello no era cosa suya. Aunque se enfade conmigo, no puedo dejarla sola ahora.

Reparó, entonces, en que él también estaba enfadado. Oh sí, tenía muchos motivos para estar enfadado, aunque a esas alturas estaba demasiado confundido como para saber qué hacer con ese sentimiento.

¡Todo era un horrible caos!

Por eso se aferró a lo poco que era familiar para él, a su viejo instinto protector que le indicaba, no, más bien le urgía a ayudar a su compañera, igual que siempre había hecho.

Adrien se palpó el pecho, miró a su alrededor... Y con un suspiro ahogado se dijo que tendría que ser él. Chat Noir no podía aparecer de repente y salvar la situación.

No había más remedio, esta vez con Adrien tendría que ser suficiente.

Apretó el pomo de la puerta con más fuerza, volvió a respirar hondo y la abrió.

Pero Ladybug ya no estaba allí.

MarinetteWhere stories live. Discover now